Obras literarias: Los viajes satíricos de Swift

Cuadro inspirado en la obra Los viajes de Gulliver.

Cuadro inspirado en la obra Los viajes de Gulliver. Crédito: Sthutterstock

Se puede transformar la sociedad de muchas maneras. A golpe de leyes, de discursos, de cañonazos. Jonathan Swift decidió hacerlo con la sátira, es decir, con el uso literario de la ironía, la hipérbole y el humor, para ridiculizar y fustigar los vicios sociales y políticos. El género satírico contaba ya con maestros insignes: Juvenal, Erasmo, Rabelais, Quevedo. Pero fue el sacerdote anglo-irlandés Swift, “el mayor prosista en lengua inglesa” (T. S. Eliot), quien llevó el género a su cumbre máxima. Con permiso de Voltaire (amigo y admirador suyo), el otro genio satírico del siglo XVIII.

En 1729 publica Swift su mejor panfleto satírico: Una modesta proposición… Tras detallar las condiciones paupérrimas en que viven la mayoría de niños irlandeses, afirma impasible que “un niño tierno, sano y bien criado, constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido”. Es cierto, reconoce, que “este manjar resultará algo costoso”, pero eso lo hace “muy apropiado para terratenientes, quienes, como ya han devorado buena parte de los padres, parecen acreditar los mejores derechos sobre los hijos”.

A través de esta sátira atroz, denuncia la explotación del Gobierno británico y sus clases acomodadas sobre el pueblo irlandés. La exageración del pragmatismo inmoral, desquiciado hasta el absurdo, sirve aquí como altavoz del dolor humano y reclamo de justicia.

Tres años antes, había publicado su obra magna: Los viajes de Gulliver (1726). Este libro de viajes fantásticos, que satiriza sin piedad los peores vicios sociales e individuales, se convirtió, paradójicamente, en uno de los clásicos de la literatura infantil. Los niños aman la creatividad y la fantasía desatada del libro, su estilo directo y llano, y sus juegos con el tamaño de las personas.

Con los habitantes diminutos de Liliput, que luchan encarnizadamente con los blefusquianos por el modo de romper los huevos (por su extremo más ancho o estrecho), satiriza Swift las guerras de religión que asolaron Europa tras la Reforma. Con los gigantones de Brobdingnag, con sus enormes pelos y granos, se muestra cómo hasta la belleza del cuerpo humano deviene grotesca si se observa con el suficiente aumento. Resuena el Eclesiastés: “vanidad de vanidades, todo es vanidad”.

En su viaje a la isla de Laputa, Gulliver encuentra un pueblo de académicos risibles, “ajenos a la inventiva, la imaginación y fantasía” y absortos en especulaciones estériles; hasta tal punto, que sus mujeres les engañan con hombres extranjeros, ante sus narices.

En su último viaje, Gulliver conoce a los caballos Houyhnhnms, guiados en todo por la virtud y la razón, y ajenos a cualquier noción del mal. Eso sí, estos caballos esclavizan a los “yahoos”, los hombres de la isla, a los que utilizan como animales de tiro y a los que se plantean, incluso, exterminar. ¿No escribió Goya que el sueño de la razón produce monstruos? ¿No despreciaban, explotaban y exterminaban, las naciones ilustradas europeas, a otros pueblos del mundo? La sátira de Swift sacudía Europa como un relámpago moral.

Enrique Sánchez Costa es Doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra (UPF, Barcelona). Profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Piura (UDEP, Lima). Autor de un libro (traducido al inglés) y de una docena de artículos académicos de literatura comparada y crítica literaria.

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