Bodeguero es un ‘Arcángel’ para desamparados de su vecindario en Brooklyn

Cándido Arcángel desde hace 14 años ofrece el sótano de su propia bodega para dar refugio a los "sin techo". Espera en estas Fiestas, que se active la solidaridad de sus vecinos, para tender la mano a los más desposeídos.

El bodeguero Cándido Arcangel lamenta que muchos de sus clientes no volverán.

El bodeguero Cándido Arcangel lamenta que muchos de sus clientes no volverán. Crédito: Fernando Martínez | Fernando Martínez

¿Cuántos desamparados duermen en las calles de la Gran Manzana? ¿En la agonía del año 2019, el drama de los que no tienen techo, se ha profundizado? ¿Son 2,500 los que duermen en las calles, como dicen las autoridades de la Ciudad?

Quizás son muchas preguntas, ante uno de los dramas más visibles de la ciudad. Pero, el dominicano Cándido Arcángel, propietario de una bodega en Borought Park en Brooklyn, prefiere dar respuestas, a su manera.

“Si yo veo en mi camino, o en los alrededores de mi negocio a alguien tirado en la calle, le doy albergue. Le ofrezco un techo“, dice emocionado quien desde hace 14 años acondicionó el sótano de su bodega, como un albergue provisional para los desamparados que rodean su vecindario.

“Yo no sé cuántos desamparados hay en las cuadras de Nueva York. Ni necesito saberlo. Yo trato de que a mi alrededor o por donde yo camino todos los días, no exista una persona que llegue al extremo de morirse de frío”, insiste.

Quien además fue entrenador de baseball para ligas infantiles, narra que especialmente cuando las bajas temperaturas agobian a los más vulnerables, ha alojado en ese espacio a cerca de 20 personas.

“Aquí, por años, he acomodado a muchos de corazón de manera temporal. La mayoría son inmigrantes, que no siempre las cosas le salen bien. Pero, todos necesitamos en algún momento una mano”, relata quien entró a esa misma bodega, hace 28 años, como empleado. Luego con sudor y trabajo, se hizo propietario dirigiendo además de su propio espacio comercial, un refugio para la compasión.

La verdad es que a muchos aquí, no les gusta los desamparados. No quieren saber nada de ellos. Pero yo no puedo caminar, ver gente en esa necesidad tan horrible y pasar de largo”, comenta.

El sótano es un sitio improvisado, pero “ofrece calor en días fríos” como asegura el bodeguero.

“Hay que dar alas”

En el sótano de su bodega, puso un televisor y con lo poco que tiene, sillas y sábanas que ha encontrado, garantiza diariamente que decenas de personas no duerman en las gélidas calles.

Varias sillas juntas, suele ser la cama en este “refugio”, en donde además hay acceso a agua limpia y a un baño.

” Yo sé que yo no voy a solucionar este problema, tan grande de la ciudad. Pero lo que está a mi alcance, lo hago”.

Y realmente ha hecho mucho.

Cándido ha apelado a buscar la solidaridad con sus vecinos en este vecindario, que es un gran enclave de comunidades judías, al sur de Brooklyn. Y por más de una década, ha dado algunos pasos.

“Lo principal para mi es que la personas puedan salir de ese círculo. Por eso me he propuesto crear contactos con mis vecinos que tienen negocios, para que ofrezcan un trabajo, que sea una opción para progresar. Es lo más importante”.

Las historias de superación que han surgido, desde la oscuridad de su sótano, luego de profundas tristezas y vivencias extremas de quienes han perdido todo, inclusive la esperanza, son un eje en la existencia de este bodeguero, que dice estar siempre “entusiasmado”.

En ocasiones en este “albergue” coinciden hasta 14 desamparados.

Allí, han coincidido en noches enteras personas enfermas, que han perdido sus familias y caen en los vicios. Miles de historias difícil de resumir, que Cándido lleva a una sola idea: “tienes frío, estás en la calle, ven que yo tengo un albergue que no es un hotel cinco estrellas, pero allí resolvemos, por ahora”.

El quisqueyano tiene claro que hay que motivar a quienes pasan por una situación difícil, a superar los vicios, y a que entiendan que se trata de una “ayuda provisional.Hay que darle alas”.

“Lamentablemente, lo que yo he visto en mi experiencia personal, es que los vicios son la principal causa de esta situación, pero hay de todo. He observado también a inmigrantes que encuentran un trabajo, se controlan, y terminan rentando hasta su apartamento. Ese paso gigante, que yo he visto, es mi mayor alegría“, aseguró.

Un residente judío de Borought Park, Joshua Brand, de 56 años, sabe de la iniciativa de Cándido: “es algo extraordinario, es contagioso saber que hay personas que sin buscar nada a cambio dedican tiempo a los demás. No es algo común, mucho menos en Nueva York en donde cada quien anda en sus cosas·”.

“Luis” un inmigrante de Guatemala, uno de los desamparados que apenas está rehaciendo su vida, contó que hace un par de años, recibió el soporte temporal de un hombre desconocido que una tarde fría se le acercó para ofrecerle cobijo, cuando estaba en el suelo. Narra que “por más que la vida sea dura para algunos, siempre se encuentra uno en alguna parte con la humanidad. Quizás yo no lo estaría contando”.

El quisqueyano trata de activar la solidaridad en sus vecinos, un importante enclave judío de la Gran Manzana.

Con la solidaridad en el ADN

Para este peculiar comerciante hispano, desde muy temprano, empieza su faena de trabajo para sus clientes, entre la preparación de sandwiches, atender la caja registradora, chequear los inventarios, recibir a los distribuidores, a la par, siempre hay tiempo para garantizar que algunos no tengan como “único techo el cielo”.

Cándido nació en Santo Domingo. Pasó gran parte de su juventud en Venezuela, antes de venir a Nueva York. 

Describe que tiene los mejores recuerdos de su papá y sus tíos, quienes en el cálido barrio Cristo Rey de la capital dominicana, siempre le prestaron mucha atención, desde la humildad, a la misión de ayudar a los más desprotegidos.

“Yo crecí viendo muy de cerca que no se necesita tener fortunas, para poner tu hombro a los demás. Muchas veces nos quejamos pensando que tenemos poco y lloramos. Nos olvidamos de gente que vive en el suelo. Compartir un pan, no nos cuesta”, asegura.

Ese valor de priorizar en su vida a “quienes más sufren”, que al parecer está en su ADN, lo lleva a ser un factor multiplicador.

Comenta que de alguna manera en el vecindario ha logrado involucrar a algunos vecinos, que han entendido que si cooperan “con lo poco o con lo mucho, tendremos un mejor vecindario”.

En estas fiestas, aspira poder recibir el apoyo de vecinos comerciantes e iglesias de la localidad, para ofrecer una cena navideña a sus “huéspedes”.

“Insisto,  para mi es importante alborotar a los demás a que vean los problemas de los otros también. Quisiera tener un par de literas. Me han prometido que las donarán. Ojalá que se pueda”, confesó.

Desde hace un par de años, Cándido ha sido reconocido por medios de comunicación. Su voluntad por quienes viven en el extremo de la pobreza, lo ha puesto en el ojo público, en varias oportunidades.

“Para mi eso es grande, pero no en lo personal, para crecerme, !realmente no!. Lo agradezco, pero espero que sea una forma de que otras personas se motiven a ayudar más”, aseveró.

El drama de los desamparados en NYC

  • 15% aumentó el número de personas que duermen en las calles, de acuerdo con datos de la Coalición por los Desamparados, los “sin techo” ascendieron, desde hace 10 años, a 3,588. Esto significa que este drama se ha agravado en un 7% desde enero de 2014.
  • El número de adultos solteros que duermen en refugios se ha disparado en un 150% desde 2009, llegando a 18,212 en el pasado febrero, avala en mismo informe.
  • 133,284 individuos que pasaron al menos una noche en un refugio de la ciudad de Nueva York, fue una cifra récord histórica que se alcanzó en el 2018, un alza del 61% desde el año fiscal 2002 cuando la cifra fue de 82,808.
  • 5,000 nuevos desamparados estarán en la Gran Manzana en el 2022, en contraste con la proyección de la Ciudad, sino se aplican cambios en los programas sociales, de acuerdo con el reporte Estado de los Desamparados 2019, presentado por la Coalición de Desamparados.

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