Música para recordar: la clave de la comunidad Latina para mantener la salud

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Crédito: Itzel Alejandra Martínez | Cortesía

El Alzheimer es una enfermedad que afecta a millones de personas en todo el mundo, alterando la memoria, la identidad y la conexión con sus seres queridos. Asimismo, la comunidad Latina en Estados Unidos está particularmente expuesta a sufrir de esta enfermedad. 

Además, la cultura de esta comunidad incluye una herramienta clave para mejorar la calidad de vida de personas con Alzheimer y cuidadores: la música. Estudios han demostrado que la musicoterapia ayuda a evocar recuerdos, reducir el estrés y fomentar la socialización.

Por otra parte, en medio de los desafíos de nuestro acelerado mundo moderno, también hay estrategias de prevención que se pueden aplicar para mejorar hábitos en la vida cotidiana desde la juventud, ofreciendo así un panorama integral sobre este desafío y las posibilidades de hacerle frente con empatía y conocimiento.

La música como terapia contra el Alzheimer

Estaba bastante ansiosa el día que debía visitar la sesión de musicoterapia que iba a documentar en el Alzheimer Disease Resource Center (ADRC) en Long Island, New York, una institución con 10 años de antigüedad en el área. Es un recinto de techos bajos, ventanales y alfombras cálidas. Se siente acogedor, seguro, un lugar donde nadie se queda afuera. Es sencillo, y pulcro, poblado de materiales e informaciones disponibles en español e inglés para apoyar a quienes se acercan a pedir una mano. El ADRC es una de las instituciones sin fines de lucro más relevantes del estado, y son célebres por su gran compromiso en apoyar y estar presentes para las familias con seres queridos atravesando esta enfermedad.

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Carol Hartmann, Directora de Programas, Educación y Capacitación del ADRC.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

Al llegar, me recibió Carol Hartmann, Directora de Programas, Educación y Capacitación del ADRC, una profesional con más de 25 años de experiencia desarrollando espacios para adultos mayores con demencia de tipo Alzheimer. Su abrazo cálido y sonrisa franca me dieron una pauta de la generosa comunidad con la que me encontraría un rato más tarde en ese espacio. Me sentí acogida y bienvenida sin mucho preámbulo.

Previamente a esta visita ya ella me había introducido a su esposo, Richard “Rick” Hartmann, quien ese día ofrecería la sesión de musicoterapia junto a su hermano Steve, ambos músicos voluntarios en asilos y hogares para adultos mayores desde hace casi 30 años. Su especialidad es un show de covers de canciones que invitan a cantar, bailar y sincopar con instrumentos de percusión para seguir el ritmo, al tiempo que se involucran con las historias personales de los participantes. Curiosamente, Rick también es piloto activo en una importante aerolínea comercial de Estados Unidos. Una o dos veces al mes, cuando no está volando, se dedica a su pasión por traer su experiencia musical a las familias del ADRC, quienes pueden asistir gratuitamente a todas las actividades que ofrecen.

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Rick saluda a Miguel, uno de los participantes, al llegar a la sesión de música.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

“Todos estamos conectados a través de la música. Realmente veo y creo en el impacto enorme que causa. A veces es solo ver una sonrisa en alguien que no ha sonreído en mucho tiempo. He tenido tanta gente que me dice, ‘mi familiar ya no habla, pero cuando viene una canción que le gusta, canta y lo veo feliz’”, asegura.

Para él es importante trabajar la conexión personal con los participantes en cada sesión, por lo cual no se anticipa demasiado al repertorio que tocará. Explica que parte de la magia sucede en la familiaridad de las canciones que tocan – muchas a pedido – y en la retroalimentación emocional que sientan con el grupo. “He visto la gran transformación a lo largo de una misma sesión. Interactuamos directamente con cada uno de los miembros de nuestra audiencia. Estamos juntos para compartir: la música es la base, pero nos escuchamos mutuamente, escucho lo que tienen para decir, sus historias. Para ellos es importante contar cómo ciertas canciones marcaron un momento de sus vidas, y los retrotraen a un momento preciado. Puede ser algo de hace dos años o de hace 20”, cuenta Rick con una simpatía a toda prueba.

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Rick, en acción durante la sesión de música.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

En el ADRC las sesiones de musicoterapia se llevan a cabo todos los martes a las 2 de la tarde. Carol indica que van rotando los especialistas: ofrecen terapia con tambores, una cantante que hace actividades especiales, entre otros.

Antes de empezar la sesión de ese día, la sala esperaba ordenadamente dispuesta con sillas, y una pizarra donde anuncian que Rick y Steve iban a cantar. El espacio que parecía hasta el momento tan tranquilo, se empezó a llenar hasta quedar sumido en risas y murmullos de alrededor de 12 personas que viven con la enfermedad de Alzheimer con sus cuidadores y familiares. Se reparten maracas, panderetas y cascabeles para acompañar las canciones antes de empezar.

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Los participantes de cada sesión disfrutan y acompañan la música activamente.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

En un minuto en que observé la dinámica del salón tan alegre y distendido, donde de pronto la enfermedad no parece ser más que una anécdota o la excusa perfecta para estar allí compartiendo ese rato agradable, reparé en unos cuadros que decoran las paredes de la sala con algunas elocuentes leyendas: “Home” (hogar), “Love” (amor) y “Just Breathe” (solo respira). Así es, tan simple y tan complejo. Allí estábamos todos, sintiéndonos como en casa, queridos y disfrutando de ese momento de oxígeno.

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Carol baila con Miguel, uno de los participantes más asiduos de las sesiones.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

Al comenzar el show, el salón quedó colmado del carisma de Rick, que los invitó a cantar, hacer palmas y hacer sonar sus instrumentos al son de sus tonadas. Junto a su hermano, convirtieron un lugar que podría haberse sumido en la solemnidad en una fiesta que nadie parecía querer que termine. Entre los asistentes, hay quienes se quedaban sentados, y observaban con alguna sonrisa, otros saltaron automáticamente de sus asientos a bailar. Sin embargo, todos sin excepción se movían, tarareaban o hacían sonar alguna maraca y sus panderetas.

La ciencia detrás del efecto transformador de la música

En los últimos años, diversos estudios han demostrado que la música puede desempeñar un papel clave en la mejora de la calidad de vida de personas con Alzheimer. A pesar de la pérdida progresiva de la memoria y las habilidades cognitivas, la capacidad de percibir, responder e incluso recordar melodías sigue intacta en muchas personas que padecen esta enfermedad. El Alzheimer ataca primero regiones del cerebro como el hipocampo y la corteza prefrontal, afectando la memoria y el razonamiento. Sin embargo, las áreas asociadas a la memoria musical – como la corteza auditiva y la corteza motora- suelen permanecer funcionales por más tiempo.

El Dr. Irving Vega, Profesor Asociado de Neurociencia Traslacional de la Michigan State University College of Human Medicine desde 2014, especializado en investigar la Enfermedad de Alzheimer, explica que “hay estudios – y también lo he visto por experiencia propia – que indican que una persona con una demencia tipo Alzheimer en estado avanzado puede recordar canciones de la infancia y de la juventud a la letra pero no sabe el nombre de su hijo, hija o esposa, ni sabe el lugar dónde se encuentra”. 

Además, indica que la música también tiene un impacto positivo en el estado de ánimo y el comportamiento de los participantes, reduciendo la ansiedad, la depresión y la agitación, frecuentes en quienes padecen Alzheimer. A nivel fisiológico, la música estimula la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado al placer y la motivación. 

“[La música] tiene un efecto directo y uno indirecto. Número uno, implica fortalecer esas áreas de memoria, recordar canciones, escuchar la música, bailar los pasos lleva a una memoria motora, estás coordinando diferentes áreas del cerebro. Número dos, indirectamente nos lleva a relajarnos, a liberar estrés, a sentirnos felices, lo cual nos lleva a liberar endorfinas, hormonas que enriquecen el cerebro y liberan estrés. Te mueves y estás fortaleciendo el sistema cardiovascular, que es sumamente importante para el cerebro. Es como hacer ejercicio de una forma relajada. Todo está mezclado en ese momento con la música y el baile”, asegura el Dr. Vega.

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La música es una terapia especialmente efectiva para fortalecer la memoria y mejorar la salud emocional.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

Un hito en este sentido es el programa “Music & Memory“, registrado en la película documental Alive Inside: A Story of Music and Memory, de 2014, que ha demostrado el impacto positivo de la música personalizada en personas con demencia. Al escuchar listas de reproducción con música significativa para ellos, muchos muestran mejoras en su expresión emocional y comunicación, incluso en etapas avanzadas de la enfermedad. Allí la Dra. Connie Tomaino, fundadora del Institute for Music and Neurologic Function, asegura que al afianzar esas avenidas de información en el cerebro se puede llegar a reconectar con una persona que de otra forma se ha tornado inaccesible. 

De hecho, uno de los efectos más notables de la música en personas con Alzheimer es su potencia para evocar recuerdos y emociones. Canciones asociadas a experiencias pasadas pueden desbloquear memorias aparentemente olvidadas y generar reacciones emocionales profundas. Este fenómeno, conocido como “memoria musical“, demuestra que la música está conectada a áreas del cerebro que pueden resistir los estragos del Alzheimer durante más tiempo que otras funciones cognitivas.

La experiencia en la sesión de musicoterapia

Entre los asistentes a la sesión de musicoterapia en el ADRC estuvieron Terry Hernandez, quien llegó a Estados Unidos desde su natal Colombia en 1978, y su esposo José “Joey” Hernández, hoy de 77 años, de origen puertorriqueño, quien hoy padece un grado avanzado  de Alzheimer. En una vida que parece otra, fue operador e instructor de trenes del Servicio Metropolitano de Nueva York por casi 40 años.

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Terry Hernández acompaña a su esposo a las sesiones de música, donde han encontrado una comunidad de apoyo.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

Terry se quiebra a cada momento al hablar de la enfermedad de su esposo, pero, más allá de la difícil cotidianidad que vive, agradece la comunidad y la música que encontró en la organiización: “Yo estaba tan perdida en mi vida cuando me encontré con Carol. El ADRC y la música me cambiaron la vida. [José] de pronto perdía el control y parecía poseerse. Cuando iba a ADRC, era de nuevo José el hombre pacífico, feliz, calmo, al que le gustaba cantar y bailar. Cuando vi que la música era como una medicina para su alma, y que lograba calmarlo, entendí que era el mejor bálsamo”, cuenta emocionada.

“Empezó a cambiar. Al comienzo no sabía cuánto podía cambiar”, recuerda Terry respecto al momento en que cayó en cuenta que algo pasaba con su esposo. Fue diagnosticado vía videollamada en 2020, en plena pandemia de COVID. “De más joven le encantaba la música. Él tocaba la armónica. Tocaba la batería. Era un hombre muy musical. A ambos nos gustaba mucho. Cuando recibí el diagnóstico, investigué mucho sobre cómo ayudarlo. Le preparé una habitación en la casa para que disfrutara de la música a diario, con instrumentos, la computadora para ponerle música. Puedo decir 100% que la música es una compañera para siempre. El alma de ambos revivía a través de la música. Mi mejor experiencia fue en ADRC; él era muy feliz cuando podíamos venir semanalmente. Es una enfermedad que los toma por completo. Pero cuando suena la música, se reconectan”, narra Terry.

Otro caso paradigmático es el de Miguel Gutiérrez, de 85 años, puertorriqueño, otrora conductor de autobuses escolares, amante de la salsa y asistente permanente a las sesiones con su cuidadora, Sharon Rosenthal, quien también es su nuera. 

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Miguel Gutiérrez, junto a Sharon Rosenthal, su cuidadora.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

Sharon, quien se dedica profesionalmente al cuidado de personas con la enfermedad de Alzheimer, enfatiza además la importancia de las sesiones como un espacio privilegiado de socialización, otro punto fuerte que contribuye tanto a su bienestar como de los familiares de cuidado, quienes pueden compartir con otros que están pasando por lo mismo.

“Cuando Miguel va a cualquier otro lugar, no interactúa demasiado con nadie. Pero justo hablaba con su hijo que cuando va a alguna de estas sesiones, es una persona completamente diferente. Le gusta hablar, baila, se ríe a carcajadas con los demás participantes, estrecha manos para saludar, abraza, y lo quieren un montón todos, siempre le dicen que quieren que regrese, que es el alma de la fiesta. Definitivamente saca algo de él que es muy diferente y especial. Se arma como una reacción en cadena: ven a una persona involucrándose en la actividad y en seguida todos le siguen. Me encanta que traen todo tipo de instrumentos para que experimenten. Además tiene efectos duraderos porque los pone felices, y eso marca luego el día. Cuando nos estamos volviendo, se suben al auto cantando, sonriendo. Yo voy con dos, Joanne y Miguel, siempre vuelven cantando, bailando”, cuenta Sharon.

Cómo afecta el Alzheimer al cerebro

Desde la década de 1980, la ciencia ha identificado dos patologías clave en el cerebro de personas con Alzheimer. “Sabemos que el cerebro afectado contiene placas seniles formadas por la acumulación de un péptido que emana de la proteína precursora de amiloide”, explica el Dr. Irving Vega. Este fragmento proteico se acumula entre las neuronas, alterando su entorno celular.

Además, la enfermedad involucra los agregados de la proteína tau dentro de las neuronas, que es crucial en la estabilidad neuronal y el transporte de nutrientes axiónicos, lo que contribuye directamente a su muerte. “Los péptidos amiloides generan cambios que modifican la proteína tau, provocando su acumulación y acelerando la degeneración neuronal”, detalla Vega.

El médico alemán Alois Alzheimer identificó estas alteraciones a finales del siglo XIX, pero no fue hasta 1983-84 que se identificaron las proteínas involucradas. Aún hoy, el diagnóstico definitivo solo se confirma post mortem mediante análisis del tejido cerebral. Sin embargo, con imágenes cerebrales y evaluación clínica, la precisión en vida alcanza el 90%. Aun así, diagnosticar sigue siendo un reto, ya que otras demencias, como la cerebrovascular, pueden presentar síntomas similares, especialmente en la comunidad latina.

Cada caso de demencia evoluciona de manera distinta. “Una persona que tiene patología en el cerebro no necesariamente va a desarrollar síntomas. Puede tener la patología y morir de vejez o cualquier otra causa sin nunca haber presentado la enfermedad”, comenta el especialista. En cambio, hay casos en los que la cantidad de patología en el cerebro es baja, pero aun así los síntomas aparecen. “No sabemos bien por qué, pero la cantidad de patología  presente y la presentación  de síntomas no necesariamente están relacionados”, añade.

El Alzheimer comienza mucho antes de los síntomas. “Las patologías cerebrales pueden acumularse entre 20 y 30 años antes de la manifestación clínica”, señala Vega. Aunque suele presentarse después de los 65 años, su origen podría rastrearse a los 30 o 40 años, con factores de riesgo acumulándose desde el nacimiento.

El entorno social y económico también influye. “Vivir en condiciones de estrés, violencia o con carencias afecta la salud cerebral”, advierte Vega. En EE.UU., donde el acceso a una buena educación depende del poder adquisitivo, la diferencia puede ser aún más marcada. “El cerebro se moldea desde la infancia, y su capacidad de resistencia a lesiones en la vejez depende de las conexiones que haya desarrollado”, concluye el especialista.

El Alzheimer afecta más a la comunidad Latina en Estados Unidos

La comunidad Latina en Estados Unidos enfrenta un mayor riesgo de Alzheimer, con 1.5 veces más probabilidades de desarrollar demencia que la población Blanca, según la Alzheimer’s Association, aunque las causas aún no han sido del todo determinadas por la ciencia. Paradójicamente, es también la que menos busca ayuda fuera del entorno familiar, en parte por barreras en el acceso al sistema de salud.

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Los participantes esperan el comienzo de la sesión de música.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

El Dr. Irving Vega, experto en la incidencia del Alzheimer en esta comunidad, destaca que factores socioculturales y económicos influyen en la biología del individuo. La inestabilidad económica y el estrés migratorio generan inflamación, aumentando el riesgo de diabetes, colesterol alto y obesidad, factores ligados a problemas cardiovasculares que, a su vez, elevan el riesgo de Alzheimer. “Controlar desórdenes metabólicos podría prevenir hasta el 50% de las demencias”, señala Vega.

Estudios recientes muestran que Latinos nacidos en Estados Unidos tienen niveles cognitivos inferiores a los inmigrantes, independientemente de la edad de migración. Sin embargo, los inmigrantes, inicialmente con niveles cognitivos similares a la población Blanca, experimentan un declive acelerado con el tiempo en el país, fenómeno conocido como la “paradoja de la migración”. “Llegamos saludables y nos vamos enfermando”, resume Vega.

Además, la comunidad suele minimizar los síntomas: un 57% cree que la pérdida de memoria es parte normal del envejecimiento, lo que retrasa el diagnóstico. También enfrentan discriminación en el sistema de salud (33% la ha experimentado), afectando el acceso a tratamientos oportunos. Por ello, el 85% considera esencial que los médicos comprendan su cultura y experiencias de vida.

Carol Hartmann cuenta que en el ADRC ellos cuentan con Lucy, una voluntaria que ayuda en las sesiones de musicoterapia para ayudar en la traducción de los hispano-hablantes. “No tenemos tantos participantes Latinos como sabemos que hay. Nos gustaría que sepan que pueden venir sin costo”, enfatizó, mientras de fondo sonaba “La Bamba”, que Rick se ha empeñado en cantar en perfecto español.

Qué se puede hacer para prevenir el Alzheimer

Aunque actualmente no existe una cura para el Alzheimer, diversas investigaciones han identificado hábitos de vida que pueden ayudar a reducir el riesgo o retrasar su aparición.

Algunos de los más importantes incluyen:

Mantenerse mentalmente activo: Participar en actividades que estimulen el cerebro, como leer, aprender nuevos idiomas, tocar un instrumento musical, juegos de mesa como el ajedrez, resolver palabras cruzadas, pueden fortalecer la cognición y generar nuevas conexiones neuronales.

Hacer ejercicio regularmente: La actividad física mejora la circulación sanguínea en el cerebro y reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares, que están relacionadas con el deterioro cognitivo.

Seguir una dieta saludable: La alimentación influye directamente en la salud cerebral. Se recomienda una dieta rica en antioxidantes, ácidos grasos omega-3 y alimentos antiinflamatorios, como los que se encuentran en la dieta mediterránea. “Todo lo que es bueno para el corazón y el sistema digestivo también lo es para el cerebro”, señala el Dr. Irving Vega. “Nuestro cuerpo funciona como un sistema interconectado: una mala alimentación puede derivar en problemas metabólicos y cardiovasculares, reduciendo la oxigenación y el aporte de nutrientes al cerebro, lo que impacta su función con el tiempo”.

Socializar y mantenerse conectado: La interacción social es fundamental para la salud mental. Mantener relaciones activas con amigos, familiares y la comunidad ayuda a prevenir la depresión y el aislamiento, factores de riesgo para la demencia.

Reducir el estrés y dormir bien: El estrés crónico y la falta de sueño pueden afectar negativamente la función cerebral. Técnicas de relajación, meditación y rutinas de sueño saludables pueden ayudar a proteger la memoria y la cognición. “El sueño es uno de los tratamientos más importantes, además de la música”, explica el Dr. Vega. “Vivimos en una cultura que no valora el descanso. Decimos con orgullo que dormimos poco, cuando en realidad el cerebro necesita entre cinco y ocho horas de sueño profundo para regenerarse. En países industrializados, ver el sueño como algo negativo está afectando nuestra salud cognitiva”.

Nunca es tarde para tomar acción. “El cerebro es sumamente resiliente”, enfatiza el Dr. Vega. “Siempre podemos incorporar nuevas actividades y hábitos que lo fortalezcan y ayuden a contrarrestar daños previos. La clave está en empezar cuanto antes”.

Una revelación más alta que cualquier filosofía

Las sesiones de musicoterapia en el Alzheimer Disease Resource Center son un testimonio del poder transformador de la música en personas con Alzheimer y sus familias. Al terminar la sesión, todos se juntaron animadamente a conversar otro rato. “La música sana”, alcanzó a decirme Terry antes de irse, con visible emoción acumulada.

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El equipo del Alzheimer Disease Resource Center, en Long Island, desde donde apoyan gratuitamente a la comunidad.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez
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Rick y Steve disfrutan de llevar alegría a través de su música a los participantes de las sesiones en el ADRC.
Crédito: Itzel Alejandra Martínez

Experiencias como las de Terry y Miguel demuestran que la música no solo despierta recuerdos, sino que también fortalece la conexión con los seres queridos y mejora la calidad de vida en momentos de gran vulnerabilidad.

El Alzheimer sigue siendo un desafío complejo a todo nivel, pero espacios como éste ofrecen esperanza y herramientas para afrontarlo con dignidad y amor. En cada nota musical, en cada canción que resuena en sus memorias, las personas con Alzheimer encuentran un refugio, una forma de volver, aunque sea por un instante, a quienes son y a quienes siempre han sido.

Será que Beethoven tenía razón y la música sí “es una revelación más alta que toda filosofía”.

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