Dominicano Luis Tolentino vuela en su patineta en NYC

Tolentino, quien se crió en Queens, ha brincado sobre vacas y personas; ha vuelto a sus raíces en República Dominicana, y ha rodado envuelto en llamas por las calles de Ciudad de México

La patineta fue lo que  llevó a Luis Tolentino a Dominicana para encontrar sus raíces y conectar con patinadores que vieron en él un poco de ilusión.

La patineta fue lo que llevó a Luis Tolentino a Dominicana para encontrar sus raíces y conectar con patinadores que vieron en él un poco de ilusión. Crédito: Cortesía

Nueva York — Luis Tolentino quería viajar tan rápido que casi sintiera que volaba, buscando una libertad que su alma le pidió desde que era un niño. Las alas que buscaba las encontró en las ruedas de una patineta.

“Comencé a andar en patineta cuando era joven porque siempre sentí que quería volar o moverme rápido. Así que la primera vez que me paré sobre la patineta en el auditorio escolar se sintió tan bien, que no podía creer que estaba montado en la patineta y que me movía sobre ella. Me llenó de felicidad y desde ese momento me prendí de la tabla”, comentó.

Desde entonces, este chico dominicano de 27 años ha alcanzado tales alturas que ahora ostenta la marca por salto alto sobre una patineta (ollie) con 45 pulgadas, hecho que, como él explicó, lo ha llevado a lugares que nunca imaginó.

Tolentino, quien se crió en Queens, ha brincado sobre vacas y personas; ha vuelto a sus raíces en República Dominicana, y ha rodado envuelto en llamas por las calles de Ciudad de México.

“Nunca pensé que me iba a llevar tan lejos. Yo sólo quería hacerlo para sentirme feliz. Pero la gente me decía que siguiera haciéndolo. Así comencé a conocer gente, a ir a competencias, a conectarme con esta cultura de la que yo quería ser parte”, señaló.

GRACIAS A SU MADRE

El paseo por la libertad que hoy Tolentino disfruta se debe en gran medida a su madre, Josefina Mencia.

“Mi mamá me dio mi primera patineta. Yo siempre le decía ‘¡mamá quiero una patineta!’ Y un día ella juntó un dinero y me compró una. Y desde ahí no la dejé”, recordó. “Lo único que mi mamá me decía era que yo debía mejorar mis estudios, pero yo estaba obsesionado sin importar más nada”.

Con el pasar de los años, adquiriendo más experiencia y otras perspectivas sobre la vida, este patinador (skater, como se les conoce en inglés a quienes practican esto) ha valorado más lo que su madre hizo para sacar a él y a su hermana adelante.

“Mi mamá me inspira, más ahora que antes porque no notaba lo que ella hacía. Ella se mantenía serena para mantenerme a mí y a mi hermana. Nos cocinaba y nos hacía sentir como que todo era maravilloso, mientras ella lidiaba con el mundo”, comentó.

No obstante, no todo era maravilloso para Tolentino, quien creció sintiéndose diferente, aislado, frustrado por no encontrar la manera para conectar con los muchachos con los que crecía en Queens.

DIFERENTE A LOS DEMÁS

“Patinaba por las calles con un grupo de chicos, pero en la escuela me miraban raro. Me decían que por ser dominicano tenía que jugar béisbol. Para mis compañeros de escuela todo giraba en torno a jugar béisbol, coleccionar zapatillas Jordan, o tener autos”, recordó.

Los intereses de Tolentino eran otros.

“Yo estaba interesado en los trucos que quería hacer con la patineta. No me importaba tener dinero, sino divertirme”, dijo. “Fue algo solitario crecer así. Era como que todos eran clones, replicas de uno al otro sin nada que ver conmigo”.

EL PODER DE LA FURIA

A Tolentino lo movía la furia de no pertenecer, de no encontrar su lugar y de ser rechazado de su propia comunidad por no encajar en el molde. Eso alimentaba su deseo de rodar en libertad.

“Yo quería usar esa frustración para ir rápido y poder brincar. Así que comencé a brincar todo. Brincaba la acera, las alcantarillas, sin importar si me caía; sólo quería brincar e ir rápido”, aseguró.

Pronto esa furia lo cansó.

“Sentí que estaba forzando eso porque estaba bansándome sólo en esa frustración para hacerlo. Me di cuenta que necesitaba fuerza”, expresó.

Fue en la película X-Men que encontró las palabras que lo sacaron del estado en el que se encontraba. “El profesor Xavier le dijo a Magneto que usando el amor se tiene más poder que si usas la ira. Y así vi las cosas de otra manera; aprendí a estar más relajado, casi en un estado de zen”, dijo. “Cuando tienes tu propia perspectiva no estás en competencia con nadie, estás en armonía y le das luz a los demás por ser tú mismo”.

Pero faltaba el ancla o, más bien, la raíz.

LA VACA EN DOMINICANA

“Necesitaba volver a mis raíces si es que quiero crecer; necesito esos nutrientes para salir adelante. Nueva York es una de mis raíces, pero yo nací en República Dominicana. Fue por eso que comencé a pensar en la idea de cómo llegar ahí”, declaró.

La patineta fue lo que lo llevó a Dominicana para encontrar sus raíces y conectar con patinadores que vieron en él un poco de ilusión.

Hizo tres viajes. “Para el tercero ya había muchos chicos haciéndolo. Ellos tenían mucha energía, y cuando ves esa energía expresarse en la patineta es impresionante, es una imagen poderosa que me hace sentir bien, contento y orgulloso”, afirmó.

Ahí fue donde también voló sobre una vaca. “Eso fue ridículo. A un cineasta, Tuto Guerrero, se le ocurrió esta idea y yo me sentí muy feliz de hacerlo al principio. Pero cuando llegue ahí, y ví la vaca frente a mí, y pude olerla, me dije, ‘estoy a punto de brincar sobre este animal’. La vaca corría cuando yo quería brincarla y finalmente al tercer intento salió”, recordó entre risas.

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