Hay que reducir la contaminación
Las nuevas normas para reducir la emisión de gases responsables del calentamiento global están destinadas a revolucionar la industria energética, siempre y cuando sobrevivan una avalancha opositora solo comparable con el antagonismo que despertó en la oposición el Obamacare. Otra vez se contrapone en este debate el interés económico en oposición a la reducción de la contaminación, como si estos dos fueran incompatibles.
La reglamentación, que se elaboró a lo largo de varios años, básicamente exige a las plantas generadoras de energía que reemplacen el uso de carbón, principal productor del dióxido de carbono causante del efecto invernadero y eventualmente el del gas natural, por fuentes renovables como el sol y el viento.
El nuevo plan de la Agencia de Protección al Medio Ambiente (EPA) es bien recibido especialmente en las comunidades más pobres y en las áreas habitadas por minorías. Es precisamente en sus vecindarios donde están las plantas energéticas más contaminantes, cuyo impacto ya demostrado en numerosos estudios es perjudicial para la salud de los residentes, como para el cambio de clima general.
Es lamentable que la medida cuente con una furibunda oposición republicana y de la industria que tendrá que incurrir en costos adicionales para cambiar su modelo de generar energía. Los análisis científicos son contundentes sobre la gravedad del cambio de clima y la necesidad de actuar de inmediato para reducir gradualmente este tipo de contaminación.
Las opciones no son muchas, a menos que se quiera negar la evidencia del clima tal como lo hacen varios precandidatos presidenciales republicanos que, consultados sobre el cambio climático, evaden diciendo:“no soy un científico”. O asegurar que la nueva norma causará un desastre económico con desempleo y precios altos de electricidad para el consumidor.
Al igual que con Obamacare, desde la bancada republicana del Senado le piden a los Estados que ignoren la norma y no preparen ningún plan, mientras que decenas de Estados con gobernadores republicanos se aprestan a combatirla en los tribunales. Es una falacia el tener que elegir entre contaminación y ruina económica. El plan del EPA exige el valor de hacer frente al calentamiento global en vez de esconder la cabeza como el avestruz sin solucionar nada.