Las burbujas españolas
El cava le hace cada vez más la competencia al famoso champán.
Las burbujas son las mismas, el proceso de elaboración es casi idéntico y el sabor muy similar, pero aún hay que pagar mucho más por una copa de champán que por una de cava.
Sin embargo, cada vez son más quienes entienden que un mayor precio no es siempre sinónimo de mayor calidad.
“La diferencia de precio consiste en que el champán siempre ha vendido un estilo propio, que lo marca a través de un precio, y el cava ha querido llegar a un consumidor mundial. Hacemos un sparkling para que todo el mundo pueda tomarlo”, destaca Pere Ventura, fundador y dueño de la marca de cava que lleva su nombre.
Ambos vinos espumosos se preparan con el método de elaboración conocido como “champanoise” o “tradicional”, el cual consiste en una segunda fermentación del vino base en la propia botella. Los dos se encuentran protegidos por sus correspondientes ubicaciones geográficas, lo que se conoce comúnmente como “Denominaciones de Origen”. Es decir que, para llamarse así, el champán tiene que ser producido en Francia, específicamente en la zona de Champagne, cerca de París; mientras, el cava es hecho en España, mayormente en la zona de Cataluña.
Pero a diferencia del producto francés, el nombre de la bebida española no atiende al de la zona de elaboración, sino que sus fabricantes decidieron darle el nombre de las bodegas subterráneas donde se guarda el producto ya embotellado.
Las condiciones climáticas de las dos zonas de producción, explica Ventura, producen las “diferencias mínimas” en el sabor entre el champán y el cava. El mediterráneo catalán goza de un clima soleado y con pocas lluvias, por lo que las uvas tienen menor acidez que en Champagne, donde el clima es lluvioso y frío.
Asimismo, las uvas usadas para cada producto varían. El champán nace de las chardonnay y pinot noir, mientras que el cava procede fundamentalmente de tres autóctonas de la zona mediterránea: xare-lo, parellada y macabeo. El cava también se puede elaborar con subirat o malvasía y chardonnay; y para los cavas rosados se utilizan también garnacha, monastrell, pinot noir y la uva trepat.
El cava, que según su Consejo Regulador comenzó a elaborarse en 1872, es clasificado como joven, que es más suave, afrutado y fresco; reserva, que reposa un mínimo de 15 meses en las galerías subterráneas; y gran reserva, con más de 30 meses de crianza en las cavas.
En 2009 el producto español se convirtió en el vino espumoso más exportado, según datos del Consejo Regulador del Cava, con unos 131 millones de botellas comercializadas en el extranjero, en comparación a los 112 millones de botellas que se vendieron de champán.
Se cree que el crecimiento y el éxito se debe a su relación calidad-precio.
“El mercado fuera de España está aceptando cada vez más al cava. Actualmente nuestros principales consumidores internacionales son Alemania, Inglaterra, Japón y Estados Unidos”, explica Pere Ventura. “Ahora el mercado latinoamericano es el próximo a conseguir”.
Ventura recalca que una de las principales metas es hacer que el público entienda que el cava, así como el champán, no tiene que ser una bebida para momentos especiales, como parece ser la costumbre.
“El cava se puede disfrutar a todas horas, no solamente en las ocasiones excepcionales, cuando siempre debe estar. Puede maridar con cualquier comida, sólo hay que tomar en cuenta si , por ejemplo, es seco o es un rosé. Al final si el cava es bueno, no embriaga”, dice sobre el espumoso que generalmente tiene 12 grados de alcohol.
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