Artista mexicano abre túnel de Park Avenue en NYC (video)

Rafael Lozano-Hemmer montó una instalación de luz y sonido en el túnel de Park Avenue en Manhattan, y lo abrió a los peatones por primera vez en muchos años

El artista mexicano Rafael Lozano-Hemmer montó un mágico despliegue de luz y sonido en el túnel de Park Avenue.

El artista mexicano Rafael Lozano-Hemmer montó un mágico despliegue de luz y sonido en el túnel de Park Avenue. Crédito: <copyrite>Especial para EDLP</copyrite><person>Silvina Sterin Pensel< / person>

Anónimo, como uno más de los visitantes, Rafael Lozano-Hemmer, camina por el túnel de Park Avenue abierto a los peatones gracias a él y por primera vez en casi un siglo. Su mirada y su mueca, casi risueña, no pueden esconder la satisfacción de ver gente en esta cavernosa franja de Manhattan que, desde 1930 hasta hoy, fue transitada únicamente por carros.

Aunque está extenuado, trabajó durante toda la noche para montar su instalación mezcla de luz y sonido, este artista mexicano cede ante su obsesión y no se relaja. Con un walkie-talkie del que no se separará ni un minuto de las seis horas en que el túnel recibe a curiosos y turistas, Rafael se comunica directamente con algunos de los técnicos clave que le ayudaron a hacer de este lugar, un sitio mágico, “Súbele el volumen a las bocinas cerca de la entrada”, comanda. Luego acerca su oreja a uno de los altoparlantes colocados en el piso son en total 150, emplazados a ambos lados del túnel y se ríe. Creo que alguien dijo algo como I wanna get a job, o algo así”.

Los mensajes, que la gente puede dejar apretando un botoncito en un intercomunicador metálico ubicado en el medio del túnel, se graban en una memoria y se repiten luego en cadena por todo el espacio combinándose y amalgamándose en un ruido armonioso. El “túnel de la voz”, como decidió bautizarlo el artista, se completa con un ingenioso despliegue de luz que consiste en 300 haces lumínicos apuntando y centelleando a las paredes y el techo. Por momentos, el lugar se asemeja al interior de un tanque, otros a una psicodélica fiesta y otros a un cuento de Ray Bradbury.

Rápidamente, la línea para esperar el turno de hablarle al intercomunicador serpentea. Muchos aprovechan la espera para inventar algo qué decir o para darle forma a su mensaje. Qué terminarán diciendo es, hasta que pronuncian sus palabras, una incógnita para todos. “Lo planeé así como una forma de rendir tributo al derecho de la libertad de expresión”, señala este artista de pelo ensortijado y hablar apasionado. “Aquí no hay censura y lo bonito es que no sabemos si la gente utilizará esta plataforma para hablar de política, por ejemplo ahora que está caliente el asunto racial con lo de Trayvon Martin o para hablar de Snowden y su asilo en Rusia o, por el contrario, para hablar de deportes o de amor o del absurdo”.

Minutos más tarde, un muchacho entona el Ave María frente al pequeño aparatito y su voz repica en todos los rincones del túnel. Otra joven reclama paz para Colombia y un hombre le pide matrimonio a su pareja, que acepta con un decidido Yes, I do.

“Mi arte es un acto de humildad, para mí la prioridad es dejar que la gente haga lo que quiera con mi obra. Es como crear una criatura de la que no tengo control y me permite sorprenderme también a mí mismo y no aburrirme con algo que se repite”, agrega.

Al cabo de unas horas le llegan los primeros reportes de lo que está ocurriendo en el túnel: ya hubo mensajes en más de quince idiomas y la temática tiene más que ver con el amor y las emociones que con tópicos más áridos y racionales. Lo bueno de esto”, apunta Rafael, es que no hay necesidad de llegar al final del túnel para ver la luz”.

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