La piedra en el zapato

Hace 30 años cuando recién salió la primera PC IBM, la compañía necesitaba aplicaciones en español –los programas que se usan para computarizar los negocios. En ese tiempo yo era un analista programador para plataformas IBM con el sistema operativo DOS (que épocas) y me encargaron desarrollar un programa en español para farmacias, para esto tuve la ayuda de un gran equipo y un amigo dueño de una cadena de farmacias.

El análisis previo que se hace para este fin, es una parte vital del proceso porque indica cómo se procesa la información en una empresa, si algo no se analiza bien en el proceso, el programa que es la consecuencia de este análisis no sirve, porque la información de la empresa estaría incorrecta.

Después de un año de mucho trabajo, tensión, presión y mucha inversión, “Cajerito” –como lo llamamos– el grupo que trabajó en este proyecto (seis de los mejores en el área) salió al mercado, instalamos 6 farmacias. El costo del programa en dólares, la inflación del país en ese momento y la disparada del dólar hizo que “Cajerito” no tuviera el éxito esperado, estaba fuera del alcance de los negocios, pese a ser un gran programa.

Otros grandes proyectos nos absorbieron y “Cajerito” quedó en espera.

En un viaje a Lima muchos años después, me sentí mal del estómago y fui a una farmacia, mientras el farmacéutico me preparaba la medicina que necesitaba, vi la pantalla del computador y descubrí que el fruto de mis entrañas era utilizado en ese negocio. Después de la sorpresa inicial cuando el farmacéutico regresó, le pregunté si era el dueño, “si señor ¿por qué la pregunta?”, me respondió. “Bueno, es que tengo un negocio similar, una botica y quisiera computarizarlo”. Me dio la tarjeta de quien se lo vendió.

Después que la compañía contrató a un investigador, “Cajerito” fue vendido en 138 farmacias de Latinoamérica a un precio de 4,000 dólares cada uno por un monto total de 552,000 dólares por alguien que nos robó el programa, aprovechó el trabajo de siete personas por más de un año y los que no recibimos ni un centavo de ese monto, más grandes perjuicios a la compañía. La justicia decidió que nuestro trabajo valía tres meses de cárcel condicional y el pago de unos 500 dólares.

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