Ellas bailan sin complejos por su salud

Cada semana se reúnen en Washington Heights para mover hasta el último músculo y mantenerse sanas.

Stephanie López   asegura que  la danza del vientre, que practica hace nueve años,  le ha hecho ganar confianza en su cuerpo.

Stephanie López asegura que la danza del vientre, que practica hace nueve años, le ha hecho ganar confianza en su cuerpo. Crédito: Cortesia LucyAlia Turull

Manhattan – En Washington Heights, un grupo de mujeres hispanas ha aprendido que los complejos se eliminan moviendo hasta el último músculo del cuerpo. Bailar la danza del vientre ha sido su receta para sentirse a gusto con sus rollitos y conquistar ‘sudando’ su autoconfianza.

La mayoría de ellas habían renunciado al gimnasio por falta de motivación, pero gracias al Fusion Tribal Belly Dance – una variación moderna de la danza del vientre que combina hip hop, flamenco y otros ritmos – encontraron la vía para algo más que tonificar su cuerpo y quemar calorías.

Cada semana, en sesiones de ejercicio que funcionan como terapias de grupo, muchas descubren el valor y la belleza de sus curvas tras años de sufrir el acoso de otros por causa de su figura voluminosa.

Stephanie López lleva nueve de sus 18 años practicando este tipo de danza y asegura que le ha servido para mantener su peso estable y una mejor postura.

“Soy llenita y siempre tuve problemas por lo que me decían mis compañeros en la escuela”, algo que ha quedado en el pasado, afirma la estudiante de raíces dominicanas. “Ahora tengo una gran confianza en mi cuerpo”.

A fuerza de contorsiones cargadas sensualidad, las mujeres cuentan una historia con sus movimientos, a la par que liberan tensiones y canalizan inseguridades.

“Les enseño a bailar algo que les hace sentir bellas y que nunca pensaron que eran capaces de hacer con su cuerpo”, expresa la instructora del grupo, LucyAlia Turull, bailarina de ascendencia boricua con más de 30 años de experiencia. “Es una gran libertad entender quién eres como mujer, mientras te ejercitas sin sentir que lo estás haciendo”.

Según Turull y sus seguidoras, la práctica continua de esta danza del vientre potencia la buena salud. Por ser un ejercicio de bajo impacto, contribuye a la salud cardiaca y respiratoria, además de reducir el estrés y dolores musculares.

“Yo he descubierto huesos y músculos que ni sabía que tenía”, dice bromeando Norga Méndez, de 67, quien padece del corazón. “No se trata sólo de aprender a moverte, sino a respirar y tomar control de tu cuerpo”.

Desde hace cuatro años, a esta puertorriqueña la vida le ha cambiado.

“Me siento bien por dentro y por fuera, me mantengo activa y ya no me canso subiendo escaleras”, enfatiza.

Al principio ella creía que se necesitaba una figura perfecta para bailar la danza del vientre, pero su experiencia le demostró lo contrario.

“Esto me deja ser yo misma”, comenta Méndez.

La pasión por el baile de Giselle Román, cubana-dominicana de 19, le hizo unirse al grupo de Turull hace cuatro años, tras varios intentos “muy aburridos” de ejercitarse en un gimnasio.

“Cuando bailo me siento más segura de mi misma y muy feliz, pero cuando no lo hago mi actitud cambia y me siento incompleta”, destaca Román, refiriéndose al efecto positivo que esta disciplina tiene en ella.

El grupo practica en locales del Alto Manhattan o en casas particulares, mientras consiguen una sede fija. Como una extensión de sus clase-terapias, los viernes se reúnen en casa de Turull para danzar, compartir ideas y coordinar presentaciones en centros de salud, una iniciativa benéfica que – aseguran – es una manera de demostrar lo bien que se sienten.

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