No hay mesa para tanta gente: es la crisis de los restaurantes

Es inexplicable que se exija una medida tan radical

Diana López, quien trabaja en la panadería J & M de Astoria, vecindario que ya fue declarada como Zona Amarilla

Diana López, quien trabaja en la panadería J & M de Astoria, vecindario que ya fue declarada como Zona Amarilla Crédito: Edwin Martínez | Impremedia

Es cierto que necesitamos ser pacientes y acatar las medidas para contener el Covid-19 que ya infectó a más de 16 millones y le quitó la vida a casi 400 mil personas solo en los Estados Unidos. 

Pero parece que no sólo el virus se ensaña con las minorías como los hispanos, porque las medidas para frenar la pandemia también son más severas y dañinas para pequeños empresarios como los dueños de los restaurantes.

El alcalde Bill de Blasio y el gobernador Andrew Cuomo creen que prohibir a los comensales bajo trecho de los restaurantes neoyorquinos ayudaría a contener la pandemia; mientras olvidan que comer afuera era divertido en el verano, pero con las bajas temperaturas del invierno ¿A quién le gusta la comida helada? 

Y aunque por fortuna los centros comerciales y almacenes de grandes marcas pueden abrir en esta temporada de fiestas decembrinas, los dueños de los restaurantes tienen que ingeniárselas para ofrecer comida caliente, conservar los clientes, pagar el arriendo y la nómina, entre otros.

Apoyamos las decisiones para acabar esta crisis de salud, pero no hace sentido que los dueños de restaurantes, muchos de ellos hispanos, que llevan años luchando para sobrevivir en la Gran Manzana, ahora tengan que rechazar a sus clientes.

Es inexplicable que se exija una medida tan radical en momentos en que todos esperamos sobrevivir y cuando según el rastreo de contactos, los contagios en los restaurantes son apenas el 1.4%, mientras las reuniones en las casas serían culpables del 74% de los casos.

No es fácil controlar un virus tan mortal y traicionero como el covid-19, se pega porque se pega: en el aire, en la calle, con las cosas que tocamos y hasta por estrechar las manos en un saludo cordial.

Pero si las autoridades sienten que no pueden controlar el virus, tampoco es justo que le pasen la responsabilidad a los hombros de estos comerciantes.

La National Restaurants Association puso el grito en el cielo y se quejó argumentando que unos 11.000 negocios ya cerraron definitivamente por la pandemia que los sacó de combate en este 2020.

Y como guerreros en plena batalla los restauranteros hacen todo lo que les exigen para mantenerse en el negocio: bajaron la clientela al 25% al tiempo que aumentaron los gastos para poder atender con mesas afuera de sus locales, intentando evitar mandar a la calle a sus empleados. ¡Qué más quieren!

(La autora -que utiliza un pseudónimo- es una periodista radicada en Nueva York)

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