Eutanasia, debate que no termina
La decisión de muchos de acabar con su propia vida es un tema muy controvertido
Los Angeles – En la muñeca izquierda, Jerry Dincin lleva el reloj que le indica que su tiempo se acaba. Tiene cáncer en los huesos y la firme decisión de quitarse la vida.
Y lo hará. “Cuando la vida ya no sirva para vivir, ya no querré vivir”, dice en entrevista.
A sus 81 años de edad, Dincin todavía tiene la habilidad de cubrirse el rostro con una mascarilla que al abrir la válvula del gas lo llevará a un lugar del que sólo ha escuchado rumores y que algunos llaman “el más allá”, aunque él no cree que exista.
“La muerte es la muerte y no creo que pase nada más”, dice con un gesto de desgano.
Dincin empieza a padecer los dolores de ese mal que le carcome los huesos y está dispuesto a suicidarse con un método eficaz que lo hará olvidar ese sufrimiento.
Lo que el señor Dincin explica no es eutanasia, ni suicidio asistido, es una acción que dice hacer de manera consciente y racional, por su propia mano.
¿Tiene el ser humano derecho a morir?
“No hay derecho constitucional y no creo que deba haber un derecho moral para morir”, expone el doctor James Walker, director del Instituto de Bioética de la Universidad Loyola Marymount.
“El derecho a morir es una frase muy cargada, la Corte Suprema de Estados Unidos estableció en 1997 que la gente tiene derecho al control de dolor al final de la vida, pero no tiene derecho a la muerte como tal”, recalca.
En ese sentido, bajo a Constitución de los Estados Unidos no existe un derecho a morir, aunque los estados de Oregon y Washington permiten el suicidio asistido, que no es lo mismo que la eutanasia.
“La eutanasia es quitar la vida del paciente al hacer algo o al no hacer algo para preservar la vida, mientras que el suicidio asistido es cuando el médico provee los medios para que el paciente se quite la vida”, explica el doctor Walker.
La eutanasia puede aplicarse de manera activa, cuando se provoca la muerte mediante drogas u otros métodos letales, o pasiva, cuando se eliminan los medios destinados a prolongar la vida.
Pero Dincin no utiliza ninguno de esos términos para la decisión que ha tomado.
“Simplemente es mi derecho a morir”, insiste.
Walker, quien obtuvo su doctorado en teología en Bélgica, donde al igual que Holanda se permite la eutanasia activa; dice que todo paciente en fase terminal debe ser tratado con medicamentos para mitigar y suavizar los dolores, pero a toda costa evitar la muerte como solución.
“Entiendo por qué ciertas personas quieren quitarse la vida, porque tienen miedo del dolor y el sufrimiento al final de sus vidas, pero cada estudio que se ha hecho en Holanda y Bélgica demuestra que cuando la gente recibe cuidados paliativos al final de sus vidas, deciste dramáticamente de la eutanasia o del suicidio asistido”.
El cuidado paliativo es el camino a seguir, insiste este teólogo, por lo que se requiere ser más agresivo en aconsejar a la gente al final de sus vidas a que busquen esa ayuda.
“Yo soy médico y he trabajado por mucho tiempo en unidades de cuidados intensivos, y no creo que vayas a encontrar un número significativo de médicos que estén a favor de matar a sus pacientes o asistirlos para morir, creo que los médicos son sanadores y la eutanasia y el suicidio asistido son contrarios al propósito de lo que practican, que es la sanación, porque matar no es sanar”, agrega Walker.
Para Dincin se trata de una decisión que tiene que ver con tener una muerte digna.
“Los paliativos no te dan calidad de vida y yo no quiero vivir así, eso no es vivir con dignidad”, dice el hombre que en abril de 2011 fue diagnosticado con metástasis en el tejido óseo y cuyo síntoma más evidente es el dolor.
Para la Iglesia Católica, tanto la eutanasia como el suicidio asistido niegan la dignidad al ser humano.
“La dignidad no viene de la muerte”, apunta Richard Doerflinger, portavoz de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB).
Todo ser humano, señala, tiene el derecho de recibir cuidados paliativos que vayan acorde a la dignidad de las personas.
“Durante el proceso de muerte, el aceptar el suicidio asistido mermaría la dignidad”, recalca Doerflinger. “Los derechos en la Declaración de Independencia se refieren al derecho a vivir, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad… no se refieren a la muerte”.
Desde una perspectiva filosófica, Vicente Torres explica que el instinto del ser humano es conservar su vida hasta donde pueda y el hecho de querer quitársela es ir contra ese instinto natural y de esa ética natural que toda persona lleva en su conciencia, independientemente de una motivación religiosa.
“Si en algún momento de nuestra existencia queremos cortar la vida antes de que se extinga sola, eso conlleva un planteamiento ético y moral. Los filósofos con una creencia religiosa dirán que el suicidio tiene una carga moral negativa, inclusive hay filósofos ateos que lo plantean de esta manera, independientemente de su falta de creencia en un Dios”, señala el filósofo.
Pero hay filósofos, aclara, que sí consideran que el quitarse la vida es un derecho individual.
El rostro se cubre con una mascarilla hermética conectada a un tanque de helio. Tras abrir la válvula del cilindro de gas, pasarán unos 15 segundos para que la persona quede inconsciente. Y a los 10 minutos llega la muerte.
Es el método que han estado utilizando en el país cientos de personas que al padecer una enfermedad terminal deciden quitarse la vida como “una salida digna” al sufrimiento.
El helio es un gas que resulta mortal al ser inhalado de manera prolongada, ya que causa asfixia por la falta de oxígeno.
El procedimiento es seguro y limpio, indican los partidarios que están a favor de esta forma de suicidio y que están representados en la organización Final Exit Network.
Don Gilbert, portavoz de esta organización, que en el país tiene alrededor de 3 mil miembros, aseguró que se trata de un método muy efectivo y que sin dolor provoca la liberación de todo sufrimiento cuando un enfermo desahuciado decide terminar de esa manera con su vida. “Nuestro objetivo es que la gente tenga una opción cuando está en una etapa terminal, para que lo hagan en paz y con dignidad”.
En Final Exit Network, aclaró, no se promueve el suicidio, sino que se trata de una lucha por el derecho de morir.
Esta forma de quitarse la vida no es asistida, como legalmente se permite en los estados de Oregon y Washington, ya que todo el procedimiento está a cargo del propio enfermo, desde la compra del tanque de helio hasta la colocación de la mascarilla y la apertura de la válvula.
La organización solo ofrece orientación y apoyo a quienes toman esa decisión, recalcó Gilbert.
Las leyes en Oregon y Washington establecen que cuando dos médicos acuerdan el desahucio de una persona, se les puede recetar medicamentos o métodos letales para terminar con la vida.
“Nuestra misión es liberar el sufrimiento, que el final de la vida sea sin dolor y sin suciedad”, señaló.
Cifras del Centro para el Control y Prevención de Enermedades (CDC) indican que en EE.UU. se cometen alrededor de 35 mil suicidios al año y la mitad de ellos se producen con el uso de arma de fuego. Unos 8 mil lo hacen por asfixia y otros 6 mil por envenenamiento.
En los últimos tres años, a través de Final Exit Network, aproximadamente 200 personas han inhalado helio para quitarse la vida.
Quien decide utilizar el método del helio debe someter su expediente médico a la Junta Médica de Final Exit Network, conformada por cuatro doctores, quienes determinan si se trata de una enfermedad incurable que debido al dolor va a menoscabar la calidad de vida de la persona.
Jerry Dincin, está decidido en tomar el método de Final Exit Network. Actualmente está en tratamiento, pero en cuanto la quimioterapia deje de tener su efecto, dice que lo hará.
“Cuando ya no soporte los dolores me voy a quitar la vida”, aseguró. “Es el derecho que tengo de morir, cuando ya no se vive con calidad de vida, hay que parar ese sufrimiento”.
El señor Dincin ha estado presente en 14 procedimientos en los que personas desahuciadas han muerto inhalando helio.
“He estado con mucha gente que lo ha hecho y funciona, es un método muy seguro y confiable. No es violento, no es costoso, es un buen método”, asegura el octogenario.
En el procedimiento mortal están presentes integrantes de la organización que apoyan la decisión de la persona, pero no la asisten físicamente, ya que se estarían comprometiéndose con la ley.
A petición del enfermo pueden estar presentes familiares, que en todo momento deberán ser informados del procedimiento.
Final Exit Network, explicaron sus representantes, sólo recomienda el uso de este método a quienes no tienen alternativa de vida y padecen de un fuerte sufrimiento físico, pero son los mismos pacientes quienes deben comprar el equipo para hacerlo.
Si por dificultades físicas no pueden colocarse o abrir la válvula de gas, no se les puede ayudar a hacerlo, aseguraron. Cuando termina el procedimiento, se retira el equipo y la muerte queda registrada como natural por el padecimiento que tenía la persona.
Como testigo de este procedimiento, donde está viendo morir a una persona y no hace nada para impedirlo, Jerry Dincin no considera que haya un conflicto moral.
“Porque esa fue su decisión”, justificó. “Es una decisión racional, que a diferencia del suicidio se trata de un acto irracional derivado de una enfermedad mental, como lo es la depresión. Esto es un acto de compasión”.
Como doctor en psicología, durante muchos años Jerry Dincin trató con personas depresivas y ezquizofrénicas a las que convencía de no cometer suicidio.
Pero lo que él planea hacer, considera, no es un suicidio.”Porque el suicidio es un acto irracional que está relacionado con un problema psicológico, y lo que yo voy a hacer es en base a una decisión racional… Yo le llamo, el derecho de morir”.
Nacido en Brooklyn, New York, en 1930, Jerry Dincin estudió psicología y se considera un hombre de ciencia y un ateo que no cree que más allá de la muerte exista algo.
Ya ha hablado con su esposa y sus cuatro hijos sobre la decisión de quitarse la vida y desea que ella lo acompañe en ese último aliento.”Yo quiero que mi esposa esté conmigo en ese momento, todos respetan mi decisión, porque no quieren verme sufriendo en ese dolor extremo. Si ellos estuvieran en una posición como la mía, yo les ayudaría a morir”.
Dincin no comparte la idea de que la vida le pertenece a Dios, como lo establece la Iglesia Católica.”Mi vida es mía y no pertenece a nadie más, tengo el derecho de morir si así lo deseo de manera racional y consciente”.
La Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU. ha reprobado toda forma de procedimiento que conlleve a quitarse la vida y también ha rechazado que exista un derecho a morir.
Las palabras de Dincin dejan un silencio que permite escuchar las manecillas de su reloj, las mismas que le indican que su tiempo se agota. Y en esas pautas de los segundos, mientras espera el final, Dincin concluye: “Cuando la vida ya no sirva para vivir, ya no querré vivir”.