La carnada perfecta

No todos los muertos son buenos y por más que le pidan a los antichavistas que no festejen, ellos tienen el derecho de celebrar un eventual cambio o también lamentarse de la continuidad del régimen.

Por su parte, los chavistas pueden llorar a su líder, pero en paz, sin agresiones ni amenazas.

Sin embargo, ninguno de los bandos debe ignorar que la herencia de Hugo Chávez es un legado de perjuicios a la estabilidad institucional, a la economía endeudada por la evaporación de fondos públicos y donativos de dineros a naciones aliadas, por la escasez de alimentos básicos, intimidación a la prensa, expropiaciones que no benefician al pueblo sino a quienes gobiernan y por acusaciones de corrupción y asociación para delinquir.

Vienen tiempos difíciles para Venezuela con un pueblo ciego por el fanatismo basado en el engaño, alimentado por Chávez y sus socios.

Ya lo había dicho: es peor el ilusionismo que el ilusionista. Es más peligroso el chavismo que Chávez. No se trata de un hombre sino de un movimiento entre el delirio y el misticismo, dirigido por gente maliciosa y codiciosa, que hará lo que sea para aferrarse a la silla presidencial.

Las pugnas internas se irán acentuando cuando el apetito de poder los enceguezca. Ya se notó tensión entre el vicepresidente, Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Recordemos que Chávez entregó las banderas al primero.

Hablan de democracia y de proteger la constitución y el ministro de defensa, Diego Molero, en una inusual alocución, amenazante y provocadora, vociferó en televisión arengas pro socialistas y pro revolucionarias.

Los ejércitos están para defender los derechos de todos los ciudadanos, incluso los de la oposición y el de los independientes, no los de un grupo específico.

Es extraño cómo Venezuela cayó en ese destino. Muchos mordieron la carnada perfecta y la razón es que fue un pueblo abandonado por gobiernos anteriores; resentido por la injusticia del pasado y así fue fácil enfrentarlo a la clase dirigente tradicional, a industriales y empresarios, a la burguesía y por ende al trillado imperialismo.

Un socialismo que fomenta el resentimiento social es la carnada perfecta de incautos, a quienes los convencieron que llegó su tiempo de mejorar el estatus de vida. Esos peces infelices cayeron en la panza de voraces ballenas, en el mar de la inconformidad y el odio.

El pueblo venezolano necesita despertar para no ser más una incauta carnada. Que no legitime a un gobierno tramposo, ni permita que vuelva a suceder otro golpe de facto como el del 9 de enero pasado, cuando Maduro y Cabello se adueñaron del poder, en complicidad con el Tribunal Supremo de Justicia, mintiendo a la gente, fingiendo que su líder daba las órdenes lúcido y rozagante en Cuba, cuando estaba en coma inducido desde diciembre.

Suertudos Maduro y Cabello que sacarán provecho por la muerte de Chávez; el difunto será leyenda y en la historia quedará como salvador de un pueblo, mito que en vida se hubiera derrumbado solo, como ya estaba sucediendo.

Pasarán años y quizás décadas antes de que Venezuela se sobreponga del daño hecho. Ellos no se irán.

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