Op-Ed cumpliendo la mayoría de edad

Imagínese que porque usted hubiera sido abusado o abandonado de niño, usted ha pasado los primeros 21 años de su vida separado de su familia biológica, saltando de un hogar sustituto al siguiente y cambiando de escuelas con frecuencia. A los 21 años de edad, usted nunca ha pagado alquiler, nunca ha comprado sus comestibles y nunca ha administrado sus gastos.

Con una educación irregular, si bien le va, y ninguna familia u otro sistema de apoyo, se le dice que usted ahora es un adulto responsable para valerse por sí mismo en el mundo. ¿Podría hacerlo?

Esa es precisamente la situación que enfrentan muchos jóvenes adultos que salen de nuestro sistema de bienestar infantil. Y a pesar de que el ex Comisionado Mattingly de la ACS, hizo un gran trabajo en muchos aspectos, probablemente estaría de acuerdo con que la población que llega a cumplir la mayoría de edad es una que aún requiere de atención urgente. Al ocupar ese puesto el nuevo Comisionado Richter, este sería un buen momento para que vea, con opiniones frescas, de cómo servimos –o no servimos– a estos jóvenes.

Si bien es difícil obtener estadísticas locales para una población que ya no está bajo el cuidado de la ciudad, a un nivel nacional uno de cuatro de los 20,000 jóvenes de los hogares sustitutos que salen del sistema de bienestar infantil cada año son encarcelados en un plazo de dos años; uno de cada cinco se quedan sin hogar, y únicamente la mitad se gradúa de la escuela secundaria. Con más de 900 jóvenes cumpliendo la mayoría de edad cada año en Nueva York, estos números reflejan un problema serio.

Bajo el sistema actual, cuando los jóvenes que viven en hogares sustitutos cumplen 21 años, se quedan en el aire.

Debido a sus experiencias de vida, algunos chicos necesitan más apoyo que otros – y tal vez por más tiempo. Un joven de 21 años que ha vivido la mayor parte de su vida dentro del sistema de bienestar infantil o con una familia disfuncional no se encuentra en el mismo nivel emocional o cognitivo que otros jóvenes de la misma edad. Como todos los padres saben, uno no puede fijar un horario arbitrario para la madurez.

A pesar de que nos pone nerviosos enviar a nuestros hijos a la universidad por ejemplo, reconocemos que no los pudimos haber preparado mejor simplemente por prepararlos mejor o más temprano. La mayoría de los jóvenes de los que hablamos no van a la universidad; incluso pudieran no haberse ni siquiera graduado de la escuela secundaria. Debido a sus grandes necesidades y retos, ellos no han tenido la oportunidad de estar expuestos a las experiencias de la vida que facilitan de forma natural el proceso de madurez.

¿Cuál es la solución? Primero, necesitamos más y mejores programas para preparar a estos jóvenes para valerse por sí mismos. Al estar por su cuenta, ellos probablemente continuarán necesitando con el alojamiento, trabajos e inscripción a alguna forma de educación superior académica o vocacional.

Para los jóvenes hispanos de la actualidad vemos retos específicos, debido a los cambios en las tendencias de inmigración, por lo menos parcialmente. Muchos inmigrantes jóvenes que vienen de varios países diferentes, no tienen el apoyo generacional, familiar y de la comunidad que ha existido para grupos de inmigrantes anteriores. La familia con la que pueden contar puede ser muy poca.

Los críticos discuten que en algún punto debemos de dejar de apoyar a estos jóvenes y dejarlos valerse por sí mismos, y que 21 años les parece una edad lógica. Después de todo, gastamos cientos de miles de dólares en cada uno de estos jóvenes.

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