Made in Bangladesh

La produccion de productos baratos conduce a fabricas peligrosas como esta

Bangladeshíes buscan a sus familiares en la lista de víctimas del derrumbe.

Bangladeshíes buscan a sus familiares en la lista de víctimas del derrumbe. Crédito: Archivo / EFE

Economía

La muerte de más de 380 personas, la mayoría mujeres, tras el derrumbe de un edificio que albergaba varios talleres de ropa en el país asiático de Bangladesh se ha convertido en una de las mayores tragedias del sector de la moda de bajo costo.

Varias marcas famosas se cosían en el lugar.

Según el diario The New York Times, en el sitio del derrumbe se encontraron etiquetas y documentos de grandes marcas europeas y estadounidenses como Children’s Place, Benetton, Cato Fashions, Mango, Wal-Mart y otras.

La víspera del brutal derrumbe (que aplanó un edificio de ocho plantas, supuestamente construidas de manera ilegal, donde trabajaban más de 3,000 personas) corrió la voz de que el inmueble tenía grietas.

Según un líder sindical, a los trabajadores se les pidió ignorar las grietas de las paredes y continuar su trabajo normalmente.

“Ninguno de nosotros quería entrar al edificio, pero nuestros jefes nos forzaron”, dijo una de las sobrevivientes.

Las imágenes de la tragedia han generado indignación mundial por las fallas de seguridad y de condiciones laborales elementales que parecen estar en el centro del problema en Bangladesh.

Sam Mahers, de la organización Labour Behind the Label (el trabajo tras la etiqueta) asegura que este incidente es chocante pero no sorprendente. El 50% de las fábricas están funcionando con parámetros que no son seguros, sin rutas de escape adecuadas, y todavía no se ha sancionado a ninguna fábrica por violar reglas de seguridad o las normas de los edificios. Eso a pesar de que la tragedia del edificio Rana Plaza no es la primera de ese tipo en el país, indicó.

Según datos de la Federación Nacional de Trabajadores del sector Textil de Bangladesh, en los últimos 15 años ha habido unos 600 muertos y 3,000 heridos en accidentes ocurridos en fábricas textiles (incendios o derrumbes) en el país.

Según un líder sindical, “los intentos para cambiar esta situación han sido frustrados por la presión concertada del gobierno. Cualquier decencia que pueda contener la Ley Laboral de Bangladesh es eclipsada por el débil control del Departamento de Inspecciones del Ministerio del Trabajo. Hay sólo 18 inspectores y ayudantes de inspectores para controlar 100,000 fábricas en el área de Dhaka, donde se encuentra la mayoría de las fábricas de prendas de vestir. Si se detecta una infracción, las multas son demasiado bajas como para generar alguna reforma. Cuando los trabajadores tratan de formar sindicatos, la dura reacción de la administración basta para restringir sus esfuerzos”.

Aumenta también la presión sobre las compañías que comercializan esas prendas, como Wal-Mart, Primark UK, Joe Fresh, Children’s Place, Cato y Benetton

El movimiento global V-Day, que lucha contra la violencia a las mujeres, hizo un llamado a las compañías estadunidenses y europeas que producen en Bangladesh, a que rindan cuentas por “el rol que juegan en la continua explotación laboral” en aquel país.

En un escrito firmado por Eve Ensler, fundadora de V-Day, y Monique Wilson, directora de One Billion Rising, se lee (http://www.vday.org/node/3060): “Nos alzamos por los trabajadores que perdieron su vida, la gran mayoría mujeres de 18, 19 años, que se merecían el más fundamental de los derechos: el derecho a vivir y trabajar con dignidad y seguridad”.

Las firmas de ropa, caras o baratas, suelen establecerse en países del sudeste asíatico o centroamericanos, atraídas por los bajos costos de producción que les permiten ofrecer precios más atractivos al consumidor final.

La realidad es que con la “relocalización” de la producción de ropa a países económicamente empobrecidos, se consolidó un modelo de negocio caracterizado por la subcontratación de proveedores, con márgenes muy limitados de beneficio, obligándolos así a manejar sus fábricas como prisiones laborales.

El régimen de subcontratación permitió que las grandes firmas negaran toda culpabilidad por lo que hacían los verdaderos propietarios de esas pequeñas fábricas, lo que les permitía gozar de los beneficios de los productos baratos sin que sus conciencias fueran perturbadas.

La industria textil es considerada una pieza angular de la economía de Bangladesh.

De modesta condición a comienzos de los ochenta, pasó a convertirse en una industria de cerca de 20,000 millones de dólares, lo que representa cerca del 80% de las exportaciones nacionales.

Kreisler, de Ropa Limpia, señala que los empleados textiles de Bangladesh (el 90% de los cuales son mujeres) están entre los peor pagados del mundo: cobran unos 32 euros al mes. Y son, por eso, de los más competitivos junto a los chinos.

La catástrofe pone en jaque una vez más a una industria que llena las tiendas de occidente de ropa baratísima y es clave en la economía de Bangladesh.

Tras el derrumbe, surgieron voces en distintos países que piden a los consumidores comprar ropa en tiendas cuya cadena de producción respete a los trabajadores y sus condiciones de trabajo.

Por su parte Susanna Rustin, sugirió en su columna del diario británico The Guardian, que al igual que las frutas y las verduras, la ropa debería llevar etiquetas para saber si son producto de ese “comercio justo”, algo que las grandes tiendas de ropa no suelen hacer.

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