‘Dreamer’ deportada logra ser becada en Europa

Pese a trabas en sus dos patrias, Nancy Landa va a estudiar una maestría en inmigración en Inglaterra

Nancy Landa, en su graduación en CalState, Northridge.

Nancy Landa, en su graduación en CalState, Northridge. Crédito: Suministrada

MÉXICO, D.F.— De Estados Unidos la echaron por ser una dreamer, ese grupo de jóvenes que emigró involuntariamente en la infancia junto con sus padres y en México, la burocracia educativa le impidió revalidar sus estudios como administradora de negocios.

Pero en Europa le abrieron los brazos y para allá va, en busca de una maestría.

Angelina por formación, tijuanense por elección; mexicana y estadounidense por corazón, Nancy Landa se prepara hoy en el Distrito Federal para volar al Reino Unido, a la University College London (UCL), donde se especializará en Migración Global: descubrió que ella es ahora una ciudadana del mundo.

Me cerraron las puertas en Estados Unidos pero el resto del mundo está afuera”, cuenta en entrevista con La Opinión, antes de su partida programada para mediados de septiembre.

Antes de su deportación en 2009, Nancy no quería salir de territorio estadounidense por su condición de indocumentada. Temía no volver a ver Los Ángeles, la ciudad que la acogió desde los nueve años y donde aprendió el poder del tesón, hasta matricularse becada en California State University, Northridge.

En cambio hoy, conoce Montreal y Vancouver por razones laborales (se empleó en una empresa transnacional en Baja California, donde se estableció); La Habana, Islas Caimán y la Ciudad de México (por vacaciones) y muy pronto radicará en Londres, gracias a un crédito de la fundación internacional Lumni.

“Es increíble que en México me pidieran tantos requisitos para una maestría y en Inglaterra nada”, lamenta.

Sin embargo, después del postgrado, Nancy piensa regresar a México. No es de las que se rinden fácil, ni se acomplejan por generalidades, tanto México como Estados Unidos son sus dos patrias, partidas por la mitad su corazón: “la reforma migratoria ya no me podrá legalizar porque se exigirán seis años de estancia allá, que yo ya no tengo; pero no importa: yo soy de aquí y soy de allá”.

Su amor es incondicional a pesar de que una mañana, cuando se dirigía al trabajo en la administración pública norteamericana, agentes del ICE la interceptaron para llevarla a la frontera y abandonarla sólo con un teléfono celular y una bolsa de mano, sin conocer a nadie; y también a pesar de que en México a veces le llaman “gringa” para ofenderle.

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