2020, el año que además nos quitó a Kobe y Maradona

Las muertes de dos figuras inmortales del deporte marcaron un año devastador

Al Diego sonriente y orgulloso de la selección argentina es al que hay que recordar.

Al Diego sonriente y orgulloso de la selección argentina es al que hay que recordar. Crédito: Getty Images

El 2020 tendrá un asterisco. En todos los rubros de nuestras vidas tuvimos que hacer una pausa para readaptarnos a una situación a la que nunca le habíamos hecho frente: una circunstancia que nos obligó a revalorar todo lo que tenemos en este mundo: nuestra salud, nuestra familia… nuestro ídolos.

Hablando de ídolos deportivos, este año nos abandonaron dos de los más grandes, curiosamente, ninguno de ellos de la enfermedad que ha marcado este terrible 2020:

Recibí un mensaje: “Murió Kobe”? ¿Cuál Kobe? Me pregunté. No podía ser Ko-Be, pensé?

Recuerdo perfectamente en donde y con quien estaba. Puse “Kobe” en el buscador de Twitter y aunque todavía aparecían trivialidades como récords, frases o sus mejores jugadas, ya aparecía la fatídica noticia confirmada: Kobe Bryant, sí, ESE Kobe ya no estaría más con nosotros. Un Shock total.

Un accidente de helicóptero en un vuelo privado el 26 de enero en Calabasas dejó al mundo sin una leyenda. Kobe se despidió a los 41 años dejándonos muchas estadísticas y logros deportivos para inspirarnos, pero nunca podremos ver de nuevo su peculiar sonrisa, esa se la llevó también el 2020 y nunca se lo perdonaré.

https://twitter.com/LilNaanX/status/1269473020067840002

Un amigo me comentó meses después “Toda esto comenzó cuando murió Kobe” y sí, poco tiempo después fue que el mundo se puso de cabeza como nunca lo habíamos experimentado.

Menos inesperada, pero aún más difícil de procesar para mí, fue la muerte de Diego Armando Maradona el 25 de noviembre. El más grande futbolista de toda la historia dejó este plano debido a una mundana insuficiencia cardiorespiratoria, pese a que todos pensábamos que los dioses no morían de cosas como esa.

A Diego lo veíamos mal hace tiempo, en sus apariciones se le veía extrañamente “ausente”, dejó de ser el alma de la fiesta y eso ya era un indicativo importante de lo que estaba por pasar, pero no nos dimos cuenta porque era Diego y repito, pensábamos que Diego era inmortal.

Y sí lo es, porque justo él definió la diferencia que hay entre ser un gran jugador de fútbol y ser un gran futbolista; uno que vivió su pasión por el triunfo y por su país por encima de cualquier cosa.

Resistió una cirugía de cerebro, una anestesia total en unas condiciones delicadas, pero Diego se rindió pocos días después. Seguramente cuando se dio cuenta que ya no era el alma de la fiesta.

Más allá de las extrañas condiciones de su muerte, dejar ir a Diego fue de verdad difícil para mí y seguro para todos los que crecimos admirando su fútbol y pendientes de su vida. Otro golpe inesperado al final de este tremendo año.

Dos muertes icónicas y devastadoras que nos deben recordar que no importa lo exitoso, rico o poderoso que seas, la vida es solo un préstamo que hay que valorar cada segundo de cada año… sin importar que haya sido este terrible 2020.

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