Ayuda desde EEUU para la autodefensa de Xaltianguis

Residentes de EEUU han donado armas que dejaron en el pueblo, aparatos de radiocomunicación y vehículos para que los vecinos de Xaltianguis se defiendan de delincuentes

Los residentes de Xaltianguis se han declarado libres del hampa debido a un grupo de autodefensa civil formado por más de 200 personas.

Los residentes de Xaltianguis se han declarado libres del hampa debido a un grupo de autodefensa civil formado por más de 200 personas. Crédito: Bernardino Hernández / Especial para La Opinión

En este lugar repleto de hijos ausentes no extraña que de Estados Unidos provengan distintos recursos que ayudan en las operaciones de la recién conformada policía comunitaria de Xaltianguis.

Los paisanos les han donado armas que dejaron en el pueblo, aparatos de radiocomunicación, vehículos y dinero. Unos han enviado su parte de manera individual y otros han hecho colectas con los parientes.

“El hermano de un compañero, que vive en Estados Unidos, nos dejó dos armas y va a mandar radios, pero no lo hace solo, sino que se junta con otros”, comenta Miguel Ángel Jiménez Blanco, dirigente del grupo de autodefensa de Xaltianguis, el poblado más grande del municipio de Acapulco.

En una llamada telefónica reciente otra persona pidió los modelos de los radios para enviarlos desde EEUU. “Nos dicen: ‘Miguel, aunque ustedes no nos vean desde aquí los estamos cuidando'”, comenta.

Alguien que andaba de paseo por la comunidad les prometió dejar la camioneta Ford F-150 en la que viajó desde Texas. Con ésta ya tendrían al menos seis autos para sus patrullajes.

Hace poco un grupo de originarios de Xaltianguis avisó que estaba pidiendo dinero en efectivo. A cada paisano estaba solicitando una cooperación mínima de 50 dólares. “La locura colectiva los alcanzó hasta Estados Unidos […] Allá también están haciendo su revolución”, celebra Jiménez Blanco.

Y los que vigilan la comunidad dicen que también lo hacen pensando en los que se han ido al norte, para que estén seguras las familias que dejaron y encuentren un pueblo tranquilo a su regreso.

Raúl Jaimes, de 55 años, fue a Oklahoma a trabajar en una fundidora y a su retorno invirtió sus ahorros en una tiendita. Pero aquí la situación económica es tan mala que sus dos hijos dejaron los estudios para emigrar a Estados Unidos.

Él lo aprobó porque dice que terminar la preparatoria no garantiza un buen empleo.

“Para agarrar una lata de mezcla [de cemento] no se estudia, ni para ir al monte”, dice.

Jaimes, como muchos voluntarios de la autodefensa, tiene muchas historias que compartir sobre la vida en EEUU. “Esta es la segunda vez que vengo. Me motivó que había harta balacera, secuestros, asaltos”, dice empuñando una escopeta.

Sobre una nube de polvo ha llegado un deportivo descapotado. De éste salen los cañones de tres rifles. Uno de éstos lo porta un joven que vivió unos años en Santa Ana, California. “Las autoridades vienen y no hacen nada. Si agarran a un delincuente lo sueltan más adelante y no vamos a permitir eso”, dice.

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