Cómo desactivar una bomba
La respuesta corta nos la da Mulcahy de forma jocosa: "Cuando se corta un cable, uno lo oye; pero si cortas el cable equivocado, jamás lo escucharás".
La iniciativa que ayudó –indudablemente– a cimentar el camino para la consolidación del proceso de paz en Irlanda, algo más de 3 décadas después de su fundación se llamó: Cómo Desactivar una Bomba: Proyecto Niños (How to Difuse a Bomb: Project Children), fue fundada por un inmigrante de origen humilde, quien emigró al nuevo continente y que, con su trabajo y empeño, consiguió dirigir el Escuadrón de Explosivos del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York.
A mediados de la década pasada, el también irlandés Eamon Gilmore (enviado especial de la Unión Europea para la paz de Colombia) llegó, entre otros, a contribuir en la mesa de diálogos con su vasta experiencia como negociador en el acuerdo de paz en su país. Al mismo tiempo que, en Nueva York, el “Proyecto Niños”’ del señor Mulcahy se aproximaba a su fin. Consistió en la sencilla idea de invitar a jóvenes provenientes de distintas partes del conflicto irlandés para que, en convivencia auspiciada por una familia de Nueva York o Nueva Jersey coexistieran durante un verano en un ambiente de paz. Al menos un ambiente común y amable, con el objetivo de desactivar potenciales imaginarios bélicos originarios de sus respectivos entornos. Tras casi cuarenta años de su inicio, esta tarea entregó sus frutos.
El Acuerdo Final de Paz colombiano fue firmado en noviembre de 2016, después de ser avalado por votación unánime en el Congreso; contó con el apoyo de grandes expertos mundiales y es considerado internacionalmente como “el mejor y más completo pacto de paz suscrito en el mundo” hoy día. El acuerdo final para la terminación del conflicto en Colombia para la construcción de una paz estable y duradera es un valioso compendio de pensamiento contemporáneo, escrito con gran tesón desde meritorias perspectivas prometiendo, una vez implementado, el anhelado ideal: la terminación del conflicto de más de sesenta años. Son significativos todos y cada uno de estos esfuerzos que ahora nos invitan a todas y a todos a rodear el proceso de implementación de las resoluciones acordadas, al igual que las instancias creadas a partir dichas negociaciones. Es una invitación a que asumamos la responsabilidad de elevar acciones veedoras para el cumplimiento y desarrollo de los protocolos, de los criterios de justicia restaurativa, de la participación en el esclarecimiento de la verdad y de la construcción de memoria para la no repetición, con la centralidad de las víctimas con énfasis en las mujeres.
Quiero destacar a un individuo que fue conmovido por la precariedad de opciones frente a la guerra y por la conformación de imaginarios de guerra en la niñez y la juventud –víctimas del desangre en la larga y fratricida guerra de su país. Este hombre, a mediados de los años setenta, decidió entonces arriesgarlo todo por una simple idea para la paz de Irlanda. Después de haber declarado recientemente “Misión cumplida”, Denis P. Mulcahy, con seguridad pasará a la historia como el obstinado irlandés que movilizó la comunidad de inmigrantes de su país en Nueva York, y desde el otro lado del océano, se atrevió a desactivar esa peligrosa y gran bomba sirviéndose sólo del amor y solidaridad como herramientas.
Como Pádraig Mac Lochlainn, parlamentario del Sinn Féin en Irlanda dijo, “Una de las primeras condiciones para lograr la paz en una guerra o en un conflicto armado cualquiera que sea, y en este caso en el conflicto armado, social y político que vive Colombia, es dejar de llamar terroristas a los grupos alzados en armas, a los insurgentes y a las personas que lo componen, ya que en nada facilita la posibilidad de diálogo y menos en encontrar la paz…”
“Hay un cable en el dispositivo que es de suma importancia”. Dice Mulcahy. A mí se me ocurre que, en nuestro contexto, más que un cable lo que debemos desarticular en el componente es una bobina, la bobina del imaginario de guerra. El conjunto de pensamientos, de palabras y de acciones que nos han envuelto en una maligna espiral de violencia arraigada en la cultura. Esa es la espiral que hay que truncar y desactivar para la creación de un nuevo imaginario y también para que fluya la paz. Ese es el famoso cable que al cortarlo “lograremos escucharlo”, porque de éste detonará la música, la que seducirá a los cuerpos para que bailen, y con los colores, materias y texturas que invitarán al teatro a jugar con voces libres y grandes, se pregonarán los versos de una nueva poesía de la paz. Para que se haga realidad la paz, ésta se debe jugar, cantar, bailar, representar, pintar y escribir. Ese día, ya sin el miedo virulento, daremos gracias a quienes se atrevieron a visualizar otra opción de esperanza; a la solidaridad del mundo que creyó en una utopía naciente, a quienes se atrevieron, como Mulcahy, a jugárselo todo por una idea simple.
–Y desactivó la bomba.
Sobre el autor
Ramiro Antonio Sandoval es dramaturgo y director teatral. También es consejero de paz por la Nación en el exterior— Américas, ante el Consejo Nacional de Paz, Reconciliación y Convivencia de Colombia.