Un pacto para reabrir bares y restaurantes con seguridad y equidad para los trabajadores

Dueños de negocios y trabajadores piden que se elimine el salario submínimo por debajo de $15 la hora

La chef Eliza Lyew acaba de abrir su dulcería Elisa's Love Bites en el East Village y dice que el COVID ha mostrado la crisis del sector de los servicios.

La chef Eliza Lyew acaba de abrir su dulcería Elisa's Love Bites en el East Village y dice que el COVID ha mostrado la crisis del sector de los servicios. Crédito: Cortesía

Reabrir y reactivar cafés, bares, restaurantes y locales de ocio nocturno no va a ser fácil y de hecho aún no hay servicio interior en Nueva York mientras se acumulan deudas por impago de renta y otros costos. Los dueños de los negocios hacen frente a fuertes gastos cuando no hay casi ventas y los trabajadores se encuentran con menos trabajo o siguen sin encontrarlo, algo que para muchos es un callejón sin salida porque no les llegan las ayudas en marcha.

Las cosas están difíciles para todos y una serie de empresarios y trabajadores del sector, apoyados por la organización One Fair Wage, quieren poner los cimientos para que cuando empiece a rendir fruto el esfuerzo que se hace, también se mejore la situación para todos. Para ello creen que cuando sea seguro abrir los negocios también se haga con unas condiciones laborales equitativas que permitan la rentabilidad.

“La crisis nos ha enseñado que la justicia social no existe”, dice Elisa Lyew. Ella es la dueña de la dulcería Elisa’s Love Bites y forma parte de un grupo de 50 empresarios que está de acuerdo con los empleados en que los negocios hay que hacerlos de otra manera a la que se viene haciendo. El jueves algunos de estos empresarios se dieron cita en Harlem con empleados para hacer llegar la propuesta a los representantes del Estado de Nueva York de que la apertura coincida con el final del salario mínimo de propinas, que está por debajo de los $15 la hora para el resto de trabajadores.

Al gobernador Andrew Cuomo le van a entregar una propuesta en la que además de la adopción de un único salario mínimo para todos los neoyorquinos, se permita que se compartan propinas con los trabajadores de la cocina, se dé un alivio fiscal a los impuestos a las plantillas en el sector y se permita cobrar un sobrecargo del 5% para ayudar con las reaperturas.

Los organizadores de esta plataforma explican que muchos trabajadores han tenido que volver a sus empleos pero están cobrando unas propinas muy reducidas. Lyew además apunta que muchos salarios en el sector son tan bajos que muchas personas no presentan sus impuestos y se han quedado sin el cheque de alivio fiscal. Otros por la informalidad de sus trabajos no pueden cobrar el seguro de desempleo.

En la dulcería de esta chef panameña, especializada en productos con azúcares naturales y sin gluten, los cinco empleados que tenía han cobrado $15 la hora además de la propina. “En Nueva York el submínimo ronda los $10 la hora”, dice con rechazo, “pero en otros lugares del país se pagan unos $3 y es legal”.

Ella no estuvo ayer en el evento de Harlem porque era el mismo día para el que tenía  prevista la retrasada apertura de un nuevo local. A Lyew el COVID le sorprendió mientras trasladaba su negocio desde Bushwick, a la calle 9 de Manhattan.

Después de cinco años en Brooklyn se había planeado la llegada al East Village pero esta se vio retrasada por la pandemia. “Tuve suerte porque el broker negoció varios meses sin pago de renta, no sé cómo se podría haber pagado sin ventas”, explica. El local se lo entregaron en marzo pero las obras no empezaron hasta mayo. Ella misma sufrió el COVID pero ayer estaba esperanzada al poder abrir sus puertas muy cerca de un parque, algo que confía que ayude con las ventas a una nueva clientela.

De momento solo tiene un empleado. “No puedo hacer promesas de que puedo recontratar, no tengo planes como si todo fuera normal”, dice refiriéndose a la incertidumbre con la que funciona una economía a merced de un virus.

Lo que tiene claro es que cuando tenga capacidad de reorganizar la fuerza laboral que necesita quiere dar beneficios “como a cualquier otro trabajador y dos días libres por semana”. “No sé cuándo se decidió que los profesionales de los servicios no tienen los derechos que tiene el resto”, explica. “Todos somos profesionales”.

No es algo que hoy esté a la vuelta de la esquina. “Creo que me va a costar porque he tenido gastos y ahora solo tenemos otro mes sin pagar renta”, explica. Para su nuevo local tenía pensado poner unas sillas dentro para el café pero ahora tiene dos fuera en la calle donde servirá cinco días por semana ya que cerrará el domingo y el lunes.

Pese a esa incertidumbre, la chef repostera dice que no cobraría el recargo por apertura que se pide en la petición a Cuomo. “No quiero agregar porcentajes al costo del cliente”, dice.

En lo que está de acuerdo es en el alivio fiscal por la plantilla (payroll tax) a quienes paguen el salario mínimo completo y otro de los impuestos de propiedad que pagan los inquilinos que están al sur de la calle 96 de Manhattan y que se quiere eliminar en estos días.

Lyew, que comenzó como empresaria cuando en 2015 incorporó una actividad que hacía a la vez que su trabajo como chef, dice que le encanta ser empresaria y que no querría no serlo, pero sí explica que ahora es más difícil.

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