Niños son más vulnerables al crimen organizado

Una niña trabaja vendiendo tortillas de maíz  en un barrio de Tegucigalpa.

Una niña trabaja vendiendo tortillas de maíz en un barrio de Tegucigalpa. Crédito: efe

Tegucigalpa — La pobreza y la violencia doméstica obligan a niños hondureños a abandonar sus hogares y a vivir en la calle, donde son más vulnerables al reclutamiento forzado del crimen organizado, según defensores de los derechos humanos, que abogan por una mayor atención del Gobierno.

“La pobreza junto a la violencia están expulsando de sus hogares a los niños y, una vez en la calle, son perseguidos por el crimen organizado o pandillas (maras)”, asegura el director de la organización humanitaria Casa Alianza, José Ruela.

Sólo en Tegucigalpa hay unos 3,000 niños que viven en la calle, de acuerdo con cifras de Casa Alianza, una organización internacional no gubernamental que anualmente atiende a unos 20,000 menores en situación de desamparo en Honduras, México y Nicaragua.

“Estos niños salen ingenuamente de sus casas sin saber que en la calle los espera un mundo lleno de drogas y de violencia”, subraya Ruela.

Las bandas del crimen organizado, explica el titular de Casa Alianza, aprovechan que las leyes de Honduras -donde hay más de 3.5 millones de niños- impiden imputar penalmente a menores de edad para “reclutarlos y obligarlos a trabajar de sicarios o en narcotráfico”.

Aunque no hay estadísticas oficiales, “los delincuentes están usando a niños para el sicariato u otros delitos”, debido a que la legislación hondureña impide que los hechos cometidos por éstos puedan ser procesados como delitos penales, señala.

Ruela insta al Estado hondureño a garantizar la seguridad y bienestar de los niños vulnerables para evitar que sean presas de las mafias que los utilizan.

En Honduras, con 8.5 millones de habitantes, también se registran casos de niños que viajan indocumentados hacia Estados Unidos, debido a la pobreza y la violencia que sufren en el país, apunta Ruela, quien precisa que la organización que dirige recibe semanalmente unos 80 menores repatriados.

Un niño que se identifica como “Carlos” relata que hace dos semanas fue deportado desde Estados Unidos, adonde había viajado hace un mes, junto a dos amigos, huyendo de los malos tratos que le daban sus tíos, con quienes vivió los dos últimos años, después de de que sus padres también viajaran indocumentados.

“Decidimos irnos de ‘mojados’ (indocumentados) hacia Estados Unidos porque todos los días nos pegaban en nuestras casas”, argumenta el menor, de 12 años, que ahora vive en las calles de Tegucigalpa expuesto a las bandas criminales.

“Carlos” no desconoce el “peligro” que afronta al vivir en la calle, donde muchas veces las pandillas u otros grupos les buscan “para cometer algunos delitos”, pero se niega a regresar con sus tíos.

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