La sal pudo ser más cara que el chivo

Este viejo refrán dominicano nos viene como anillo al dedo, al momento de explicar los acontecimientos acaecidos en los alrededores del Empire State Building. Dos fueron las personas fallecidas y nueve las heridas.

El drama en sí, se presentó en tres actos; primero: una persona despedida decide hacer justicia por cuenta propia; segundo: la policía de NYC “ajusticia” al agresor que se “resiste” al arresto y tercero: el alcalde Bloomberg defiende la acción de sus policías.

El primer acto está más o menos claro: los seres humanos se tornan irracionales cuando se sienten vejados y actúan en función de su instinto animal, pero con la astucia que le suma el cerebro humano. Eso hizo Jeffrey Johnson, el autor del desquite.

El segundo acto se complicó un poco: hay quien dice que el sujeto en cuestión no tenía el arma y que pudo ser detenido. Yo prefiero concederle el beneficio de la duda a la policía de Nueva York y creer que “realmente tuvieron que dispararle para defender sus vidas”.

El cocorícamo aparece en el tercer acto, cuando el flamante alcalde Mike Bloomberg, nos asegura que los dos policías que actuaron en el caso lo hicieron correctamente. Para sostener la afirmación, el Major dice que el video que él vio muestra claramente la acción policial.

Yo no vi el video en cuestión y por tanto no puedo desmentirlo ni aprobarlo; lo que sí puedo, es interpretar los hechos, tal y como los presentan los medios.

Actuaron correctamente pero hay nueve personas inocentes que pudieron morir, ya que fueron heridas de bala por los uniformados. Y este comportamiento es preocupante, por lo repetitivo.

Recordemos el caso del joven africano Amado Diallo; sacó una cartera del bolsillo, los agentes “vieron” un arma de fuego y lo demás es historia, el joven trabajador recibió 42 disparos.

Más recientemente en Times Square, un desequilibrado mental, cuchillo en mano, murió a manos de los policías, que no pudieron herirlo en las piernas, a pesar de estar a más de 10 pies de distancia y de que este desdichado no representaba peligro alguno para los uniformados.

Parece ser que nuestros jóvenes policías son entrenados para que al momento de la contingencia se asusten y disparen indiscriminadamente. O quizás es que hay un código secreto que promueve el “volumen de fuego” para imponer el poder, la autoridad, el monopolio de la violencia.

Cual sea la razón para esta permanente “sin razón” de disparar hasta la saciedad y sin agotar ningún medio de solución que preserve vidas, el alcalde debiera explicar por qué está satisfecho con resultados tan mediocres, luego de un entrenamiento policial tan costoso para los contribuyentes.

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