Reformas entrelazadas

En la era de las redes sociales, la inmediatez es dueña y señora. Acciones, declaraciones, reacciones, aciertos y metidas de pata están al alcance de un botón y de un celular; esa adicción a la inmediatez provoca una enfermiza impaciencia que en la política pública puede ser perjudicial.

Pongamos por caso la ley de seguro médico asequible, mejor conocida como Obamacare.

Es cierto que la administración de Barack Obama está bajo fuego por el penoso debut de la fase de implementación de la ley; que están ocurriendo cosas que debieron preverse para no poner en bandeja de plata argumentos a los republicanos que han jurado revocar esta ley.

Si tan sólo le dieran tiempo para arrancar.

Lo curioso es que los políticos que exigen resultados inmediatos en el Obamacare son los reyes de la desidia en otros asuntos, como la reforma migratoria. Son los que se han quedado sin excusas para impedir que esa reforma se debata y se vote en el pleno de la Cámara Baja.

Repitiendo el libreto de la batalla presupuestaria que provocó el cierre gubernamental, la mano derecha de la mayoría republicana en la Cámara Baja no sabe qué hace la izquierda. Hablan por hablar. Se oponen por oponerse pero no hay una estrategia clara, excepto la vieja amiga: la obstrucción. Sus declaraciones públicas, sacadas a la fuerza, son confusas y contradictorias.

Para quienes llevamos décadas siguiendo este debate, es déjà vu. Es 2013 pero la oposición sigue presentando los mismos viejos y cansados argumentos: no hay tiempo, es complicado, no se ha leído el proyecto de ley (si se presentara), no hubo consenso (cuando no se presenta); es amnistía, supondrá la destrucción del país. Lo curioso es que el statu quo es peor porque no saben quién está aquí, la economía deja de recibir impuestos de una mano de obra legalizada, y la nación que promueve los valores familiares sigue separando familias.

Los demócratas, por su parte, también tienen lo suyo. Casi me ahogo con el café cuando leí sobre el ex jefe de despacho de Obama y actual alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, hablando de la urgencia de aprobar este año una reforma migratoria que él mismo frenó en la Cámara Baja y en los primeros dos años de la administración Obama, cuando tenían la mayoría de ambas cámaras y cuando quizá habría sido más sencillo impulsar la reforma migratoria que el Obamacare, que tomó casi dos años aprobar.

Obama cumplió una promesa, el Obamacare, y está viendo su suerte en la implementación. La otra promesa, la de la reforma, sigue pendiente.

En lo que el hacha va y viene, ICE no descansa. Cada semana se sabe de un padre, madre, hijo, esposo o hermano que enfrenta la deportación. No se trata de criminales sino de trabajadores. Pero en este caso para los detractores de la reforma la única inmediatez que cuenta es la de las deportaciones. Para la solución real no hay prisa. Después de todo, los políticos pueden darse el lujo de esperar cuando creen que les conviene.

Sólo resta redoblar la presión y seguir la marcha. Y aunque el agrio debate por el Obamacare vuelve a incidir sobre la reforma migratoria como ocurrió hace dos años, ambas cosas son necesarias. Millones de hispanos se beneficiarán del Obamacare y millones lo harán de una reforma migratoria.

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