Padres gay latinos superan escollos

Formar familias para la comunidad LGBT se ha convertido en algo mucho más sencillo a efectos jurídicos y sociales de lo que era antes.

José Díaz y su hija Elisa.

José Díaz y su hija Elisa. Crédito: Cortesia

Nueva York -Desde que se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo en el estado de Nueva York, hace casi un año, formar familias para la comunidad LGBT latina se ha convertido en algo mucho más sencillo a efectos jurídicos y sociales de lo que era antes.

Los obstáculos que podía haber anteriormente no frenaron sin embargo a algunos hispanos gays y lesbianas de Nueva York para luchar con todas sus fuerzas para alcanzar la felicidad a través de convertirse en padres, aunque lo tuvieran que hacer solos.

Son casos como los de Diana de la Pava y José Díaz, dos latinos que hoy no pueden ser más felices con sus respectivas hijas, pero que tuvieron que superar obstáculos de todo tipo para ver cumplido su sueño.

Díaz, médico gay de origen boricua, conoció a Elisa, su futura hija, cuando hacía trabajos de voluntariado en Haití en 2009. Ella era sólo una bebé de pocos meses y requería atención médica después de recibir abusos físicos y presentar multitud de problemas.

“Tenía señales de un fuerte golpe en la cabeza, los brazos rotos y la madre le había transmitido el virus VIH y el sífilis durante el embarazo”, dice Díaz. “Después nos enteramos que su madre la había intentado matar, porque ya no la quería más”, agrega.

Él se la trajo a EEUU con un visado de seis meses para tratarla y curarla, y cuando se disponía a devolverla a su país porque se cumplía el periodo, ocurrió el terremoto de enero en Haití. Después de luchar mucho contra todos los trámites burocráticos de inmigración, y contra los obstáculos sociales y jurídicos que se levantaban contra un hombre latino, gay y soltero que quería simplemente convertirse en el padre de una niña maltratada y abandonada, Díaz consiguió adoptar a la pequeña Elisa.

“La gente me cuestionaba sobre porque un hombre solo e hispano se quería responsabilizar de una niña tan pequeña y enferma, que necesitaba de todo”, cuenta Díaz. “No sabía ni chupar la botella, y hoy en día ya no tiene ni rastro del VIH, ha crecido sana y puede ir a la escuela”.

Los prejuicios, no obstante, no han desaparecido por completo.

“El otro día lleve a Elisa al parque y comenzó a llorar porque se disgustó por una tontería”, comienza a relatar Díaz. “Cuando la tomé en brazos y me la llevé, personas me paraban y me preguntaban que qué hacía con ella y a donde me la llevaba, como dando por hecho que un latino y una niña negrita, no podían ser padre e hija”, añade.

Diana de la Pava también sabe lo que es tener que soportar prejuicios, aunque a ella le ha tocado vivirlos de manera aún más cercana. Ella es colombiana, lesbiana, vive en Jackson Heights y cuando tenía 41 años decidió convertirse en madre por inseminación artificial. En 2009, tras algún intento infructuoso y cuando los médicos sólo le daban un 20% de posibilidades de quedarse embarazada por su edad, dio a luz a Maia Oriana.

“A mi padre, que vive en Colombia, le costó un poco aceptarlo, pero hoy en día su nieta es la niña de sus ojos”, dice De la Pava. “Uno de mis hermanos, que vive en Canadá, es sin embargo muy conservador y homófobo y nos rechaza. Cuando viene a Nueva York ni siquiera me llama”, añade.

De la Pava, no obstante, por su sangre latina le sigue otorgando importancia a los vínculos familiares y a ciertas tradiciones.

“Me aseguré de que el donante fuese al menos mitad colombiana porque mi familia viene de ahí y quería que se pareciese a ellos”, cuenta. “Y también la bauticé porque, aunque rechazo el conservadurismo excesivo de la Iglesia y ellos me ponen las cosas difíciles por ser lesbiana, me críe como católica y consideraba que era lo correcto”, asegura.

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