Billy Corgan recorre las dos décadas de Smashing Pumpkins

Billy Corgan lleva ya 20 años liderando Smashing Pumpkins, que actúa este domingo en LA

Billy Corgan durante una conferencia de prensa reciente celebrada en México, donde presentó el álbum 'Oceania'. El líder de Smashing Pumpkins actúa este domingo en LA.

Billy Corgan durante una conferencia de prensa reciente celebrada en México, donde presentó el álbum 'Oceania'. El líder de Smashing Pumpkins actúa este domingo en LA. Crédito: Notimex

Los años 90 abrieron las puertas a nuevas bandas que agarraron los restos musicales de la década previa y los transformaron en sonidos distintos y hasta revolucionarios.

Nirvana fue uno de esos grupos. El otro, Smashing Pumpkins.

A pesar de sus altibajos creativos y resultados comerciales —algo de lo más habitual en todo conjunto que vaya más allá de un par de álbumes—, Smashing Pumpkins ha seguido adentrándose en más puertas, tratando de ir más allá de las convenciones iniciales en las que quedaron atrapados y desfigurando un panorama estético —sonoro y visual— que los mantiene en el candelero.

Su líder, Billy Corgan (Illinois, 1967), es no solo la voz de la banda, sino también su espíritu y alma.

Hoy él es su único superviviente desde su formación; el resto la abandonaron por diversas razones, ya fueran desaveniencias profesionales, peleas internas o adicciones varias.

Tras un conato de desaparición justo en el cambio de siglo, Smashing Pumpkins regresó siete años después con el álbum Zeitgeist (2007), al que se han añadido los más experimentales Teargarden by Kaleidyscope y el reciente Oceania (este será presentado el domingo en un concierto en el Gibson Amphitheatre, donde Corgan y los nuevos miembros de Smashing Pumpkins también repasarán temas de su primera década).

Estos discos no han obtenido la repercusión comercial de Siamese Dream, su segundo álbum tras Gish, o Mellon Collie and the Infinite Sadness, que incluyó sus sencillos más populares como Bullet with Butterfly Wings, Zero y Tonight, Tonight.

Corgan, reconocido por sus letras apocalípticas, mitad poesía gótica, mitad desespero generacional, habló con La Vibra de esta nueva etapa de Smashing Pumpkins, que coincide con los drásticos cambios de la industria musical que, hace menos de dos décadas, los trató como auténticos reyes.

Algo que ha definido a Smashing Pumpkins es siempre tu intención, como compositor, de seguir una historia a través de cada álbum. No es algo común hoy en día…

No creo que exista una narrativa concreta en Oceania, pero sí es verdad que cuando escribo las canciones y termino con un puñado de ellas, me doy cuenta de que emergen temas que tienen que ver con la pérdida y la desolación, la pérdida del idealismo, que reflejaron por lo que estaba pasando en aquellos momentos. Cuando termino con eso, hago de director [de cine]: me distancio de esa parte emocional y orquesto de forma más efectiva… Es como tener una experiencia subjetiva y, cuando hay que acabarlo, uno debe sumergirse en una experiencia objetiva.

¿Alguna vez has creado un álbum sin una idea común al principio?

Sí, he hecho álbumes en los que me he dejado guiar por el instinto. Pero aún así, cuando acabo y elijo las canciones, siempre hay un tema que surge, unas voces que destacan y que hablan entre líneas de cosas que no me doy cuenta cuando las estoy escribiendo. Por ejemplo, cuando relanzó los álbumes viejos, debo recuperar las grabaciones originales y cuando escucho las canciones me doy cuenta de lo profundo que son algunas letras. Pero no recuerdo pensar eso cuando las escribí.¿Crees que eres uno de los últimos creadores de álbumes con un concepto detrás de ellos? Lo digo porque estamos viviendo la época de comprar canciones sueltas en i-Tunes, sin pensar que forman parte de un disco…

Hay bandas independientes que llevan a cabo obras cohesivas. Quizás soy uno de los veteranos que sigo trabajando de esa forma. No digo que sea algo en lo que crea, solo que no he encontrado nada más que sea mejor. Si me preguntaras qué quiero hacer si no tuviera restricción alguna, lo que me gustaría es hacer un álbum de tres horas, como si se tratara de una película europea de arte, con pasajes instrumentales, instantes lánguidos que se detienen en el tiempo. Una obra que no necesita ser siempre intensa, porque es algo que me gusta. Pero cuando pienso eso echo una mirada al mundo y me pregunto: ‘¿quién va a escuchar eso?’ [risas].

Podría hacer un álbum de tres horas, y quizás recibiría buenas críticas y algunos fans lo comprarían… Pero, ¿qué pasa si al llegar a casa solo escuchan la primera hora? Eso sería mucha energía que gastar… The Beatles solían hacer discos de 40 minutos. Quizás entre 40 minutos y una hora sigue siendo la mejor combinación de inmediatez y profundidad.La transformación de la industria desde que Smashing Pumpkins empezó ha sido radical.

Hay dos cosas: el otro día Mellon Collie [and the Infinite Sadness] se convirtió en álbum diamante al superar la barrera de los diez millones de ejemplares, lo que es increíble. Y pensé que si las cosas no hubieran cambiado, si aún tuviéramos Tower Records, ese álbum hubiera vendido muchas más copias, lo que hubiera derivado en más dinero y más fans. No soy una víctima, pero lo que quiero decir es que he tenido que trabajar mucho más duro que las generaciones previas, porque la industria se derrumbó delante mío. Lo bueno de eso es que lo inmediato es lo que funciona. No me puedo dormir en mis laureles. Por eso el mito de la banda legendaria es tan irritante: no puedo vivir en ese mundo, porque no paga las facturas. Así que lo bueno es que me ha forzado a reevaluar constantemente quién me escucha, por qué me escucha, y si me estoy comunicando con ellos de forma efectiva.

¿Crees que lo que haces en un escenario ahora es lo que te permite, entonces, ir mucho más allá de lo que creaste en el álbum?

Primero, uno debe tener la habilidad de interpretar un álbum de estudio en un escenario, como Yes solía hacer. Es mucho más difícil de lo que me imaginaba… porque el nivel de concentración que se necesita cada noche es increíble. Es casi como hacer una obra teatral cada noche, porque es muy emocional. Uno no puede apoyarse en el álbum, y requiere de una disciplina muy concreta.

¿Cuál es el concepto de ‘Oceania” en la nueva gira?

Empezamos el concierto con el álbum, que es una hora, y de ahí transicionamos a más rock, a los clásicos temas del repertorio. La producción pasa de ser muy visual, con una narrativa, a algo mucho más atmosférico. Es muy interesante: es casi como una obra vanguardista, que empieza de una forma y termina de modo muy distinto.

La banda ha cambiado de miembros. ¿Qué es lo que se requiere para formar parte de Smashing Pumpkins?

La clave para formar parte de la banda, especialmente en el escenario, es tener integridad individual. No quiero un músico karaoke que solo puede tocar el álbum. Quiero a alguien que es tan buen músico que puede interpretar la música desde una perspectiva emocional. Quiero a tres personas en el escenario que adoptan esa emoción, y su interpretación de la música. Es una combinación bella, el ayudarme a recorrer el camino de mi vida con un nuevo estilo, un nuevo sentimiento, en una nueva era. También tienen que ser fuertes: solo por estar ahí arriba se enfrentan a muchas críticas, porque algunos fans creen que no son los que deberían. Se hicieron comentarios como si era una banda de alquiler o meras copias [de otros miembros], como si ellos no fueran personas de verdad.

Has empleado dos palabras: emoción y belleza. Tú música provoca emoción, apunta a la belleza, dejando de lado en ocasiones las letras. ¿Eres consciente cuando escribes de esa particularidad de tu música?

Si cuando escribo una canción triste o sentimental de forma intuitiva, entonces mi trabajo es maximizar eso, sin pasarse. Hay que jugar con esa emoción hasta que alcanza su efectividad. Parece manipulador, y a veces lo es, pero uno debe ser consciente de ello porque allí está a veces el éxito de la música. Es intuitivo pero en cierto momento uno debe ser consciente de ello para recrearlo.

Smashing Pumpkins actúa este domingo a las 7:45 p.m. en el Gibson Amphitheatre, 100 Universal City Plaza, Universal City. Boletos entre $55 y $115 en http://www.livenation.com.

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