Ancestral juego de pelota maya en Brooklyn

Cuatro jóvenes de la etnia Quiché practican este deporte como sus antepasados en el sótano de la iglesia de Saint Jacobi, en Sunset Park

La técnica para el juego de pelota puede ser con la cadera utilizando una especie de faja.

La técnica para el juego de pelota puede ser con la cadera utilizando una especie de faja. Crédito: EDLP / Zaira Cortés

Nueva York — Ataviados con indumentaria de cuero, caracoles y plumas de pavo real, cuatro jóvenes de la etnia Quiché practican la herencia milenaria del juego de pelota maya en el sótano de la iglesia de Saint Jacobi, en Sunset Park.

El equipo Chuach Inup, integrado en el verano por iniciativa del guatemalteco Leobardo Ambrosio-Ajtzalam, recupera la cosmovisión maya realizando una ceremonia de bendición antes de cada juego: Haciendo sonar una caracola señalando a los cuatros puntos cardinales entre una humareda de incienso, los jugadores se sumergen en los rituales de sus ancestros.

El nombre del equipo significa La Ceiba, una aldea en Sololá, Guatemala. El pueblo quiché es uno de los pueblos mayas nativos del altiplano guatemalteco.

“Comenzar fue difícil porque algunos nativos de La Ceiba que radican en Brooklyn no desean conservar sus raíces. Muchos prefieren no hablar quiché y optan por el inglés o el español”, se lamentó Ambrosio-Ajtzalam (24). “Reuní a mi comunidad para formar un equipo grande, pero pocos acudieron a mi llamado”.

Ajtzalam, un inmigrante reciente, no desistió pese a la negativa y escasa participación. Paciente y decidido a recrear el juego de pelota maya en Brooklyn, el joven logró convencer a su primo Lorenzo Perechu, y a sus amigos Rogelio Raxuleu y Alberto Chox.

Sin fondos para la indumentaria y el escenario, el equipo invirtió el sueldo de varias semanas en el trabajo de la construcción para concretar el proyecto.

“Un artesano comunitario de La Ceiba, que compartió nuestro entusiasmo por educar en Nueva York acerca del juego de pelota maya, confeccionó nuestros trajes sin cobrar los materiales”, indicó.

Ajtzalam explicó que el juego simboliza la lucha de opuestos, refiriéndose al bien y el mal. Las representaciones de plantas, arboles y figuras esqueléticas en la indumentaria está vinculada con la fertilidad, el cosmos y los ciclos de la vida y la muerte.

En el escenario en la iglesia figura un trozo de madera con la numeración maya del uno al diez, colocado cerca del aro en donde el jugador debe introducir la pelota.

“El diez representa la cantidad de habitantes en nuestro departamento. No vivimos así para ahorrar en renta, sino por la convivencia. Para nuestra comunidad el compartir es un estilo de vida”, destacó Lorenzo Perechu (27). “Intentamos mantener nuestras costumbres. En casa sólo se habla quiché”.

Los jugadores visten cinturón de cuero, casco, mandil, rodilleras, guantes y protectores para los brazos, tomándose hasta 20 minutos para colocarse la indumentaria y los ornamentos.

El pueblo maya jugaba con pelotas de tamaño similar a las de béisbol o tan grandes como una de playa, dependiendo del área de práctica. Algunas se fabricaban con caucho y pesaban hasta ocho libras.

En Brooklyn, el equipo Chuach Inup juega con un pequeño balón de basquetbol pintado de negro, ideal para despertar la pasión de los espectadores.

“Entrenamos los martes en la noche pese al cansancio, el clima o el hambre. La cancha, aunque improvisada, es sagrada”, indicó Raxuleu. “Pasamos hasta cuatros horas puliendo movimientos, es una tarea difícil hacer entrar la pelota en un aro en posición vertical”.

Luego de una presentación, los integrantes narran la historia del juego de pelota y responden a las preguntas del público, aprovechando el escenario para enseñar algunas palabras en quiché. La técnica para el juego de pelota puede ser con cadera utilizando una especie de faja, usando la cabeza protegida con casco, golpeando la pelota con un bastón, o con brazos y piernas, como lo juega Chuach Inup.

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