Lucha LGBTQ+, no se puede bajar la guardia

La influencia política de la derecha cristiana convierte en EEUU la “libertad religiosa” en la libertad para discriminar

Participants take part in the NYC Pride March as part of World Pride commemorating the 50th Anniversary of the Stonewall Uprising on June 30, 2019 in New York City. (Photo by ANGELA WEISS / AFP)        (Photo credit should read ANGELA WEISS/AFP/Getty Images)

Participants take part in the NYC Pride March as part of World Pride commemorating the 50th Anniversary of the Stonewall Uprising on June 30, 2019 in New York City. (Photo by ANGELA WEISS / AFP) (Photo credit should read ANGELA WEISS/AFP/Getty Images) Crédito: Getty Images

Hace 50 años las protestas en Nueva York por la redada policial al bar Stonewall Inn marcó el inicio de un movimiento para responder a la discriminación y maltrato hacia la comunidad gay. Desde entonces a hoy existe una mayor aceptación y comprensión de este aspecto humano pero perdura el estigma y la persecución.

En muchas ciudades del mundo en junio se realizaron los desfiles del Orgullo Gay, en Estados Unidos el fin de semana que pasó tuvo un significado especial. Desde el principio se eligió la palabra “orgullo” como una respuesta a la vergüenza y al estigma que sufren las personas atraídas al mismo sexo. Es un demostración de orgullo personal, de satisfacción de ser quien se es. Es una reafirmación colectiva de liberación individual.

Están equivocados quienes creen que la exuberancia es una agresión al heterosexual. Este sentir muchas veces refleja algo más personal como las dudas y amenazas sobre la masculinidad de quien lo siente así.

La orientación sexual no es una opción humana. El ser gay o bisexual no es una elección de estilo de vida. Lo que se elige es el ocultamiento de ese sentir por temor a los prejuicios. No se sabe a ciencia cierta qué factores definen la tendencia sexual. Sí se reconoce que es como la sexualidad biológica, identidad de género o edad. Esto se determina antes del nacimiento.

Se puede observar que la homosexualidad estuvo presente en las culturas de antaño. Algunas la aceptaron, otras como la occidental con su base religiosa la persiguieron. Se utilizó para eliminarla la castración, la terapia emética, la hipnosis, los electrochoques, las lobotomías y las terapias de conversiones.

La ignorancia y el miedo a lo distinto causó mucho dolor, arruinó muchas vidas. La celebración del Orgullo Gay es la superación de esas épocas oscuras.

Al mismo tiempo, es un reconocimiento que no se puede bajar la guardia.

La influencia política de la derecha cristiana convierte en EEUU la “libertad religiosa” en la libertad para discriminar.

La administración Trump quiere que la Ley de Derechos Civiles no proteja al gay en el empleo y anula medidas que protegían al individuo transgénero.

En otros países ser gay hoy representa la prisión y la muerte. En Latinoamérica hay naciones como Cuba, que prohibió este año el desfile y otras más abiertas. No obstante, la homofobia prevalece en la cultura, como el popular grito de “¡P…!” en los estadios de fútbol en México cuando despeja el portero visitante. La palabra puede significar hoy distintas personas, pero el origen como insulto es indiscutible.

No es necesario celebrar el Orgullo Gay. Basta con la tolerancia respetuosa a que cada individuo tiene derecho a ser quien es. Es una acción recíproca, sobre actitudes que son personales. Es una regla de convivencia básica de una sociedad civilizada.

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