La fe mitiga el dolor

Para las familias de las víctimas de la tragedia el proceso de sanar continua

NUEVA YORK

Tras conocer sobre la perdida de su hermano José -en el accidente aéreo del vuelo 587 de American Airlines lo primero que hizo Belkis Lora fue orar.

“No le pedí cuentas a Dios por lo ocurrido, sólo le oré para que me dejara entender lo sucedido y encontrar esa paz interna que uno tanto necesita,” asegura Lora.

Para la mujer, leer la Biblia así como hablar con Dios, son las primeras dos cosas que hace a diario, siempre de la misma forma.

“Señor, dame fuerzas, dame luz, guíame para seguir adelante, para no caer, déjame seguir tus huellas”, repite todas las mañanas.

Los primeros meses seguidos a la tragedia, Lora los describe como extremadamente dolorosos. “Es una pena muy grande”, admite, pero subraya, tras suspirar profundamente, que “todas las cosas por dolorosas que sean, siempre tienen una razón positiva de ser y eso uno lo entiende cuando se acerca a Dios”.

Doña Ramona Mantilla, de 79 años, no perdió ningún familiar, pero si recuerda que hace 10 años, en varios lugares de Washington Heights, fueron levantados pequeños altares con muchas veladoras, osos, fotos y notas para las víctimas del 587.

“Y cómo no rezar ante una desgracia tan grande”, dice la mujer, residente del área desde hace mas de 30 años.

“La oración y acudir a la iglesia es lo único que a uno le queda por hacer, después de perder un ser querido. Prendí velas en mi casa y recé mucho para que el alma de los difuntos encontraran paz espiritual”, rememora.

Richard Solís, quien perdió a su madre Imelda, a su hermana Gladys y al esposo de esta, Juan Coronado, afirma que en muchos casos “cuando pasan cosas tan grandes -como lo del vuelo de American Airlines- y mueren tantas personas, la gente tiende a tener dudas con la fe hacia Dios”.

Emocionado, Solís recuerda como “al siguiente día de la tragedia, el que era el monseñor de la iglesia Santa Elizabeth, Gerald Walsh -en el Alto Manhattan- llevó a su casa al Cardenal Edward Egan y rezaron por todos los muertos en la sala de su casa.

“Eso fue una cosa muy grande para mi”, señala.

“En momentos difíciles la gente empieza a perder la fe y a preguntarse cómo Dios pudo hacer algo así, en mi caso, la iglesia me dio mas fe”, reconoce Solís, que es voluntario y coordinador de un programa de ayuda para ancianos de esa iglesia.

Bien sea orando, acudiendo a la iglesia o sencillamente prendiendo una vela, los entrevistados coincidieron en que, aunque la herida sigue abierta, la fe y la religión han sido vitales para mitigar su dolor.

Osaliqui Valoy dice que su fe como cristiano le ha ayudado a superar el dolor y vacío que le dejó la desaparición de su hermana Norma y sus sobrinos Miguel Jr., Glenda y Johnny de 17, 15 y 8 años, respectivamente.

“Para toda la familia Valoy, ha sido una pérdida difícil de superar y aunque los recordamos con mucho cariño, los extrañamos mucho”, aseguró el joven, hijo del reconocido cantante Cuco Valoy, que aunque se rehusa a hablar del tema públicamente, también se refugia en su fe cristiana.

El Padre Ricardo Fajardo, que durante los últimos nueve años ha oficiado la misa en memoria de las víctimas en la Iglesia Santa Catalina, en el lto Manhattan, donde fungió como Vicario y que hoy estará a cargo de la homilía en la Catedral de San Patricio, explicó que “la fe ha sido un instrumento vital que nos ayuda a entender el sentido de la vida y el sentido de la muerte y aunque duele la perdida poco a poco se termina entendiendo su significado”.

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