Las cuatro señales que dicen cómo estamos

El rumbo de la economía que está por venir depende mucho de la resolución de la guerra comercial

El ‘viernes negro’ es el mayor día de compras del año y el frío seguro no detendrá a los consumidores.

El ‘viernes negro’ es el mayor día de compras del año y el frío seguro no detendrá a los consumidores.  Crédito: Getty Images

¿Han oído la palabra recesión últimamente? En los medios de comunicación  hablamos de ello como también se ha comentado la posibilidad de que estemos en el inicio del fin del ciclo económico de fuerte crecimiento.

Son hipótesis que se basan en unas señales que transmiten el pulso de una economía que muestran solidez en algunos casos y debilidad en otros. De momento el crecimiento se mantiene aunque se observa desaceleración o ratios modestos de avance ¿Cuáles son las señales que se tienen que observar? las que giran en torno a:

La composición del PIB.

El Gobierno calcula la evolución del PIB trimestralmente y lo hace tres veces en cada ocasión, la última es la más fiable porque tiene más datos para hacer las cuentas. El PIB es el valor monetario o de mercado de los bienes y servicios producidos en cada trimestre. Para ello se contabiliza el consumo privado y publico, lo producido, lo invertido, lo que se lleva a inventarios y la balanza comercial.

Todos esos datos hacen que el PIB sea la medida que más se usa para valorar el momento económico.

Y la tendencia (que es más importante que el dato puntual) es a la baja. El primer trimestre del año el PIB creció a un ritmo del 3.1%, el segundo se rebajó al 2% y la previsión es de que sea el 1.9% en el tercero.

Las estimaciones oficiales de la Fed dejan la evolución del PIB en positivo pero en el rango más débil observado en 2019 para los próximos años.

¿Qué está fuerte y qué débil en el PIB? Son las dos siguientes señales a mirar de cerca.

La marcha de las empresas

El dinero que dedican las empresas en estructuras y producción ha caído fuertemente en el último trimestre y es difícil que se vaya a recuperar. El principal problema es la guerra comercial con la que la Casa Blanca quiere renegociar sus relaciones con potencias como la UE y sobre todo China.

La incertidumbre sobre el consumo que generan los aranceles — que son los impuestos a productos traídos desde el extranjero y pagan los importadores absorbiendo el costo o los consumidores– deja a las empresas en la posición de esperar y ver.

El índice de actividad en las factorías, medido por los gestores de compras, ha ido cayendo hasta que en agosto entró en contracción. La Fed también ha notado este retroceso en sus medidas sobre la actividad industrial.

Los consumidores

Es el motor de la economía. En 2008, con la Gran Recesión, este motor sufrió una fuerte avería pero ahora, gracias a un mercado laboral que crea empleo y un crédito que ha fluido durante años permite que la economía mantenga el rumbo.

Los estadounidenses consumen y mantienen su gasto. Es más, en las últimas cifras del PIB mientras otras referencias caían el consumo subía a un inusual y fuerte ritmo del 4.7%.

Los pilares del consumo están resistiendo. El desempleo sigue bajo (3.7%) y la creación de empleo se mantiene aunque lleva meses rebajándose y en agosto las empresas firmaron menos de 100,000 contratos (más de 30,000 fueron hechos por los gobiernos y de ellos 25,000 temporales).

En el lado positivo, los salarios siguen creciendo (aunque modestamente) y no se están reduciendo las horas de trabajo. Además por primera vez en años, sube la población activa, es decir, personas que no trabajaban se animan a buscar un empleo.

Pero hay un lado negativo. Muchos de los empleos que se crean y los que se han creado no son de altos salarios. Para muchas familias llegar a fin de mes es casi un triunfo.

Los analistas temen que la debilidad en la inversión empresarial se traslade al consumo porque empiece a haber menos contratos y más despidos. La confianza del consumidor medida por la Universidad de Michigan, que se suele reflejar en el consumo, empieza a dar señales de que hay alguna preocupación.

La guerra comercial

Mercados, empresarios (tanto industriales como de comercio) y consumidores están pendientes de cómo se desarrolla este enfrentamiento. Los aranceles ya impuestos han encarecido la cadena de producción que es global. Un componente se puede producir en China pero se ensambla en Michigan y con ello el resultado de la producción americana es más cara.

Las Bolsas están celebrando las aproximaciones a resolver el conflicto y penalizando los pasos atrás de forma superlativa aunque hay que recordar que el mercado de acciones no es la economía.

Lo que si descuenta con más certeza escenarios a corto plazo es el mercado de deuda o bonos.

Los llamados Treasuries o bonos del estado están cotizando mejores perspectivas de futuro a largo plazo que de presente o corto plazo. Se ofrece más rendimiento por deuda que vence en meses que por la que vence a 10 años aunque este horizonte temporal siempre es más incierto por definición.

Siempre que ha habido una recesión meses antes se ha dado este fenómeno llamado inversión de curva de tipos aunque no siempre que se han invertido los tipos ha habido una recesión.

¿Qué hacer en casa?

Es buena idea prepararse para tiempos que no van a ser tan buenos para la marcha de la economía. Es posible que solo se rebaje el avance económico pero no es descartable que haya un bache.

Dado que las tasas están bajas, conviene deshacerse del lastre que puedan suponer las deudas. Pagar las de más alto costo primero (tarjetas de crédito o préstamos personales).

Ahorrar y tener liquidez. No por que los rendimientos de los ahorros en los bancos sean buenos — no lo son ni lo van a ser– sino porque conviene tener liquidez en caso de emergencias en caso de que la situación crediticia se complique o haya riesgo de perder un trabajo. Conviene tener la liquidez de lo que cuesta mantener el hogar un mínimo de tres meses.

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