Eutanasia animal: ¿asesinato o acto de amor?
Sacrificar a un compañero animal es un trance difícil. El caso de Duke Roberts es una prueba.
La responsabilidad de adoptar un animal de compañía implica muchas cosas: alimentarlo, asearlo, cuidar su salud, pasearlo, ofrecerle las condiciones necesarias para que viva tranquilo y feliz. Pero también implica la responsabilidad de tomar decisiones difíciles como eutanizar a un animal que sufre demasiado a causa de una enfermedad sin remedio.
Un animal de compañía -perro, gato, hurón, hámster, tortuga, lo que sea- es el equivalente a un hermano menor, así que el hermano mayor toma las decisiones difíciles como parte de su tarea de procurar al hermanito.
Como buena animalera he tenido que despedirme de varios hermanitos por alguna enfermedad o un accidente. La última vez despedí a Lobuchas, mi Samoyedo compañera por 11 años. Rescatada de la calle, era hermosa por fuera y por dentro. Una displasia de cadera y otros males de la edad la inmovilizaron por completo. Su familia decidimos que esperar la muerte postrada y con dolor no era un final para ese animal maravilloso que -yo creo- debió reencarnar ya en un cuerpo humano. La eutanizamos con agradecimiento, amor y la convicción de que nos volveremos a encontrar.
Es un trance muy doloroso, pero es parte de la experiencia que un animal de compañía te regala: ayudarle a llegar al término de una experiencia de vida con el menor sufrimiento posible y con la intención de liberarlo para que su alma, energía, inteligencia -o como quieras llamarle- transite hacia otros estadios, es un amoroso acto de entrega de una vida que te fue prestada.
Respeto mucho a los animaleros que opinan que no tenemos la facultad de decidir sobre otra vida, pero un compañero no merece morir en sufrimiento. Eso sí, que la decisión se tome hasta agotar el último recurso, cuando nada de lo que podamos hacer funcione.
Hace poco supimos de la historia de Duke Roberts, un labrador que sufría un agresivo cáncer. Su último día fue documentado por su familia y difundido en el blog de la fotógrafa Robyn Arouty. La historia es muy conmovedora, pero para mí, ese momento es tan íntimo y tan personal que no me atrevería a compartirlo así con el mundo. Cuestión de opiniones. ¿Tú qué piensas sobre la eutanasia?