Se funden drama e imaginación

El famoso Tower Bridge también fue parte de la gran fiesta.

El famoso Tower Bridge también fue parte de la gran fiesta. Crédito: EFE

LONDRES – Gran Bretaña inauguró los Juegos Olímpicos con una entrada real como jamás ha habido.

Londres recibió al mundo del deporte celebrando lo viejo y lo nuevo en una ceremonia dramática e imaginativa, que incluyó la llegada de la reina Isabel II -o, mejor dicho de una doble -, al Estadio Olímpico en paracaidas acompañada por James Bond.

Poco después, la monarca de 86 años observó un coro de niños que cantaba “Dios salve a la reina”, mientras soldados de la Armada Real, el Ejército y la Fuerza Aérea Real izaban la “Union Jack”, como se le dice a la bandera británica.

Durante el desfile de las delegaciones, Usain Bolt, el abanderado de Jamaica, recibió una de las ovaciones más cálidas de la velada saludando a una figura extranjera.

Buena parte de la ceremonia inaugural fue un recorrido por la historia de la música británica, desde el himno del club de fútbol West ham hasta el tema “My Generation” de The Who y “Bohemian Rapsody” de Queen.

Después de siete años de preparativos y el gasto de miles de millones de libras esterlinas, los Juegos se pusieron oficialmente en marcha con un recordatorio de los los momentos claves de la historia británica, incluyendo sus orígenes campestres y la Revolución Industrial.

La ceremonia incluye una presentación musical de Paul McCartney y a JK Rowling, la célebre autora de Harry Potter, leyendo un pasaje de Peter Pan.

Además, hubo una secuencia filmada en la que el actor Daniel Craig, en su papel de James Bond, visitó a Isabel II en el Palacio de Buckingham y la escoltó hasta un helicóptero decorado con la “Union Jack”, que luego sobrevoló lugares famosos de la ciudad como el Puente de Londres hasta llegar -ahora en vivo- al Estadio Olímpico.

Isabel II apareció luego entre el público acompañada por el presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge.

La gala dirigida por el cineasta Danny Boyle, a un costo de 42 millones de dólares y 15,000 voluntarios, debe alcanzar una audiencia televisiva global de 1,000 millones de personas.

Su desafío fue enorme: ser tan inolvidable como el extraordinario despliegue hace cuatro años en Beijing, el más caro en la historia.

Boyle apeló a Shakespeare, la cultura pop, literatura y música para comunicar la esencia británica al resto del mundo. Y se divirtió encandilando al público con escenas de películas famosas entremezcladas con los actos en vivo.

Aparte de los miles de atletas y artistas, unos 60,000 espectadores atestaron el Estadio Olímpico, en la zona este de Londres.

En la apertura de la ceremonia, el ciclista Bradley Wiggins, ganador del reciente Tour de Francia y luciendo la casaca amarilla que conquistó en esa prueba, hizo sonar la campana olímpica en la misma fundición que produjo el Big Ben.

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