Editorial: El peligro de los medios sociales
Estamos en época electoral. Hay que limitar la alianza viciosa entre los medios sociales y políticos como Trump
Abrimos nuestra cuenta de Facebook y nos vemos en una foto con alguien, festejando un supuesto “quinto aniversario de su amistad”.
¿Cómo lo sabe Facebook? Porque nos sigue, gracias a nuestra propia cuenta.
Facebook, Inc. es una empresa privada con sede en Menlo Park, California, propiedad de Mark Zuckerberg, con 2,500 millones de cuentas.
Le sigue Twitter, cuyas acciones se venden en la bolsa de Valores bajo TWTR.
Que Facebook y Twitter posean nuestra información personal ya no sorprende. Hasta puede gustar. Debería alarmarnos.
Un ejemplo del daño que el poder concentrado en manos de estas compañías puede causar son las elecciones de 2016. Rusia conspiró para que Trump ganara manipulando información, diseminando falsas noticias e incitando a la confrontación. Para ello utilizó miles de cuentas de medios sociales.
Se acercan las elecciones presidenciales de noviembre. Las opciones son dramáticas. El electorado está dividido. Trump es el peor presidente de Estados Unidos, fuente de discordia y hostilidad, adalid de la extrema derecha, un peligro para la democracia.
Y podría ganar otra vez la mayoría de electores y la reelección.
Para ello, el proceso electoral podría ser encendido como antorcha por una ola sin precedentes de falsedades y odio en Facebook y Twitter. Su procedencia no se limitaría a ciudadanos privados, ni a agencias de espionaje extranjeras. Puede venir del propio gobierno federal.
El Presidente es un reconocido maestro en la propaganda electoral. Según Andrew Bosworth, vicepresidente de Realidad Virtual de Facebook, en 2016 Trump “dirigió la mejor campaña de propaganda digital que he visto”, lo que le permitió ganar los comicios.
Ante esta situación se impone limitar la alianza viciosa entre los medios sociales y estos políticos.
Efectivamente, Twitter, después de negarse a certificar la veracidad avisos de candidatos, anunció el cese total de propaganda política. Sin embargo, Facebook solo promete “limitar” la cantidad de anuncios políticos que veremos.
La razón está a la vista. Es dinero, en inimaginables sumas. Los medios sociales reciben la mayoría de los gastos de campaña de los candidatos. Y Facebook antes que otros.
Así las cosas, se pone en manifiesto la existencia de una especie de gobierno paralelo al del estado nacional. El de corporaciones que manipulan la información masiva, tanto poseyendo datos sobre cada uno de sus millones de usuarios, como vendiendo esa información, como permitiendo que se nos mienta.
Hay un error generalizado: que Facebook (y otros medios sociales pertenecientes a otras empresas similares) es un paladín de la libre expresión y de los intereses del hombre de la calle, cuando su razón de existir es producir ganancias para sus propietarios, para lo cual, sí, necesita el libre flujo de ideas.
Esta situación solo puede comenzar a solucionarse si se presiona a los medios sociales para cambiar su actitud, por medio del poder de los consumidores. Pero finalmente, las decisiones deben hacerse mediante “regulación gubernamental aplicada a lo ancho y largo de la industria” por parte del gobierno.
Palabras del mismísimo director de productos de Facebook, Rob Leathern.
La acción debe empezar ahora, a nivel nacional y estatal, como lo hace California con su nueva Ley de Privacidad del Consumidor, que se puso en efecto este 3 de enero.