Expiar por espiar

El caso Snowden ha acaparado la atención internacional y de los ecuatorianos siguen de cerca las incidencias del espía.

El caso Snowden ha acaparado la atención internacional y de los ecuatorianos siguen de cerca las incidencias del espía. Crédito: AP

Linguística

La semejanza entre dos cosas no se basa sólo en el parecido. El título es ejemplarizante pues “expiar”, a diferencia de lo que es “espiar”, quiere decir ‘sufrir una pena por delitos cometidos’.

Viene a cuento del caso Snowden, un analista subcontratado por los servicios secretos NSA quien recientemente decidió hacer pública la (poco sorprendente y aún menos moral) noticia de que vivimos diariamente expuestos a un pirateo informático indiscriminado por parte del gobierno.

Desde el poder se le quita hierro y se hace ver como un responsable ejercicio de “protección ciudadana”. Y “desprotección ciudadana” es precisamente lo que alega Snowden para justificar su dizque incumplimiento de contrato. ¿Quién es el protector, el gobierno o Snowden?

Invocamos al popular pícaro novohispano Juan Verdades para que con su aguda sabiduría nos resuelva las dudas. Más útil que los héroes de la Márvel es.

La intervención masiva de datos, asegura el gobierno, es legal y solo tiene por misión reconocer patrones comunicativos a partir de los cuales poder inferir una agresión terrorista.

La opinión pública consultada, hay que decirlo, no duda en apoyar estas maniobras disuasorias de los servicios de inteligencia.

Que se haga clandestinamente sí que produce gran consternación.

La aceptación de esta nueva patrulla de caminos digitales se percibe como un mal menor que viene a sumarse a las cámaras públicas (y privadas), satélites, aviones espía no tripulados, etc.

La complejidad del asunto llama poderosamente la atención pues plantea un conflicto de intereses entre lo que se pierde: recorte de libertades; frente a lo que se gana: acceso a lo amenazante desconocido. Por el tipo de agravio sale malparada la inteligencia. Siempre es preferible traer a la memoria al NSA por la cara de Halle Berry en el papel de Jacinta Johnson en Die another day, película de James Bond, que por entrometerse en los correos íntimos. Para mala imagen, sobra con la de los agentes del NSA persiguiendo a Will Smith en Enemy of the State.

No podemos dejar de apoyar al gobierno en su afán de proteger y protegerse pero cuesta condenar a Snowden, que sale al paso de su conciencia para proclamar una intromisión excesiva en la expresión libre de nuestras comunicaciones, que puede acabar, sin fantasear mucho, con nuestros datos confidenciales en manos de indeseables que no preparan ningún ataque terrorista sino que simplemente quieren saber a qué hora no estamos en casa o cómo le hacemos para acceder a nuestro banco.

Unas cosas llevan a las otras. Si un Snowden puede sacar a la luz una aparente conspiración encubierta, otro Snowden puede vender nuestra información a vulgares traficantes de datos. Todo al mejor postor. Lo ocurrido demuestra debilidad. No estamos bien preparados para proteger nuestra confidencialidad: ni el gobierno, ni nosotros.

La historia de Snowden es un llamado de atención para que tengamos presente que necesitamos algún tipo de vida privada. ¿Quién no tiene que guardar alguna apariencia?

La acción del gobierno es prueba palpable de esta misma necesidad. Y nosotros no podemos ser menos ya que la razón de existir del gobierno somos nosotros y no al revés.

Juan Verdades así lo expresaba: por dormir con pierna blanca y gozar de rico bollo ensillé la mula baya y maté al güeye palomo. Esto es, ¿desde cuándo está reñida la verdad con hacer lo que no se debe?

Luis Silva-Villar es catedrático de lengua y lingüística en la U. de Colorado CMU. lenguaporoficio@gmail.com

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