Resumen 2020: Y llegó un virus que hizo trizas la mayor expansión económica

La pandemia ha afectado la salud y la economía de los más vulnerables, algo que ha afectado de forma notable a la comunidad latina

En vecindarios de Queens ha bajado la frecuencia de distribución de comida.

En vecindarios de Queens ha bajado la frecuencia de distribución de comida. Crédito: Fernando Martínez | Impremedia

2020 empezó con el augurio de ser un año más de la mayor expansión económica para EE UU. Más débil que los precedentes, pero de crecimiento al fin y al cabo. Y llegó el virus, aquel coronavirus que apareció en China a finales de 2019, y se instaló a finales del invierno en el país. Entonces, todo cambió.

Todo empeoró muy rápida y dolorosamente.

Las primeras medidas de distanciamiento social y el casi total cierre de la actividad económica a finales del invierno y principios de primavera llevaron al comité de ciclos de la NBER (National Bureau of Economic Research) a emitir un juicio veloz sobre la situación. En febrero se llegó al pico del crecimiento del país y, a continuación, se entró en una recesión.

La peor desde la Gran Depresión del siglo XX, es decir, peor que la Gran Recesión del 2008.

La expansión se hizo trizas.

La COVID ha marcado el ritmo al que se mueve el mundo y desde luego EEUU. La enfermedad ha sido y es la variable macroeconómica más importante, bien porque obliga a un cierre de actividad para reducir los contagios bien por la falta de demanda que obliga a reducir la oferta, es decir, la producción.

En abril se perdieron 20.5 millones de puestos de trabajo y la tasa de desempleo aumentó en 10.3 puntos porcentuales hasta el 14.7%.

Nunca en la historia se había producido un deterioro tan extenso y tan rápido del mercado laboral. Se calculaba entonces que la tasa real de desempleo, que se estima añadiendo a la ecuación a aquellos que dejan de buscar empleo activamente, rondaba el 20%.

Con el 18.9% de tasa de desempleo, la de los latinos fue la nota más dramática de aquel momento. El 14.2% de los blancos estaba sin empleo. En el caso de las mujeres, la estadística era más elevada aún.

Y en esas cifras no entraban todos. Miles de indocumentados perdían sus trabajo y sus salarios, mujeres sobre todo: asistentas de hogar, cuidadoras de niños y mayores han perdido durante meses sus empleo sin tener más recursos que la generosidad de sus patrones (cuando la ha habido) o la de organizaciones comunitarias.

El desempleo se ha ido recuperándose desigualmente (la tasa quedó en 6.7% en noviembre y 8.4% en el caso de los latinos) pero está lejos de estar normalizado en los niveles anteriores a la crisis.

Muchas personas han dejado el mercado laboral, sobre todo mujeres que se han convertido en la red social de sus familias. Cuando ha vuelto a subir la incidencia de la enfermedad, a finales de año, el desempleo han vuelto a subir los despidos. Hoy hay más de 20 millones de personas cobrando la colecta cuando el año pasado en estas fechas estaban en esta situación 1.78 millones de personas. Sin un estímulo fiscal antes de fin de año, el día 26 de diciembre se quedarán sin ello.

En octubre, las previsiones del FMI apuntaban a que la contracción mundial sea del 4.4% y en el caso de EE UU del 4.3%.

Pero la pandemia también ha tenido otro efecto económico: no solo ha acabado con la expansión sino que ha afeado la cara de esta al mostrar una realidad que se conocía pero que nunca había sobresalido tanto con tanta crudeza, la profunda desigualad sobre la que se apoya.

El virus ha sido cruel desde el punto de vista médico con las personas de salud más vulnerables.

Y también las consecuencias económicas de la COVID han sido más duras con los que partían con una condición subyacente de vulnerabilidad como bajos salarios, escasos ahorros, falta de seguro médico, viviendas pequeñas para familias extensas (¿cómo si no pagar la renta?) y escasa protección social o ninguna. Muchos de ellos dejaron de trabajar durante meses y siguen trabajando menos horas.

Otros han estado más expuestos al virus ya que a muchos de los más vulnerables económicamente también se les ha considerado como trabajadores esenciales y presenciales.

Muchos de los trabajadores esenciales han tenido que dejar sus casas y apartamentos para atender unos empleos que han permitido que, por ejemplo, siga habiendo comida en los supermercados, haya funcionado el transporte público y se hayan limpiado los hospitales a rebosar de enfermos.

Esenciales pero vulnerables y mal pagados. Es la cruel ironía que deja esta pandemia.

En este sentido ha habido una intersección entre la situación económica y la raza o etnia que ha hecho que los latinos y los negros sean doblemente víctimas ya que son los que normalmente tienen estos empleos.

Ayudas Económicas

Ante una crisis semejante los estados pueden y deben ofrecer la asistencia económica necesaria. Es una enseñanza que queda como legado de anteriores crisis.

Los tres estímulos fiscales, aprobados por el Congreso en Washington, y sobre todo el tercero, el CARES Act, dieron un respiro inmenso a buena parte de las personas más vulnerables y a la clase media que está viendo durante esta crisis lo precario de su posición. La ayuda extra y ampliada por el desempleo, el cheque de ayuda directa, las transferencias a los estados y los préstamos condonables a las pequeñas empresas permitieron llegar con oxígeno a al verano a todos los contribuyentes con seguro social. E incluso redujeron las tasas de pobreza.

Los indocumentados, que pagan unos $79,700 millones en impuestos federales anualmente y $41,000 en estatales, se quedaron sin esa extensión temporal de la red social para la pandemia. El último estímulo aprobado por el Congreso el 21 de diciembre– tarde, escaso y muy temporal–, da un cierto alivio a los indocumentados en familias mixtas ya que estas pueden recibir el cheque directo (de $600 por contribuyente con seguro social y los hijos si son estadounidenses) y con carácter retroactivo al CARES Act.

El problema es que a cierre de esta edición, el presidente, Donald Trump ha decidido no firmar la ley que contiene el alivio fiscal. Trump, que no se ha involucrado en las negociaciones, dice que el cheque de $600 es escaso y quiere $2,000 pero todo apunta a que es una batalla con su propio partido.

A este momento de indefinición se llega cuando las necesidades han dado lugar a largas filas ante los bancos de alimentos. Las filas del hambre. En Bronxworks, una organización sin ánimo de lucro en uno de los condados más penalizados por la doble crisis, El Bronx en Nueva York, han tenido que dar números para ir a recoger donaciones de comida. Fue la única manera de organizar la distribución que es diaria, y no cada dos días como antes. 

Con la agonía que da el hambre (casi 13 de cada 100 personas sufre insuficiencia alimentaria) o la amenaza de perder la casa (9 de cada 100, según cifras del censo) durante meses se  siguieron las noticias del posible acuerdo en el Congreso para este mínimo de ayuda final, un puente de apoyo al año que viene con el que insuflar oxígeno a los americanos, evitar que millones de desempleados se queden sin ingresos y ampliar la moratoria de desalojos por impagos.

Esa ayuda mínima pende ahora de la situación creada en el partido republicano y Trump.

En otro giro cruel, algunas de las medidas puestas en marcha por las autoridades para evitar males mayores han ido a beneficiar a quienes no necesitaban mucho sobre todo el dinero barato de la Reserva Federal que dejó las tasas de interés en el 0% en marzo.

Entre febrero y marzo los principales índices de la bolsa de Wall Street, el S&P 500, el Dow Jones y el Nasdaq cayeron un 35%, un 38% y un 30% respectivamente. Además, en un momento surrealista de la primavera, el precio del petróleo se vino tan abajo que fue negativo, es decir que los vendedores pagaba por deshacerse de los barriles.

Pero en apenas meses todos estos índices se recuperaron y de hecho llegaron a cotas récords, como si no hubiese crisis. Al cierre de esta nota, el índice Dow Jones estaba un 5.6% por encima de su valor hace un año, cuando no hablábamos de pandemia. El S&P500 un 15% por encima del que tenía hace un año y el Nasdaq está un 43% por encima de su valor entonces. Es más, quien invirtió en este índice el 20 de marzo, uno de los días más bajos de la crisis, ahora mismo tiene un retorno de su inversión que ronda el 85%.

Así no es de extrañar que quienes vivan de esas rentas y no solo de las de su trabajo sean cada vez más ricos. La agencia Bloomberg detallaba que las 500 personas más ricas son $813,000 millones más ricos ahora que el 1 de enero.

La fortísima desigualdad es un fenómeno mundial pero en EE UU es muy aguda.

La directora gerente del FMI, Cristalina Georgieva escribía recientemente que no podemos “y no debemos volver a la economía de ayer, de bajo crecimiento, baja productividad, alta desigualdad y empeoramiento de la crisis climática”

Para muchos 2020 es un año perdido. Para pocos es un año de ganancias, para la mayoría puede ser un año con el que se retrocedan muchos. Todo depende de si se hace caso o no al objetivo de tener una economía, por fin, más inclusiva.

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