Tabasco, una frontera para valientes
TENOSIQUE, México No hacen falta papeles para cruzar por esta frontera del sureste mexicano que limita el estado de Tabasco con Guatemala. Lo que se necesita es valor. Y mucho. El suficiente para meterse a pantanos, ríos y caminos donde acechan cocodrilos, criminales locales, policías, Zetas y carroñeros.
Diariamente alrededor de 200 indocumentados -en su mayoría centroamericanos- ingresan por este rincón bajo una engañosa falta de supervisión: sin vigilancia al pie de la línea ni muros fronterizos entran como por su casa, en lancha o a pie, para encontrar unos metros adelante las espeluznantes historias.
Rutas en las que acechan secuestros y asesinatos, mutilaciones, violaciones sexuales, robos, tráfico de personas y cobro de cuotas que dieron fe en 2012 a 36 recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que las autoridades escucharon con indiferencia.
“Como oir llover”, por usar una expresión local.
Transitar este rincón es, en pocas palabras, lanzar una moneda al aire que pone en juego la vida y la muerte. Los matices dependen de la temeridad de los inmigrantes y a veces de terceros, unos cuantos mexicanos o compañeros de travesía que pagan el precio de su solidaridad con la incertidumbre de vivir amenazados de muerte.
Un sacerdote franciscano fundador del albergue “La 72″cuyas incendiarias protestas igual contra criminales que contra funcionarios del Instituto Nacional de Migración, policías federales, estatales y hasta el alcalde, podrían hacer rodar su cabeza.
Un activista que corre la misma suerte por documentar con nombre y apellido a los integrantes de una célula de criminales Zetas que secuestran y cobran cuota a los indocumentados por subirse al tren de carga “La Bestia” donde viajan clandestinos para atravesar el país hasta la frontera norte.
Hombres y mujeres anónimos atenazados por el hambre de sus numerosas familias. Una madre soltera que dejó en Honduras a cinco hijos y busca llegar a Carolina del Norte. Un salvadoreño deportado en cuatro ocasiones que ya no sabe qué hacer para reunirse nuevamente con su mujer y los hijos en Los Ángeles. Un hondureño cruzando a los sin papeles por el río San Pedro Mártir cree que hace un servicio social. Un cónsul que al visitar las vías del tren, el albergue y los ministerios públicos entendió que la esencia del drama en esta región calurosa y húmeda es la impunidad.