Un centenar de peregrinas lleva su mensaje al Papa
Activistas esperan que el Papa “ablande” corazones en Washington para lograr una reforma migratoria
Baltimore (Maryland).- Cantando himnos religiosos y ondeando vistosas mantas, un centenar de mujeres proinmigrantes, entre ellas una sobreviviente de cáncer, continuó este lunes su recorrido de 100 millas a pie hasta Washington, adonde esperan que el Papa Francisco “ablande los corazones” de los políticos para lograr una reforma migratoria.
Acompañadas de un camión “U-Haul” repleto de bidones de agua y un autobús en caso de emergencia, las mujeres y activistas de grupos cívicos y sindicalistas provienen de estados como Utah, California, Colorado y Texas. Mañana prevén realizar una vigilia en la Basílica de la Inmaculada Concepción, donde el Papa ofrecerá el jueves una misa en español con un mensaje proinmigrante.
Durante una breve parada en una iglesia en Baltimore (Maryland) explicaron a este diario que su deseo de vivir libres del temor a la deportación y separación de sus familias, en medio del fuerte sentimiento antiinmigrante en algunos sectores conservadores del país.
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Un mensaje para el Papa
La peregrinación, iniciada el pasado 15 de septiembre en un centro de detención en York (Pensilvania), es parte de la campaña de “We Belong Together”. Las mujeres han recibido el apoyo de conductores que suenan sus bocinas para animarlas, aunque unos pocos las tratan “como invisibles” o les gritan insultos, según los organizadores.
Esmeralda Domínguez, es una ciudadana estadounidense que vive en Denver (Colorado) se sumó a la caminata para que el Papa “interceda por los inmigrantes y ablande corazones”.
“Sabemos que no puede cambiar las leyes, pero como Santo Padre tiene la capacidad de cambiar el pensamiento y los corazones de miles de personas… cuando él habla, la gente escucha “, dijo Domínguez, de 33 años y madre de un niño con necesidades especiales.
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Domínguez, quien trabaja como conserje en un edificio de oficinas, carga en su mochila sus pastillas de quimioterapia para el cáncer de huesos, que le ocasiona dolores, úlceras en la boca, llagas e hinchazón en los pies.
“Estar acá es un sacrificio muy duro, a veces uno se cansa y pierde los ánimos … pero creo que es mayor sufrimiento ver que mi esposo está indocumentado, no puede tener licencia ni seguro o permiso de trabajo”, señaló Domínguez, cubriendo su desnuda cabeza con una pañoleta roja.
Como recordatorio de su lucha, la salvadoreña Ana Cañengues, madre de siete hijos y activista del grupo “Dreamer Moms” en Utah, luce los mismos zapatos con los que en 2010 cruzó el desierto de Sierra Blanca, en Texas, a su regreso de México donde recogió a dos de sus hijos en un centro de detención.
“Sabía que iba a enfrentar un monstruo gigante; era morirme o caer en manos de Inmigración, pero tenía que salvar a mis hijos. Ya estuve separada de mis primeros cinco hijos por ocho años y no quiero ni imaginar lo que sería repetir eso, creo que ya no lo resistiría“, dijo Cañengues, ahogando las lágrimas por la orden de deportación que afronta.
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“Quiero compartir mi historia, que la gente sepa de mis sueños: comprar una casita, sembrar un jardín, estar con mis hijos, disfrutar de este país”, resumió Cañengues, quien trabaja limpiando habitaciones en un hotel.
Millones de historias en una sola voz
Cada una de las mujeres en esta caminata ha vivido un calvario y representa el “peregrinaje” de millones de indocumentados, aseguró la activista mexicana Juana Flores, quien cruzó ilegalmente la frontera hacia EEUU en 1990, pero se legalizó mediante su esposo.
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“Esta peregrinación para mí es muy importante y me recuerda mucho el peregrinaje que hice con mis hijos, Leopoldo y Daniel, al cruzar la frontera hacia EEUU… yo sueño con una reforma que le dé los documentos a todos, sin exclusión”, dijo Flores, originaria de Zacatecas y miembro del grupo “Mujeres Unidas y Activas”, de San Francisco.
“Quiero que gente como Donald Trump (precandidato presidencial republicano) sepa que en este grupo no hay criminales… nunca hemos dependido del gobierno, siempre hemos trabajado. Nos toca luchar por nuestros derechos y los de los inmigrantes”, aseguró Flores, al pedir que otros católicos se sumen a la lucha porque, de lo contrario, “el silencio es complicidad”.