Los gatos papales

La renuncia de Benedicto XVI abre posibilidades e incognitas, incluso para los gatos

Un equipo de televisión trabaja en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Un equipo de televisión trabaja en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Crédito: Archivo / EFE

Papeles

Celebro que el Papa Benedicto XVI haya renunciado a sus 86 años a los mocasines rojos, el sombrero camauro, las medias “caliges” que venden en la sastrería Gammarelli, o en Barbicone, su competencia.

Con una mezcla de sensatez, pragmatismo y sentido común, asistido por el Espíritu Santo, el pontífice decidió dar un teológico paso al costado. (Admito que el Espíritu Santo me quiere pocón pues nunca me sugirió que renunciara a mi último cargo. Como no dimití, me echaron).

Saber retirarse es la lección que el Papa nos da entre líneas. Esa cartilla vale más que diez encíclicas. La vanidad nos lleva a pensar que somos imprescindibles pero de estos fulanos está “tuquio” los cementerios.

Su Santidad quería tener un detalle coqueto con febrero, sacarlo del anonimato. Por eso se retira el último día de este mes bonsái, el liliput del almanaque al que siempre le faltan diez centavos para el peso. (Los corruptos detestan febrero porque tienen dos días menos para robar).

América tiene varios “papábiles” como se les dice los candidatos al cargo de sucesor de Pedro. El cardenal Rubén Salazar es el único candidato colombiano a heredar la quincena papal, el anillo del pescador, los papamóviles y la opción de no equivocarse ni comprando lotería. Pero los Papas están hechos para no caer en las tentaciones. Nada de sacarle tajada a esa gabela negada al resto de los mortales. Ni en el cielo hay equidad.

Con exceso de modestia, Salazar se autoexcluó de la baraja de candidato y dijo que es más bien parroquial. Digamos que le falta mundo teolólgico.

Desde el asfalto le hago un venial reparo al Papa, a quien le doy la cordial bienvenida al gremio de pensionados: está bien que haya utilizado el latín para anunciar su retiro. (Periodistas, a estudiar latín: la reportera que lo entendía, dio la chiva de la renuncia). Lo que no está bien es que haya hecho el anuncio el mismo día que reveló la fecha para la canonización de la Madre Laura que será la primera santa “made in Colombia”.

Mal detalle, colega Ratzinger (por lo jubilado). Como Coca-Cola mata tinto, la noticia sobre Madre Laura quedó relegada al cuarto de san Alejo de los medios.

Claro que mi preocupación, más que teológica, es eminentemente gatuna: ¿Qué pasará con los dos gatos que acompañan al teólogo alemán en su espléndida soledad vaticana de cinco estrellas?

No es artículo de fe, pero es un hecho que el Papa habla con los gatos en dialecto bávaro. Los gatos le responden en su lacónico esperanto: miau. No necesitan más letras para decirlo todo.

Antes de ser elegido, el Papa era seguido en la calle por una corte de gatos romanos amantes del poder. El cuarto de hora de los felinos al lado del futuro sucesor de Pedro, terminaba a las puertas del Vaticano. La guardia suiza los asustaba con sus uniformes. Entonces la manifestación de gatos volvía a sus bases entre las ruinas del Coliseo donde cenaban ratones a la carbonara.

Hago votos porque este cambio de estatus no implique “bajatus” en el concentrado que se les sirve a los mininos que viven con Benedicto XVI. Yo veré, colega.

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