A joven madre le imponen castigo de seis meses para recibir trasplante

Para sus padres, esa espera es una condena de muerte

Erika Murcia muere esperando un trasplante de hígado para poder vivir.

Erika Murcia muere esperando un trasplante de hígado para poder vivir. Crédito: Julio Murcia | Cortesía

LOS ÁNGELES – Erika Murcia, una joven madre se debate entre la vida y la muerte en el área de cuidados intensivos del Hospital Ronald Reagan de UCLA. Su vida depende de un trasplante de hígado, pero una regla administrativa le impone seis meses de castigo para recibirlo debido a sus problemas con el alcoholismo.

“Esta regla sin lógica alguna mantiene a mi hija al filo de la muerte”, dice desesperado Julio Murcia, padre de Erika.

“La consideran como responsable de su propia enfermedad, el alcoholismo, ignorando que muchas personas se refugian en el alcohol por una pena, un problema, acoso, o sencillamente como una forma de escape”, señala.

Erika tiene 30 años de edad. Es madre de Nathan de seis años y Delylah de dos años. Nacida en Estados Unidos, hija de padres que emigraron de El Salvador, estudió para asistente médico y enfermera. 

“Desgraciadamente hace dos años se juntó con un hombre vicioso que no trabajaba. No sabemos qué clase de vida vivió con él. Es probable que haya bebido durante ese tiempo, no lo sabemos, pero es posible que ella desconociera su situación y eso la agravara”, dice el acongojado padre.

Erika Murcia al lado de sus padres e hijos. /Cortesía Julio Murcia

El 11 de julio les avisaron que Erika estaba muy grave en el Hospital Presbiteriano de Los Ángeles. Al día siguiente la trasladaron al Hospital Reagan de UCLA.

El diagnóstico fue cirrosis, y la única forma de salvarse es el trasplante de hígado. Por ahora la tienen entubada y bajo sedantes”.

Cuando todavía podía hablar, su hija les platicó que en lugar de darle ánimos, los médicos y trabajadoras sociales le decían frases tales como: “Te queda tanto tiempo de vida”; o “Vete despidiendo de la gente que te quiere”. Por el contrario, comenta que han sido las enfermeras las que la han motivado y confortado. “Han sido muy amables con ella”.

Agobiado por los sentimientos, Julio lamenta que una regla administrativa decida quién vive y quién muere.

Nathan y Delylah, hijos de Erika Murcia. /Cortesía Julio Murcia

“Un reciente estudio piloto demostró que el trasplante hepático temprano mejora la sobrevivencia de los pacientes con un primer episodio de hepatitis alcohólica grave que no responde a la terapia médica”, dice.

Y lamenta que los galenos pierdan la humanidad. “Eso es terrible. Los médicos prestan el Juramento de Hipócrates y se comprometen a anteponer la vida por sobre cualquier otro interés”, dice.

Observa que se olvidan que los gobiernos permiten, y en algunos casos fomentan el consumo del alcohol porque es una gran ganancia en impuestos y multas. “Después tristemente ignoran a las personas que han caído en las garras de este vicio”.

Erika Murcia durante su graduación. /Cortesía Julio Murcia

Confía que él y su esposa se encuentran completamente abatidos: “Hemos escrito al gobernador Gavin Newsom y al alcalde Eric Garcetti en busca de ayuda. Nos sentimos tan mal que en muchas ocasiones, mi esposa y yo hemos regresado del hospital a la casa, llorando a moco partido en el carro. Mi hija es joven. Se supone que los hijos nos deben enterrar a los padres, no los padres a ellos”. 

Erika es la más chica de dos hijos de los esposos Murcia, quienes se han hecho cargo de sus dos nietos. “Servicios Sociales nos preguntó si podíamos cuidar a los niños, y claro que sí”.

Julio hasta se ofreció a donar parte de su hígado a su hija, pero debido a su edad, 75 años, no fue considerado. “Yo ya viví, solo quiero que mi hija viva”, dice. Y explica que el hígado se parte por la mitad a la hora de una donación, y ese órgano se vuelve a reconstruir. 

“Mi esposa Roselia no puede donar porque tiene hígado graso, y eso que nunca ha bebido”. 

Julio ha llegado a preguntarse, si el problema de su hija no será hereditario, ya que su abuelo murió de problemas alcohólicos.

Enrique Rivero, portavoz del Hospital Ronald Reagan de UCLA dijo que debido a las leyes de privacidad del paciente, UCLA Health no discute si una persona en específico ha sido tratada o evaluada.  “UCLA Health es muy exitosa para asegurar la más alta probabilidad de éxito con los trasplantes y por lo tanto hacer el mejor uso del número limitado de órganos donados”. 

Pero dejó en claro que a los pacientes con una historia de abuso de sustancias se les requiere que demuestren seis meses de sobriedad antes de recibir un trasplante. “Seis meses es un espacio de tiempo normal y es el tiempo que mayormente demandan las aseguradoras”.

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