Empieza ‘regateo’ para el cónclave

Se crean dos bandos entre los cardenales que deberán elegir al próximo Papa

Los cardenales  Daniel Nicholas DiNardo, izq., y  Roger Mahony en la víspera del cónclave.

Los cardenales Daniel Nicholas DiNardo, izq., y Roger Mahony en la víspera del cónclave. Crédito: AP

CIUDAD DEL VATICANO — El Vaticano insiste que los cardenales que participarán en el cónclave para elegir al próximo papa votarán de acuerdo con su conciencia, bajo la sola influencia de la reflexión y la oración silenciosa.

Sin embargo, es bien sabido que los juegos de poder, los intereses creados y las maniobras maquiavélicas son parte de la dinámica del proceso y que el regateo está en marcha.

¿Podrán los cardenales italianos superar sus divisiones para apoyar a un candidato único? ¿Podrán los sorprendentes estadounidenses influir en la votación? ¿Podrán los 115 cardenales de todo el mundo alcanzar una convergencia en cuanto a si la Iglesia necesita un papa carismático o un gerente severo capaz de controlar la burocracia vaticana?

Esta ocasión no hay cardenales estrella ni grandes favoritos, lo cual amplía el abanico de la elección y abre paso a un posible candidato de consenso en caso de un estancamiento.

Aunque las deliberaciones siempre son secretas, al parecer comenzaron a formarse dos grandes bandos discrepantes en antelación al cónclave.

Uno, dominado por la poderosa burocracia vaticana llamada la Curia, aparentemente aspira a un papa que le permita continuar tomando las decisiones como siempre. De acuerdo con las conjeturas, la Curia impulsa la candidatura del arzobispo de Sao Paulo, Odilo Pedro Scherer, que tiene estrechos vínculos con ella y se prevé que nombraría a un funcionario vaticano italiano como Secretario de Estado, el número dos que dirige los asuntos diarios de la Santa Sede.

El otro bando, al parecer encabezado por los cardenales estadounidenses, impulsaría un pontífice reformista, que tenga la fortaleza de reorganizar la Curia, a la que han empañado las pugnas interiores y el escándalo de las filtraciones del Vaticano, en las que el mayordomo personal del papa retirado Benedicto XVI había pasado documentos confidenciales a la prensa.

Estos cardenales desean como papa, se dice, al arzobispo de Milán, Angelo Scola, quien presuntamente tiene la fuerza para controlar a la Curia.El punto crucial por resolver es si el papa debe ser uno de índole “pastoral”, alguien con el carisma y capacidad de comunicación que atraiga nuevos miembros a un rebaño que ha disminuido, o uno con dotes “gerenciales”, capaz de renovar la iglesia en momentos de escándalos de abusos sexuales y caos burocrático.

Italia posee el grupo más grande de cardenales con derecho a voto en el cónclave —son 28— y el país cree que tiene el derecho histórico de proveer al papa, tal como lo hizo durante siglos.

Los italianos están divididos a causa de los grupos eclesiásticos italianos a los que pertenecen y a los líderes que obedecen. Una disputa entre los simpatizantes de los arzobispos de Génova y Florencia, según se dice, les costó el papado en 1978 tras 455 años de pontífices italianos.

El prominente periódico italiano Corriere della Sera difundió el sábado una encuesta de expertos en la que el cardenal de Boston, Sean O’Malley, superó a los favoritos papales, Scherer y Scola.

Otros dos estadounidenses, el cardenal Timothy Dolan, de Nueva York, y el cardenal Donald Wuerl, de Washington— también surgieron como papables en la encuesta. Esta fue una sorpresa porque los estadounidenses han sido tradicionalmente descartados ante la posible percepción negativa de elegir a un papa procedente de una superpotencia.

Sin embargo, hay 11 cardenales estadounidenses con derecho a voto que constituyen el segundo grupo más numeroso después de los italianos y se les menciona por sus habilidades administrativas.

Existe un bando más, que al parecer cuenta con los votos suficientes para influir en la elección papal. Es la “facción de Benedicto”, un grupo de 67 cardenales que deben su capelo rojo y presencia en el cónclave al papa más reciente. Conforman más de la mitad de los cardenales con derecho a voto.

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