Estamos aniquilando a nuestros niños

Algo estamos haciendo profundamente mal y en algún momento tenemos que reunir la voluntad para cambiarlo, tanto en casa como en el mundo

Cuando decidimos preparar contenido especial sobre la niñez en navidad -aprovechando un día dedicado a los más pequeños para reflexionar- pensamos iniciar la discusión con una noticia positiva: “El abuso y la negligencia infantil decayeron por quinto año consecutivo en los Estados Unidos”, según datos divulgados por el Departamento de Salud. Pero días después, nuestro entusiasmo quedó hecho trizas por la masacre de Sandy Hook.

Los niños suelen pagar por los platos rotos de los adultos. Cuando la economía anda mal, a los más pequeños les va aún peor. Si alguien ha sufrido con creces la crisis hipotecaria, son los niños sin hogar. Las familias desempleadas no sólo ven afectada la salud de los más chicos por la falta de acceso a servicios, sino que sufren la disminución de la calidad alimenticia en el hogar. Los menores pagan a corto y largo plazo los estragos de los recortes en el sistema educativo. Y la violencia se manifiesta con su mano implacable en hogares y comunidades azotando a los más débiles.

Eso sin hablar del resto del mundo. Los niños continúan muriendo por miles de hambre, SIDA y por los estragos de las guerras que se libran en todos los confines del planeta. Mientras unos juegan con su iPad, otros empuñan un fusil. Mientras unos sufren de obesidad, otros ni siquiera tienen acceso al agua potable. Mientras unos van a la escuela a aprender, otros van a ella para encontrarse de frente con el acoso e incluso la muerte, y otros ni siquiera pueden acceder a la educación básica. Algo estamos haciendo profundamente mal y en algún momento tenemos que reunir la voluntad para cambiarlo, tanto en casa como en el mundo.

La semana pasada en Newtown, Connecticut, murieron de forma espantosa 20 niños. No deja de ser una macabra casualidad que -precisamente en Newtown, Connecticut- se ubique la sede de Forecast International, una de las principales corporaciones de inteligencia de guerra del país, promotora de los aviones teledirigidos (“drones”), cuyos ataques en suelo internacional han resultado en frecuentes denuncias de muertes infantiles. Y para colmo de casualidades, es precisamente en Newtown, Connecticut, donde vive el padre de Stephen Feinberg, el fundador de la firma dueña de la manufacturera de armas Freedom Group, fabricante del rifle Bushmaster que usó el joven Adam Lanza para cometer la masacre en la misma localidad.

Tal vez se ha cerrado el círculo en Newtown para que la sangre de sus niños inocentes no haya sido derramada en vano. Los niños tienen derecho a la inocencia, a la vida, a la educación, a la salud y a la paz.

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