“México debe ser una familia postiza para los inmigrantes”

Entrevista con Norma Romero, Premio Nacional de Derechos Humanos 2013

El presidente Enrique Peña Nieto aplaude a Norma Romero, una mujer guiada por la bondad.

El presidente Enrique Peña Nieto aplaude a Norma Romero, una mujer guiada por la bondad. Crédito: Suministrada / Presidencia de México

MÉXICO – Norma Romero no duerme hace más de 24 horas. Viajó a la capital mexicana para recibir el Premio Nacional de Derechos Humanos 2013, que entregó el presidente Enrique Peña Nieto y, presurosa, volvió a Las Patronas, la comunidad que dio nombre a la organización de señoras que da comida gratuita a migrantes.

“No podemos faltar a seguir con nuestra labor, los 365 días del año, desde 1995, con ese arroz, frijol, tortillas y agua que puede salvarles la vida” afirma la activista y campesina de la zafra de caña en entrevista telefónica con La Opinión.

Se encuentra ya en el municipio de Amatlán de Los Reyes, Veracruz (sureste), paso obligado de alrededor de 200,000 inmigrantes que buscan llegar a Estados Unidos clandestinos sobre el tren de carga, a unas cuatro horas en transportación terrestre desde el Distrito Federal.

Pero el trayecto de retorno para Romero, de 43 años, se volvió de 12 horas entre manifestaciones, peregrinos, bloqueos y el caos habitual del centro político del país donde ella arrancó una promesa al Presidente: Erradicar las desgracias que acosan a los indocumentados.

Peña Nieto le dijo durante el discurso por la entrega del galardón que instruirá a la Procuraduría de la República y a la Secretaría de Gobernación para que detenga el acoso, las torturas, secuestros, asesinatos y robos. Sutilmente lo expresó.

Y mientras son peras o manzanas, Romero regresó a lo suyo. A levantarse al alba a cocinar antes de salir a cortar caña para mantener como madre-viuda a su hijo, regresar a casa al pie de las vías del ferrocarril donde otras 11 mujeres la apoyan con los guisos que serán entregados por igual a centroamericanos que a mexicanos.

“En el tren también vienen chiapanecos y oaxaqueños hambrientos, no sólo extranjeros, como regularmente se cree”, subraya. “Y nosotros queremos ser una familia postiza para todos esos migrantes”.

El premio puede ser de gran ayuda, aunque desde mucho antes, algunos ojos voltearon a ver su labor altruista destacada en los medios de comunicación.

Así, de manera voluntaria, la gente -principalmente de universidades públicas y privadas- comenzó a enviar despensas; la compañía Maseca se apuntó con 30 bultos de harina de maíz cada mes y los mercados locales se comprometieron con cuotas diarias de frutas y verduras.

“Estamos demostrando que los mexicanos podemos cambiar nuestra manera de ser, que no somos inhumanos que mira hacia un lado frente al dolor ajeno”, asegura Romero.

Al contrario, resalta. “Las Patronas” están listas con la comida cada vez que desde lejos alguien grita: “¡Ahí viene el tren!” o cuando los gemidos de mutilados retumban las paredes y hay que correr al hospital con el herido en brazos para cuidarlo hasta que se hace de una prótesis y puede seguir el camino.

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