Nuestra misión cristiana como médicos

Muchos admitieron que ocultaban datos porque se sentían avergonzados.

Muchos admitieron que ocultaban datos porque se sentían avergonzados. Crédito: Getty Images

Como médicos, hicimos el juramento hipocrático de no dañar jamás la vida humana, pero como cristianos debemos ir todavía más allá. En la Biblia abundan historias de Cristo curando diversas enfermedades y aflicciones, y es nuestro deber como cristianos esforzarnos para seguir Sus pasos.

Como médico y también como cristiano y líder de SOMOS —una organización sin fines de lucro, dirigida por médicos y enfocada en el objetivo de ofrecer servicios médicos culturalmente competentes en la Ciudad de Nueva York—, dedico mucho tiempo en meditar sobre la mejor manera de lograr que nuestras comunidades sean tan sanas y saludables como sea posible, a fin de ayudar a cumplir la misión de Cristo de curar a los enfermos. Y creo que la Iglesia es un socio clave para lograr que nuestros barrios se involucren en el propósito de alcanzar su máximo estado de salud.

Apenas el mes pasado, viajé con una delegación de cientos de médicos neoyorquinos a una cumbre en el Vaticano. Allí tuvimos la oportunidad de reunirnos con el papa Francisco y con otras autoridades eclesiásticas para hablar sobre la mejor manera de trabajar juntos para aumentar las oportunidades de acceso a los servicios de salud en beneficio de nuestras marginadas comunidades de inmigrantes. Este diálogo me hizo sentir esperanzado sobre el trabajo que podemos realizar con la Iglesia en todos los niveles.

En la Ciudad de Nueva York, hemos detectado que existe una enorme brecha entre los pacientes latinos y sus médicos con respecto a lo que constituye un buen estado de salud. De hecho, 33 por ciento de los latinos no creen que las personas de su comunidad hayan obtenido la atención médica que necesitan, y 61 por ciento de los médicos piensan que los latinos enfrentan barreras exclusivas que les impiden acceder a los servicios de salud. Pero los latinos no son los únicos residentes con estos problemas, pues hemos observado preocupaciones similares en todas las comunidades de inmigrantes.

Soy más que un médico: también soy un paciente, y un inmigrante. Estoy más que consciente del impacto que la cultura, el idioma, la educación, el ingreso y el estatus migratorio pueden tener en el acceso a los servicios médicos y el manejo de las enfermedades.

Debemos enfocarnos en derrumbar esas barreras de modo que todos los neoyorquinos se sientan cómodos al consultar a sus médicos y tengan la seguridad de que ellos y ellas comprenderán sus preocupaciones y les ayudarán a mejorar su nivel de bienestar. Al atender las disparidades culturalmente específicas y al abocarnos a la construcción de un sistema que logre integrar la atención de alta calidad con el desarrollo de vínculos de confianza entre los pacientes y sus médicos, podremos ayudar a solucionar los problemas prevenibles y tratables que enfrentan actualmente nuestras comunidades, como el hábito de fumar, el asma, la obesidad, la diabetes y la hipertensión. Todo esto teniendo a la Iglesia como un aliado vital.

Sabiendo que son voces autorizadas que comparten nuestra misión y devoción por el mensaje de Cristo de sanar a los necesitados, afirmo que hay espacio suficiente para que los proveedores de servicios médicos y los jerarcas eclesiásticos trabajemos juntos para forjar vínculos de confianza, motivando a los miembros de nuestra comunidad para que consulten y confíen en sus médicos vecinales para tratar sus enfermedades y, así, puedan mantenerse alejados de las salas de urgencia por razones innecesarias. Ya sea por medio de una mayor concientización entre nuestras congregaciones, del patrocinio de eventos vecinales en materia de salud, o conectando directamente a los pacientes con sus médicos vecinales, las oportunidades son infinitas para auxiliar a quienes más lo necesitan: los enfermos, los discapacitados y los inmigrantes, las personas más pobres y vulnerables de la Ciudad de Nueva York, quienes han llegado hasta aquí desde los rincones más apartados y diversos del planeta en busca de una vida mejor y más saludable.

Juntos podemos esforzarnos para crear las condiciones idóneas que nos permitan seguir los pasos de Cristo, y continuar la misión de derrumbar las barreras que aún impiden acceder a una atención médica de calidad para, así, alcanzar un mejor estado de salud para todas las familias, especialmente para las más vulnerables que residen en la Ciudad de Nueva York.

Dr. Ramón Tallaj, fundador y presidente del Consejo Directivo de SOMOS

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