¿Cómo unas gemelas con futuro brillante terminaron siendo indigentes en las calles de Nueva York?

Fueron a la universidad gracias a su familia y talento artístico, pero el destino les cambió abruptamente

Campamento de indigentes en Broadway, Union Sq, 2020.

Campamento de indigentes en Broadway, Union Sq, 2020. Crédito: Andrés Correa Guatarasma | Cortesía

Laurie y Melissa Pittari crecieron en una familia muy unida en Nueva Orleans, fueron alumnas talentosas en la escuela secundaria, violonchelistas en la orquesta juvenil de esa ciudad, y de allí se abrieron paso a la universidad.

Sus padres las inscribieron en lecciones de música. Aprendieron violonchelo, violín, guitarra y piano. E incursionaron en otras artes: Laurie pintaba y a Melissa le encantaba actuar.

Entonces, ¿cómo estas gemelas idénticas actualmente de 50 años están viviendo en una calle del Upper West Side, engrosando la creciente lista de indigentes en NYC?

En una acera de Broadway cerca de la esquina de West 75th duermen junto a una maleta destartalada, mantas, bolsas de plástico llenas de toda clase de objetos. “No pueden ayudarnos: el estado, las iglesias, los grupos de refugio”, dijo Melissa al New York Post sobre su falta de vivienda. “No somos hombres viejos”, alegó.

Las hermanas han estado en Nueva York durante casi 15 años. Tomaron un camino largo hasta quedarse sin hogar en las calles de Manhattan. Como muchos de los 60 mil desamparados de la ciudad, la desaventura comenzó con una enfermedad mental. Según su hermano mayor Bart, a las gemelas les diagnosticaron esquizofrenia hace más de 30 años.

Aún así, obtuvieron becas académicas y artísticas: Laurie para la Universidad Loyola en Nueva Orleans, especializándose en musicoterapia y especialización en violonchelo; Melissa para la Universidad de Nueva Orleans, cursando educación musical y hospitalidad.

No mucho después de que comenzaron sus estudios superiores, su madre perdió una batalla de 10 años contra el cáncer. “No creo que pudieron procesar la muerte de nuestra madre”, comentó Bart. “Luego, se aferraron a un grupo religioso carismático y comenzaron a descarrilarse desde allí”.

Melissa logró graduarse de la universidad; Laurie no pudo completar su último requisito: una práctica en un hospital psiquiátrico. “Simplemente se retiró”, lamentó el hermano mayor.

En 2003 su padre murió de problemas cardíacos. Entonces las gemelas quedaron solas en la casa donde había crecido. Comenzaron a acumular cosas y gatos, como “hoarders'”, afirmó Bart. Luego en 2005 el huracán Katrina devastó la ciudad.

Como miles de otros habitantes, Melissa y Laurie terminaron emigrando. En su caso, a Denver. Un año o dos después, le dijeron a Bart que Dios “las había llamado a Nueva York” para que Melissa pudiera dedicarse a la actuación.

Melissa da una razón diferente: “Necesitas un automóvil en Colorado. Aquí puedes moverte en Metro o autobús”.

Poco después de llegar a Manhattan, recuerda Bart, fueron acogidas por “Goddard Riverside Community Center”, una organización sin fines de lucro que brinda servicios de salud mental y para personas sin hogar. La portavoz Trish Anderton se negó a comentar sobre el caso de las hermanas Pittari.

Terminaron en diferentes lugares: Laurie en un programa de vida independiente, Melissa en un convento que al parecer acogió a evacuados de Katrina.

En sus mejores días, Laurie tocó con la Orquesta de Cámara de Nueva York y algunos otros grupos similates, según Bart. “Laurie estaba haciendo grandes progresos”, dijo. “Melissa se estaba aprovechando”.

Finalmente, Melissa regresó a las calles; Laurie la siguió. Se establecieron en Broadway y West 75th. Allí a veces ven videos de YouTube en el teléfono celular que les dio un amigo. Casi todos los días publican en Facebook, donde ambas mantienen páginas independientes.

Mantienen contacto con su hermano Bart hasta que les dice algo que no quieren escuchar. Aún así, “No puedo renunciar a ellas”, afirmó él. “Pero esto no terminará bien si permanecen en el camino que están siguiendo”.

Su hermano está convencido de que podrían tener vidas diferentes si no rechazaran en todo momento a quienes intentan ayudarlas. “Me duele que estén ahí fuera. Ellas aceptarán la ayuda sólo mientras sea en sus términos; luego dicen que nadie las está ayudando (…) Si hubiera algo que yo pudiera hacer, lo haría”, se lamenta.

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