Ex modelo hispana denuncia abusos en centros de detención ICE

Buscando asilo del país que genera más refugiados en América, jamás imaginó lo que viviría al cruzar de México a EE.UU.

Paola Ivana Seco, antes en pasarela y ahora, detenida en Texas.

Paola Ivana Seco, antes en pasarela y ahora, detenida en Texas. Crédito: FAMILIA SECO | Cortesía

Paola Ivana Seco, venezolana de 34 años, se encuentra detenida en Texas desde que hace 13 meses ingresara por la frontera con México para solicitar asilodebido a la situación de violencia y opresión política” en su país.

En ese lapso ha estado recluida en Karnes County Residential Center, South Texas ICE y, actualmente, Laredo Processing Center.

“En agosto de 2019 fui víctima de acoso y abuso sexual”, afirma Seco en una carta escrita a mano que envió este mes de junio. Sus palabras han sido confirmadas vía telefónica desde Caracas por su madre, Zoraida Seco; y por “Xiomara”, otra venezolana solicitante de asilo que la conoció estando detenidas en Karnes.

Según el último informe de la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR), Venezuela es el país americano con más desplazados, con una proyección de 6 millones de personas para finales de 2020. A nivel mundial, sólo Siria la supera.

En EE.UU. actualmente (13 de junio) hay 23,925 ciudadanos venezolanos “no detenidos” que tienen expedientes con el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y 310 más bajo custodia. Entre ambos grupos suman 4,299 casos con órdenes de deportación, la mayoría de ellos “en libertad”, detalló la portavoz Mary Houtmann.

Es la situación de Xiomara, quien actualmente se encuentra en Queens (NYC) bajo “supervisión”, con una orden de deportación que no se puede ejecutar dada la falta de relaciones diplomáticas y vuelos entre EE.UU. y el régimen de Nicolás Maduro.

Ese detalle coloca a los indocumentados venezolanos en un limbo jurídico de especial vulnerabilidad.  Al detenerme “Me quitaron el pasaporte”, relató la inmigrante de 46 años. Y agrega que tampoco ha recibido apoyo de ninguna autoridad de su país natal.

EE.UU. no ha tenido embajador en Caracas desde 2010. Aunque no hay relaciones con Maduro, la Casa Blanca ha reconocido a los representantes diplomáticos del presidente (E) Juan Guaidó. El actual Director de Asuntos Consulares, Brian Fincheltub, respondió al ser consultado que los venezolanos con expedientes de ICE no se encuentran abandonados por su país, estén o no libres.

Enumeró una serie de acciones que dicen realizar, incluyendo: visitas y llamadas a detenidos para constatar su estado de salud y situación; “comunicación diaria con familiares”; seguimiento de casos con problemas de salud delicados “para verificar que su bienestar esté resguardado”; contactos con abogados pro bono y ONGs; comunicación con ICE en “apoyo para que se conceda la liberación del detenido (y) nos dirigimos a las autoridades de alto nivel dentro de EE.UU. reiterando que es necesaria una medida de protección colectiva que permita regularizar el estatus migratorio de todos los venezolanos”.

Ello en referencia a un ansiado y esquivo TPS (estatus de protección temporal), beneficio provisional que permite a inmigrantes de determinados países que ya están en EE.UU. vivir y trabajar legalmente de forma transitoria.

“Las cucarachas son nuestra compañía”

Paola pertenece al grupo de los 310 venezolanos detenidos, y desde esa situación denuncia malos tratos, aprovechando que no está incomunicada. “Un empleado de GEO (entidad que opera centros residenciales en nombre de ICE) en tres oportunidades, abusando de su poder, me envistió cuando le daba la espalda para tocarme el trasero. (Yo) tenía miedo de denunciar y ser trasladada a una cárcel, que era lo que nos decían si no obedecíamos. Pero cansada y con temor de que me hiciera algo, decidí denunciarlo”, relató en su carta enviada desde Laredo.

Seco afirma que la investigación que siguió reveló dos videos “donde captaron al empleado (…) A pesar de todas las pruebas llegaron a la conclusión de que fue accidental. Todavía me pregunto cómo algo así tan grave no fue castigado”.

Asegura que desde entonces ha pasado la mayoría del tiempo medicada y en sesiones psiquiátricas, “para sobrellevar los ataques de pánico y ansiedad como secuelas”.

En su siguiente centro de reclusión, en Pearsall (South Texas), Seco afirma que “fui víctima de abuso de poder por parte de las guardias de seguridad al negarme a ingerir alimentos. Fui esposada y trasladada al ‘Pozo’, una celda de castigo”.

En mayo fue enviada a Laredo, “debido a los contagios de COVID-19 (…) Aquí me encuentro en la actualidad, apartada de la población general en un grupo de 17 mujeres, por tener condiciones médicas, las cuales nos hacen vulnerables”.

Aunque en teoría ese grupo es observado de manera particular para evitar contagios, Seco afirma que la vestimenta que les dan “es usada y rota; la ropa interior está manchada de fluidos y sangre de otras personas, los zapatos rotos, las cobijas desgastadas. Pasamos mucho frío, casi dormimos en el metal de las literas. Las cucarachas son nuestra compañía. La alimentación está en muy mal estado, lo que nos obliga a comprar” de la proveeduría con su propio dinero.

Según explica su madre, Paola sigue detenida porque a última hora la fiscalía apeló el estatus de refugio que le habían otorgado bajo la normativa del Comité contra la Tortura (CAT/ONU). Xiomara asegura que “una jueza que sí conocía la realidad venezolana” le dio también a ella respuesta positiva a su pedido de asilo, pero la fiscalía logró revertirlo.

“Paola ganó el caso y yo perdí. Me liberaron por el coronavirus con orden de supervisión porque no hay deportación para Venezuela”, reitera Xiomara al comparar su situación con la de su paisana. Ahora ambas tienen un mismo abogado boricua.

En Caracas, Xiomara trabajaba en un Registro Mercantil, donde asegura la corrupción era parte del menú diario. También afirma que fue víctima de un secuestro y robo. “Me lancé de un carro en movimiento para que mi hija no quedara huérfana”.

Al llegar a visitar a su hija con visa de turista, Xiomara fue detenida y deportada desde el mismo aeropuerto JFK de Nueva York en febrero de 2019. Cinco meses después, volvió a intentarlo. Esta vez sin visa y pagando $1 mil dólares a un coyote mexicano en Reynosa.

El “servicio” consistió simplemente en lanzarla al río con su hermano, con lo puesto.  “No se lo recomiendo a nadie. Te montan en una balsa inflable y te lanzan… Nos robaron el equipaje. Todavía casi no tengo ropa, no he podido comprar. ¿Qué crimen cometí yo? Te sientes como un criminal cuando vienes buscando ayuda. No te imaginas lo que vas a pasar. Todo lo que vi nunca lo imaginé”.

Después de los sinsabores, incluyendo dormir en el piso, levantarse a gritos a las 4:30 a.m. para poder desayunar y estar una semana sin ducharse para evitar los baños desaseados de los centros de detención de inmigrantes, Xiomara reflexiona: “Aprendes a valorar muchas cosas cuando estás allí adentro. Yo en Venezuela tenía unas rutinas de belleza…”, dice con sonrisa triste, ratificando las denuncias de su amiga. “Yo sufro por Paola”, afirma.

“No llores… tranquila, que aquí ayudan mucho a los venezolanos”, le dijo un oficial dominicano a Xiomara en su primer centro de custodia. La realidad le ha demostrado lo contrario. En sus largos días detenida, “Me puse a trabajar para entretenerme: me pagaban $1 dólar al día por limpiar los baños y servir la comida, de lunes a lunes. Con ese dinero compraba comida”.

Los guardias “Te echan los perros (te coquetean, en juerga venezolana). Y tú tratas de ser amable para que te traten bien. Hacer caso es importante, así te respetan”, resume Xiomara como estrategia agridulce.

Antes de emigrar a México, Paola se dedicaba al alquiler de cabañas y venta de frutas en La Colonia Tovar, un idílico pueblo turístico alemán en las afueras de Caracas. Su actual situación dista de la que conoció en su juventud, cuando tuvo experiencia en el modelaje, gracias a su estatura de 1.72.

“Ella estuvo en el Miss Venezuela, pero cuando se puso demasiado flaca, la retiré. Después participó en el Miss Bandera Internacional, en República Dominicana”, evoca su madre. Y agrega que la mala comida que ahora recibe su hija le ha causado problemas de sodio y retención de líquidos. “Los días son una eternidad en un sitio de esos… No le dan seguridad de salir de allí”, afirma la señora Zoraida desde Caracas.

“El abogado me dijo: ‘Tienes que ser fuerte, está rudo, no están pasando los casos. Pero no hay deportación a Venezuela y eso es un punto a favor”, reitera Xiomara en Nueva York.

“Quizá sufra represiones por haber hecho estas declaraciones públicas (…) Pero somos seres humanos y no merecemos tantos maltratos y humillaciones”, cierra la carta de Paola desde Texas.

Para solicitar apoyo a cualquier ciudadano venezolano detenido en EE.UU. está disponible este correo consular: mandatorynotification@us.embajadavenezuela.org

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