Cuestión de perspectiva

Ni Sanders, ni Biden son los enemigos.

Ni Sanders, ni Biden son los enemigos. Crédito: JIM LO SCALZO | EFE

Estamos atravesando territorios inéditos, e inéditos son el presidente que nos gobierna, el virus que nos acecha, las elecciones que se aproximan.

No hay un solo día en que el presidente no nos sorprenda, o nos asuste. Preocupan su facilidad para faltar a la verdad, sus ataques a la prensa, su desdén por la ley, su racismo sin sentido, su empecinamiento por contaminar el planeta.

Preocupa también la llegada del nuevo virus, cuyo nombre primero escuchamos al pasar y hoy nos obsesiona. Preocupa la respuesta tardía del gobierno a la pandemia y la manipulación de la información. En la actualidad, no hay suficientes exámenes para determinar si una persona tiene el Covid-19, y la desconfianza en la manera en que el gobierno está manejando la situación amenaza al mercado.

Cuatro años más de esta administración serían devastadores. Devastadores para los derechos de mujeres, inmigrantes, trabajadores, para la salud del planeta, para el acceso al cuidado de salud, para la composición de la Corte Suprema. Cuatro años más son impensables para millones de estadounidenses.

Si bien cuesta creer que haya personas que aún piensan votar por Trump, lo entiendo. Entiendo que no todos somos iguales, y que las circunstancias que nos rodean moldean nuestras perspectivas.

Lo que me cuesta creer más aún, y no entiendo, es que haya quienes que, a pesar de estar totalmente en desacuerdo con las políticas de esta administración, declaren que si su candidato no gana las primarias, prefieren que gane Trump.

Leo en las redes sociales a cientos de personas que juran que antes de votar por Biden prefieren que se quede Trump y no lo puedo creer. Me alarma la actitud.

Mi primera opción no fue ni Biden ni Sanders, sino Warren. Lamentablemente este país aún no está preparado para una mujer en la Casa Blanca. Las mujeres con educación, coraje y nuevas ideas aún intimidan a muchos y a muchas.

Pero eso no significa que voy a renunciar a mi derecho de votar. Hay mucho en juego y demasiado que perder. Ni Sanders, ni Biden son los enemigos. No podemos fomentar o siquiera insinuar divisiones entre nosotros.

Desde mis años en Argentina, más de una vez sentí que tenía que votar por la opción “menos mala”. Contadas veces mi candidato preferido salió elegido, pero eso no me disuadió de votar. Sigo haciéndolo porque no es sólo al presidente a quién elegimos, elegimos también al Senado, al Congreso, a quienes elegirán a la próxima jueza o juez de la Corte Suprema.

No dejemos que una pasión nos robe otros cuatro años de nuestras vidas. Votemos a quién sea que gane las primarias demócratas. Tenemos que salir de esta lo antes posible. Ya habrá tiempo para empezar la Revolución.

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