Niños migrantes: ‘Se vive bajo el temor’

En esta segunda entrega, un menor hondureño explica por qué decidió salir de su tierra

Kevin cuenta que hace poco una pandilla del barrio El Progreso exigió a su abuela $5,000 dólares por cada miembro de la familia ($45 mil en total).

Kevin cuenta que hace poco una pandilla del barrio El Progreso exigió a su abuela $5,000 dólares por cada miembro de la familia ($45 mil en total). Crédito: Suministrada

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Cuando el 29 de mayo Kevin Villavir salió de su aldea en el departamento de Yoro, Honduras, tuvo que pagar $2,000 dólares a un “coyote” para iniciar su travesía al norte.

Cinco días después, al llegar a ciudad Reynosa, en Tamaulipas, México, desembolsó otros $1,000 dólares, gracias al patrocinio de sus familiares en California, para poder salir de la “casa de seguridad” en la que los traficantes de personas lo recluyeron.

Y para cruzar el río Bravo, un trecho de cinco minutos en balsa, la cuota fue de $1,500 dólares más.

Kevin, de 17 años de edad, había llegado a su destino. Estaba pisando “la tierra de los libres y el hogar de los valientes”, según reza el himno nacional de los Estados Unidos.

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Sin embargo, en ese mismo momento agentes de la Border Patrol lo detuvieron para enviarlo por dos días a “la congeladora” de la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE).

De ese temido cuarto frío de aislamiento para migrantes en McAllen, Texas, Kevin fue enviado a Nogales, Arizona, donde estuvo recluido por dos semanas. Y luego a una base militar en Oklahoma, donde permaneció 38 días.

En espera de su cita con un juez de inmigración, Kevin fue rescatado por sus familiares y ahora vive en Lake Forest, en el condado de Orange, desde donde cuenta su historia.

¿Que por qué me vine?… Porque allá no hay trabajo, hay mucha necesidad”, dice este muchacho que sorteó un viaje de 2,500 kilómetros y logró zafarse de las garras del Cártel de Golfo cuando llegó a Tamaulipas.

En El Bálsamo, donde vivía Kevin, la mayoría de los aproximadamente 1,700 habitantes sólo tiene trabajo durante los seis meses que dura el corte de caña para la empresa azucarera que hay en el área.

“También la delincuencia está difícil, está lleno de maras, se vive con temor, no hay confianza ni en la misma Policía”.

Kevin cuenta que hace poco una pandilla del barrio El Progreso exigió a su abuela $5,000 dólares por cada miembro de la familia ($45 mil en total) bajo la amenaza de que si no pagaba empezarían a matarlos.

“Así se vive allá, bajo el miedo, es un temor generalizado”, dice Kevin, quien estudiaba el segundo año de la secundaria. y un oficio de mecánico automotriz antes de buscar un futuro en el norte.

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