NYC enfrenta el reto de retroceder sus costas
Sandy fue uno de los desastres naturales más mortíferos y costosos que jamás haya golpeado a Estados Unidos
Texto de Jarret Murphy
En los días posteriores en los que la súper tormenta Sandy golpeó a la ciudad de Nueva York en 2012, el estacionamiento de la playa a la altura de la calle 95 en Rockaways, era lugar de reunión de los desposeídos. Una gran multitud se concentró sobre la torre de luz del cuartel de Policía, donde la gente podía cargar sus teléfonos celulares y de esta forma, preservar su vínculo con el mundo exterior. Un grupo aún mayor estaba haciendo fila esperando los camiones que transportaban suministros de socorro para ayudar a desembarcarlos y acomodarlos en el lote; un extremo de la parcela estaba lleno de enormes tablones que fueron arrancados de la pasarela de madera y arrojados a la calle por el mar embravecido.
En Rockaways, una estrecha península situada al sureste de la ciudad, el aire zumbaba como movido por grandes generadores, las calles estaban cubiertas de arena y los carros estaban esparcidos por el estacionamiento como juguetes.
Casi tres años después, en un jueves de agosto, con la temporada de huracanes aumentando gradualmente en el Atlántico, la misma zona de aparcamiento estaba bañada por el sol, como bañistas con sus toallas sobre sus hombros, agarrando sus neveras y dirigiéndose hacia donde rompen las olas. En su camino, pasaron por una mesa instalada por la Oficina de Manejo de Emergencias de la ciudad que ofrecía mapas sobre inundaciones, consejos de supervivencia en casos de huracán y un libro para colorear en el que un dinosaurio, un pulpo y una caja con forma humana, ilustraban sobre las medidas preventivas en casos de desastres.
Pocos bañistas parecían interesados en dedicar unos minutos en leer los folletos en la playa. Después de todo, más allá de las dunas, el mar parecía cualquier cosa menos un lugar amenazante, un estrecho brillante de color azul en el que surcaban buques cisterna a través del horizonte y niños saltando en las suaves olas de la orilla. Veteranos surfistas cazando olas; gente jugando con la arena y los ciclistas recorriendo el paseo entablado en bicicleta, junto a la playa se ven los restaurantes que venden cerveza y sánduches. Era el tipo de escena que ha hecho de Rockaways, un lugar mucho más popular para visitar -incluso después de Sandy- de lo que era antes.
Hay señales de una nueva conciencia sobre el riesgo: A 50 yardas de los surfistas, una máquina de remoción de tierra rompió la antigua pasarela de madera de modo que pudiera ser reemplazado por una de concreto que será una barrera contra el oleaje de las tormentas y constituye parte de un amplio paquete de infraestructura para resistir los embates naturales, que la ciudad ha instalado de manera permanente. También hay una nueva inversión directa a lo largo de la costa, hay 900 soluciones habitacionales con lo que se le ha dado un aire elegante al área que se llama Arverne by the Sea, como también hay planes para más viviendas en una zona de 80 acres llamado Arverne East. Paralelamente, otros proyectos más pequeños pero significativos también están en desarrollo.
¿Se prepara NYC para el futuro?
Sandy fue uno de los desastres naturales más mortíferos y costosos que jamás haya golpeado a Estados Unidos, 71 personas murieron y causó $ 50 mil millones en daños. Las comunidades costeras en tres estados sintieron la peor parte de la tormenta, pero la ciudad de Nueva York sufrió lo más fuerte, con 43 muertos y al menos $ 19 mil millones en impacto económico. Y así como se pudo ver fácilmente en Rockaways con Sandy, la ciudad prepara acciones de respuesta para el cambio climático, ante la probabilidad de que este tipo de tormentas devastadoras sean más comunes y severas.
La ciudad de Nueva York sabe que se enfrenta a una crisis del cambio climático. Los científicos predicen que para el año 2100, los niveles del mar a lo largo de la costa de la ciudad podrían ser seis pies más altos que los de hoy, poniendo a más de 800,000 personas en riesgo de las grandes tormentas que probablemente se harán más frecuentes. Pero frente a esto, Nueva York no está mostrando ningún interés en medidas para hacer retroceder el agua de sus costas; en todo caso, el perfil de costa de la ciudad será el hogar de una población aún más grande la próxima vez que tengamos un huracán en el área. La ciudad también encara los nuevos mapas de inundaciones de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias que muestran un riesgo muy elevado para una gran parte de la costa y que de no tomarse medidas, los especuladores desencadenarían mayores tasas de seguros que devastarían a lo que queda de la clase trabajadora que reside frente al mar.
Algunas, pero en todo caso muy pocas voces del mundo de la planificación y meteorología están pidiendo un enfoque radicalmente diferente, algo que ellos llaman “retiro controlado o administrado”. Esto significa la implementación de un plan para hacer retroceder ahora la costa del agua, para cuando llegue el momento, incluyendo dónde y cómo evacuar a la gente, y hacer frente a las inevitables tensiones sobre las propiedades de quienes van a quedarse y quienes tienen que irse.
“Creo que nos estamos engañando nosotros mismos”, dijo Ron Shiffman, un experimentado planificador de la ciudad. “No sólo en la medida que podamos ir dando soluciones a través del tiempo. Sabemos que el aumento del nivel del mar será de seis pies a finales del siglo. Esa es una cantidad enorme; tenemos que ser capaces de planificar para ello” y añade, “los planificadores deben errar en el lado de lo que es prudente, en lugar, de lo que es peligroso”.
No se puede negar que un “retiro controlado” es una idea radical. Pocos políticos tienen el coraje y la entereza de promover la idea y mucho menos de ejecutarla. Y aunque no sin precedentes como un concepto, pequeñas tribus costeras de Alaska, el estado de Washington y Louisiana se han visto obligadas a comenzar a hacerlo. Para la ciudad de Nueva York presentaría extraordinarios desafíos por su escala. La gran y creciente población de la ciudad hace que la reubicación sea una opción difícil de contemplar, y la severa crisis de la asequibilidad que ya está haciendo dificultosa para la gente de clase trabajadora sobrevivir en los cinco condados hace que tales cambios sean francamente aterradores. Es mucho mejor pensar, cómo los habitantes hicieron las ciudades en el pasado, que cómo Nueva York encontrará una manera de burlar a la naturaleza.
De hecho, la ciudad está haciendo una apuesta que está cerca de los $ 20 mil millones de inversión en nuevas medidas de protección, tratando de ganar tiempo mientras se investiga exactamente lo que el calentamiento del planeta nos tiene reservado a fin de llegar a establecer las formas de lidiar con esa nueva realidad. Es una apuesta común para las ciudades y los estados ubicados en las costas. La pregunta es si nuestra confianza en nuestra capacidad para manejar todo, las propiedades localizadas frente a la costa, la seguridad de los habitantes, la complejidad social y diversidad económica de los vecindarios, están apropiadamente articulados con los enormes riesgos que plantea el cambio climático.
Un problema enorme
La ciudad de Nueva York, como se puede ver, está luchando con un problema que involucra a algo más que las condiciones meteorológicas. Son 164 millones de personas las que viven en la costa de Estados Unidos, y con un índice de crecimiento de 1 millón cada año, el cambio climático es un desafío no sólo para los ingenieros y funcionarios de planificación, sino para la propia capacidad de los gobiernos democráticos, de planificar a largo plazo, para el momento en que todos los que lean este artículo estén muerto y el mundo sea un lugar muy diferente.
De alguna manera, Sandy fue un evento muy atípico como para alertar a la gente sobre la nueva normalidad. Ni siquiera era un huracán en el momento en que tocó tierra en Nueva Jersey, pero aun así fue una enorme tormenta tres veces el tamaño del huracán Katrina. Las posibilidades de que una tormenta exactamente igual a Sandy vuelva a suceder son bajas, incluso con el cambio climático; los científicos han sido cuidadosos en señalar que es imposible vincular cualquier tormenta individual con el calentamiento de la tierra. También es difícil decir si el cambio climático se traducirá en un mayor número de tormentas tropicales o menos, pero individualmente más intensas.
Lo que está claro es que cualquier tormenta, incluyendo las tormentas de invierno que siempre han representado una amenaza más común que los huracanes para Nueva York, tienen el potencial de hacer mucho más daño cuando vienen a través de las aguas. Y casi no hay duda de que el nivel del mar va a aumentar de manera espectacular alrededor de la ciudad. Las estimaciones de la magnitud de ese aumento, sólo han hecho el tema más alarmante con el pasar del tiempo.
Cuando el primer Panel sobre el Cambio Climático de la Ciudad de Nueva York examinó las pruebas en 2009, predijo un aumento de siete a 12 pulgadas para la década de 2050, y de 12 a 23 pulgadas por la década de 2080. Una actualización publicada a principios de este año prevé un aumento de 11 a 21 pulgadas en la década de 2050, y de 18 a 39 pulgadas para la década de 2080. En 2100, la estimación promedio es de un aumento del nivel del mar de 22 a 50 pulgadas, pero podría ser de hasta seis pies. Las predicciones se traducen en que el aumento será de entre 10 a 15 veces mayor a los actuales niveles de inundación costera antes de 2080″. La ciudad de Nueva York pasará de tener 400.000 personas en su área de inundación actualmente al doble de esa cantidad, unas 800,000 personas, lo que significa más de 72 millas cuadradas de la ciudad que estarán viviendo dentro de la zona de inundación.
Ocho meses después de Sandy, en junio de 2013, el entonces alcalde Michael Bloomberg fue a la zona que se inundó en Brooklyn para dar a conocer la Iniciativa Especial para la Reconstrucción y Flexibilidad (SIRR), su visión de cómo la Ciudad encararía en adelante las condiciones de vida de quienes viven en el borde costero frente al aumento de los niveles del mar.
Bloomberg declaró en ese entonces: “No podemos y no vamos a abandonar nuestro borde costero. Es uno de nuestros mayores activos, debemos protegerlo, no podemos retirarnos de él. Además de las 400,000 personas que viven dentro de la zona de inundación, aquí hay empresas que emplean a 270,000 trabajadores, ellos no van a ninguna parte, y no podemos, ni vamos a abandonarlos”.
Esta no fue una sorpresa: Como alcalde, Bloomberg llevó adelante una gran transformación del borde costero, algunas obras para el disfrute del público, pero en otros casos, un gran negocio para beneficio de los propietarios de condominios de lujo. No iba a dejar que se borrara su legado. De hecho, el SIRR presentó un plan masivo de construcción para proteger a la ciudad de las mareas que producen las tormentas. Los $ 3,700.000.000 de la primera fase de ese plan incluyeron la regeneración de playas, sistemas de drenaje, diques, nuevas dunas, espigones de protección para reducir la velocidad de las olas, muros de contención, restauración de humedales y revestimientos.
Vehemente crítico del legado de Bloomberg, el actual alcalde Bill de Blasio no se ha desviado mucho de las políticas de su predecesor sobre el cambio climático. Ha reforzado el compromiso de la ciudad para reducir la contaminación por carbono. Él ha continuado con el SIRR: reemplazó la pasarela de madera en el área de Rockaway, la reparación de las mamparas y muros de contención a lo largo de la península, se reacondicionaron las playas en Staten Island y lanzó una increíble variedad de estudios de planificación. Y ha resistido firmemente cualquier discusión sobre la retirada de las zonas de mayor riesgo.
“Cuando nos fijamos en una ciudad muy densa como Nueva York, donde tenemos más de 115,000 personas que viven en Rockaway, retirarlos de allí tiene enormes implicaciones,” dijo Daniel Zarrilli, actual jefe de la oficina de Reconstrucción. “Hay maneras de adaptarse de forma flexible e invertir para reducir los riesgos a niveles manejables, dados los riesgos que vemos en el futuro previsible”. De hecho, añadió, “la administración de Blasio puede incluso permitir incrementar la construcción de complejos residenciales en algunas áreas para atraer nuevos puntos de desarrollo, ya que los nuevos edificios tienen códigos de construcción que contemplan mejores protecciones contra las inundaciones”.
El plan de protección costera de la Ciudad no pretende dar a los neoyorquinos en total seguridad contra las inundaciones; reconoce que las mareas producidas por una tormenta a veces pueden superar incluso las elaboradas defensas que la ciudad está construyendo. Zarrilli recuerda al público que “no hay nada seguro” en contra de algo tan grande e impredecible como el Océano Atlántico.
En 2007, el PlaNYC, el documento que elaboró la administración Bloomberg para analizar las amenazas que presenta el clima y las posibles soluciones fue aún menos optimista. “Podríamos incluso considerar una barrera contra el oleaje de las tormentas a través de los estrechos”, dijo el informe, refiriéndose a la entrada al puerto de Nueva York entre la costa sur de Brooklyn y la costa noreste de Staten Island, “pero los cambios masivos que los científicos predicen bajo escenarios extremos haría que aún gran parte de la ciudad quede sumergida y fuera del alcance de las medidas de protección”.
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