Migración climática femenina, una realidad que expone la vulnerabilidad de las mujeres
La movilidad humana crece a raíz del cambio climático, y estudios afirman que las mujeres y niñas siguen siendo la mayor población en riesgo

Migrante en un albergue. Crédito: José Méndez | EFE
Junto a los niños, las mujeres migrantes representan el grupo más vulnerable de desplazados en el mundo, exponiéndose durante todo el proceso migratorio a abusos sexuales, violencia de género, discriminación, explotación laboral, sexual, y trata de personas en los países de tránsito, destino y retorno.
Y esta realidad pone en manifiesto la necesidad de presentar más soluciones frente a una crisis migratoria que es global, y que en nuestro hemisferio se agudiza no sólo por los altos índices de inseguridad y violencia, sino por nuevas inundaciones, deslaves, tormentas, huracanes, y otros fenómenos climáticos que disminuyen el bienestar material y socioeconómico de las comunidades, acrecentando el desplazamiento de las familias, muchas veces lideradas por mujeres, que deciden buscar oportunidades económicas en un nuevo territorio.
“En las Américas, los patrones de desigualdad, pobreza y falta de acceso a servicios básicos son vulnerabilidades preexistentes que exacerban los riesgos de las comunidades ante los efectos adversos del cambio climático. Por ello, la transición hacia comunidades más resilientes debe centrarse en reducir aquellas vulnerabilidades preexistentes que afectan desproporcionadamente a las personas y comunidades que ya viven en serias condiciones de pobreza y desigualdad, y en particular a las mujeres”, dijo a Huella Zero la doctora Betilde Muñoz-Pogossian, Directora de Inclusión Social de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
El desplazamiento por desastres naturales es una de las consecuencias más devastadoras ocasionadas por el cambio climático, y las personas en situación de vulnerabilidad que viven en países frágiles son quienes se ven más afectados. Razón por la que cada año, según cifras oficiales de ACNUR [Agencia de la ONU para los Refugiados], más de 20 millones de personas deben abandonar su hogar y trasladarse a otros puntos de su propio país debido a los peligros que causan fenómenos como las lluvias inusualmente fuertes, sequías prolongadas, desertificación, degradación ambiental, ciclones, o el peligroso aumento del nivel del mar.
“Como en toda crisis, las mujeres son las que se ven afectadas más desproporcionadamente, y, por tanto, tienen que pensarse soluciones que tomen en cuenta las realidades de las mujeres, y las hagan parte de las soluciones”, expuso la doctora Betilde Muñoz-Pogossian, una de las investigadoras del estudio ‘Explicaciones Medioambientales de la Migración Centroamericana’, publicado en 2021 por la Universidad Internacional de Florida, (FIU, por su sigla en inglés).
“Aunque es difícil establecer la relación de causalidad entre cambio climático y migración, y particularmente de las mujeres, sí está claro que el diagnóstico y las respuestas tienen que ser desde un enfoque multisectorial que ayude a identificar las relaciones entre cambio climático, violencia doméstica, inseguridad alimentaria, entre otros factores que terminan generando la expulsión de las poblaciones de sus comunidades de origen”, agregó.
Lo que debes saber:
Según el informe Women and Girls in Internal Displacement [Mujeres y niñas en situación de desplazamiento interno] publicado en marzo de 2020 por el Observatorio de Desplazamientos Internos (IDMC, por su sigla en inglés), más de 41 millones de personas en todo el mundo vivían en situación de desplazamiento interno a finales de 2018 como consecuencia de conflictos y violencia. Más de la mitad, es decir, casi 21 millones, eran mujeres y niñas. Y estas cifras serían mucho mayores si se incluyeran los desplazados por desastres y cambio climático.
De ahí la necesidad de reducir la vulnerabilidad de esta población frente a la amenaza del cambio climático, por lo que Betilde Muñoz-Pogossian recomienda:
“Para avanzar hacia sociedades más resilientes hay que crear espacios de diálogo con las comunidades, para conocer sus necesidades y recomendaciones para hacer frente a las amenazas del cambio climático. También se deben incorporar dichas recomendaciones a los marcos normativos con el fin de garantizar una respuesta adecuada a sus necesidades desde un enfoque de equidad. Por otra parte, se deben desarrollar mecanismos para incrementar la coordinación inter-institucional, e implementar planes de preparación ante emergencias. Y se debe garantizar la disponibilidad de recursos para la acción climática, y monitorear los resultados”.
Hasta el momento, son pocos los estudios que entregan datos sólidos con respecto a la relación entre migración, género y cambio climático, sin embargo, iniciativas como el estudio ‘Promover la igualdad de género en el medio ambiente, migración y desplazamientos por desastres en el Caribe’, realizado por la Organización Internacional para las Migraciones y CEPAL, presentan avances significativos en la comprensión del papel que tiene el género dentro de la migración medioambiental, ya que, considerando que la violencia de género es considerada en muchos países como una problemática de salud pública, sabemos que los desplazamientos nacionales o internacionales agudizan la vulnerabilidad de las mujeres en diferentes etapas del proceso migratorio.
Por lo que también Muñoz-Pogossian sugiere:
“Invertir en preparación para desastres en evaluación de daños, epidemiología, servicios de salud, protección de infraestructura, agua y saneamiento, administración, logística y comunicación, ya que esto reducirá los daños y las pérdidas para evitar las afectaciones a poblaciones y comunidades. Y también el sector privado debe comprometerse con prácticas de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) que garanticen el uso sostenible de los recursos naturales, respetando y protegiendo el bienestar de las comunidades, especialmente de aquellas altamente vulnerables a los efectos del cambio climático”.
El desplazamiento por desastres crece a raíz cambio climático, y el riesgo de mujeres y niñas que habitan zonas particularmente difíciles, donde no siempre cuentan con recursos que les permitan adaptarse a un entorno cada vez más hostil, impulsan a buscar soluciones y actuar en favor de quienes más ayuda necesitan para resistir a la creciente inestabilidad provocada por la crisis climática.
*Camila Mendoza es una periodista chilena que trabaja como redactora de la fundación Sachamama.