Danilo Medina: el candidato idóneo

A comienzos de los años 80, un grupo de estudiantes provenientes de diversas escuelas públicas y colegios privados, tuvimos el honor de compartir cátedras con el entonces Ing. químico Danilo Medina, cuando juntos cursábamos la carrera de Economía en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (INTEC). Descubrimos en el hoy candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana a un hombre sencillo, callado y de calma personalidad que solía escuchar con atención. Un hombre de principios y valores y acrisolado carácter, que cuando hablaba mostraba robusta y activa inteligencia, despertando la atención de los estudiantes reflexivos.

Asimismo, vimos en él al padre que servirá de broquel para todos los hijos de esta nación, atendiendo las necesidades de la gente, sin importar su condición social, afiliación partidaria o si viva aquí o en el extranjero.

Bajo un gobierno suyo no habrán funcionarios de cohechos y se combatirán la pobreza y la delincuencia con oportunidades, en la que cada ciudadano, haciendo uso de sus habilidades, capacidad educativa y actualización tecnológica, pueda crear y producir el dinero y las riquezas materiales necesarias que le permitan lograr su libertad financiera y hacer realidad sus sueños de tener que abandonar el país y los suyos.

Desde el Estado se catapultará un nuevo estilo de vida, basado en los principios de la riqueza y la abundancia, creando conciencia además, de que nadie nació para ser rico o pobre, y que aunque muchos hayan nacido de tal o cual manera, ambas son percepciones mentales.

Su gobierno sorprenderá con la eclosión de la esperanza en medio de la incertidumbre y la abundancia en medio de la escasez; pues habrá de todo lo bueno, y Dios “por su gracia y amor” se exultará por ello, con la llegada de días calmos tras las tribulaciones momentáneas. Renacerá la esperanza en el hombre del campo.

Por toda la geografía, parirán los cafetales como si fueran de Baní. Veremos matas en horquetas que no podrán por sus racimos de plátanos tan grandes como los de Barahona.

Muchos campesinos estarán orgullosos, como ganaderos del Este, al ver su única vaca con las ubres preñadas de leche. Mientras los niños asistirán a la escuela bien alimentados.

Los peces se apoderarán del caladero de los ríos. Y mientras nos deleitamos con el canoro trinar de las aves silvestres, miríadas de turistas y visitantes llegarán procedentes de todas las naciones, quienes en honor al poetas que en el culmen del paraíso descansa en una hamaca, dirán al unísono: Don Pedro, ¡Hay un país en el mundo!

Después, veremos por doquier a militares orgullosos de llevar sus uniformes y en lontananza, vislumbraremos al Profesor meciéndose orondo de su discípulo Danilo Medina, quien emergerá como un dechado universal de buenas acciones.

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