Perfil de las víctimas de tiroteo en Hialeah
Las autoridades desconocen las causas del brutal ataque
HIALEAH, Florida, EE.UU. — Pedro Vargas mató a seis vecinos el fin de semana en el sur de la Florida. Cinco de ellos vivían en un edificio de apartamentos de este suburbio de Miami y otro al otro lado de la calle. A continuación un vistazo a las víctimas.
Los Pisciottis fueron los primeros en ser abatidos. La pareja — Italo, de 79 años, y Samira, de 69 — regentaba el edificio de cinco plantas y vivía en el apartamento 316, un piso más abajo. Acudieron el viernes por la noche a la puerta de Vargas después que incendió un líquido combustible en su vivienda, dijo la policía. Cuando llegaron, Vargas abrió la puerta y les disparó.
Algunos residentes creen que Vargas mantenía una disputa con los Pisciottis, y la Policía dijo que analiza esa posibilidad. Los inquilinos dijeron que la pareja, procedente de Colombia, era muy rígida con las normas del edificio, objetando incluso cuando los niños jugaban en una terraza abierta en medio del complejo.
Samira Pisciotti era vista con frecuencia cuidando a su nieta menor, a la que sacaba a pasear. La hija de los Pisciottis también vive en el edificio.
“Era una buena abuela”, dijo el inquilino Alex Cruz. “Y una buena madre”.
El domingo fue colgada una nota en la puerta de su hija pidiendo privacidad.
“Mis hijos están dentro y están muy asustados”, agregó la nota. “Agradezco a todo el mundo por sus plegarias y les pido que recen por todas las familias”.
Dos velas blancas fueron encendidas junto a dos rosas rojas frente a la puerta.
Tras matar a los Pisciottis, Vargas volvió a entrar en el apartamento en llamas y disparó de 10 a 20 tiros desde el balcón hacia la calle. Uno de ellos alcanzó a Gavilanes, de 33 años, dijo un vecino, cuando volvía a casa tras asistir a una práctica de boxeo de su hijo de 9 años.
Tras ser baleado, Gavilanes gritó a su hijo que se pusiera a correr y logró entrar en el edificio, donde se desplomó entre los gritos de horror de su hijo, dijeron los testigos.
Los vecinos dijeron que Gavilanes era un padre dedicado, visto con frecuencia jugando con sus hijos y hace poco festejó el cumpleaños de su hija de dos años.
“Estaba muy centrado en su familia”, dijo María Herrara, de 26 años, que vivía junto a Gavilanes. “Siempre que lo veía estaba con su esposa e hijos”.
Poco después de disparar a Gavilanes, Vargas acudió a un apartamento del tercer piso y entró con violencia. Simono vivía en él con su novia de hace tiempo y su hija. Los miembros de la familia dijeron que Simono fue el primero en ser baleado.
Simono era originario de Cuba, dijo Zulima Niebles, la amiga de su hermana. Trabajaba en un lavadero de coches y también a tiempo parcial en el edificio en el que vivían, ayudando con las reparaciones.
“Era muy trabajador”, dijo Zulima Niebles.
Dijo que era un hombre sencillo que cuidaba mucho a la hija adolescente de su novia.
“La quería mucho”, agregó.
Vargas entró en el apartamento de la familia. Merly Niebles y su hija se escondieron en el baño, con la puerta cerrada, dijo Zulima Niebles.
El atacante disparó a través de la puerta, matando a ambas. Sus cadáveres fueron encontrados abrazados, agregó.
Merly Niebles limpiaba habitaciones en un hotel Howard Johnson. Nació en Colombia y vino a Estados Unidos con su madre y hermanas cuando tenía unos 30 años.
Zulima Niebles dijo que su hermana era una mujer religiosa a la que le gustaba pasar tiempo con sus familiares cuando no trabajaba.
“La extraño mucho”, afirmó el sábado Zulima Niebles cuando acudió a recoger algunas de las pertenencias de su hermana. “A las tres”.
Pérez iba a comenzar su último año en la Escuela Cristiana Estadounidense, un centro de estudios privado de Hialeah. Aspiraba a ser enfermera de niños prematuros, dijeron sus familiares.
Esa tarde, Pérez habló por teléfono con una de sus tías sobre su peinado, y estaba en casa con su madre, Zulima Niebles. Su tía describió a la adolescente de 17 años como estudiosa y conocedora de las computadoras y los productos electrónicos.
En la escuela tenía reputación de ser amistosa y ayudar a sus compañeros de clase. Sus amigos dejaron velas, osos de peluche y un cartel dirigido a ella frente al edificio tras el tiroteo.
“Siempre te querremos”, decía un mensaje. “Que tu bello espíritu nos vigile siempre”.