¿Por qué las familias latinas van en grupo a ver a un miembro de la familia jugar en un torneo deportivo?
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Si miras a una cancha y entre los componentes del equipo ves a adolescentes, niños o jóvenes latinos, seguro que en la grada, entre el público, verás a miembros de la familia jaleando y apoyando cada jugada.
No importa si es un título importante, un partido del equipo estatal, de la universidad o del barrio. Lo que marca es que juega uno de la familia. Porque la familia es eso: unidad. Con su presencia en el torneo, reforzamos la sensación de pertenencia a un grupo, una comunidad y así se fortalece lo que somos y nuestra autoestima.
Además, ¿hay algo más divertido que reunirse con los seres queridos, ver un partido deportivo, celebrar y disfrutar juntos?
Para los niños es importante, más de lo que se puede imaginar en un principio. Ya sea para potenciar la destreza o animar a la simple diversión, se trata de una oportunidad para demostrar que el niño o niña tiene una red detrás que le ofrece sitio para crecer en confianza.
Un torneo deportivo da herramientas para lidiar con aspectos importantes en el crecimiento personal y deportivo. También aporta disciplina, rutina, compromiso con el trabajo y análisis del esfuerzo. Aunque no hay que olvidar la presión que se puede llegar a sentir, por eso es importante que el acompañamiento se haga de forma consciente, dejando al margen la competitividad.
Un estudio hallado en www.researchgate.net encontró que cuando los menores perciben una involucración positiva de su familia en su actividad deportiva, existe mayor probabilidad de que disfruten de la misma.
También se señala que el papel de la familia es un factor determinante para el desarrollo del atleta, ya que existe una correlación positiva entre el apoyo familiar y la posibilidad de alcanzar un nivel profesional.
En definitiva, la familia es un apoyo que brinda al niño o joven deportista un refugio ante la sensación de derrota, para superar la adversidad y así ser consciente de las propias habilidades.
Se trata de alentar, motivar a dar lo mejor para llegar al objetivo. No solo se trata de ganar, va de simplemente jugar. Se puede enseñar a ver el error como una oportunidad de aprender. Los niños no tienen que sentir la derrota como un fracaso, sino como una forma aprendizaje.
Fomentemos la celebración del éxito y también la ausencia del mismo. Tolerar la derrota y el fracaso da herramientas que son fundamentales para la vida diaria.
Por lo tanto, sea cual sea el resultado, es importante celebrar. No el marcador del torneo, sino la reunión familiar. En muchos de estos torneos, el ambiente que se crea es de fiesta. Lo que verdaderamente importa es la atmósfera, dentro y fuera de la cancha. Se escucha música, se comparte comida, se llevan jugos y snacks.
Hay que ser buen jugador y también hay que ser un buen apoyo para el que juega.